Editorial: La sombra persistente del desempleo
Editorial: La sombra persistente del desempleo La Región de Ñuble vuelve a liderar un ranking que nadie quiere encabezar. La tasa de desocupación alcanzó un preocupante 10,0% en el trimestre febrero-abril de 2025, la cifra más alta para ese periodo desde 2010. Así lo informó el INE esta semana, confirmando una tendencia que, lejos de revertirse, se profundiza. Este indicador no solo supera en 1,2 puntos el promedio nacional (8,8%), sino que sitúa a Ñuble como la segunda región con mayor desempleo del país, solo por detrás de Tarapacá.
Un triste podio que evidencia que los anuncios rimbombantes de autoridades y las mesas de trabajo que se han instalado en los últimos años -como la de empleabilidad del Gobierno Regional o la Mesa de Empleo convocada por el Senceno han sido suficientes para cambiar el rumbo.
En cifras concretas, la fuerza laboral creció un 3,4%, pero el número de ocupados solo aumentó en un 3,0%. Como resultado, los desocupados llegaron a 25.400 personas, con un incremento interanual del 7,8%. En Diguillín -la provincia que concentra al 61% de la población regionalla tasa se disparó hasta un 10,7%. La precarización es la otra cara de esta moneda. Aunque se crearon 6.570 empleos en el último año, la informalidad laboral sigue siendo alarmante: afecta a más de un tercio de los ocupados (34,3% ), una de las cifras más altas del país. Esto implica empleos inestables, sin protección social, mal remunerados y con escasas perspectivas de desarrollo profesional. El problema, lo sabemos, no es solo coyuntural. El desempleo en Ñuble tiene raíces estructurales. La matriz productiva regional está anclada en sectores de baja complejidad y alto riesgo, como la agricultura o la construcción, que son altamente estacionales y vulnerables a la volatilidad de los mercados. Y aunque rubros como la industria manufacturera o la enseñanza mostraron crecimiento, su peso relativo aún es insuficiente para revertir el deterioro del mercado laboral.
La falta de diversificación económica y el escaso valor agregado de lo que producimos mantienen a la región atrapada en un círculo vicioso: empleo precario, fuga de talentos y debilitamiento del capital humano, lo que a su vez impide atraer inversiones de mayor sofisticación. Lo que se requiere es una acción decidida, focalizada y sostenida.
Más allá de los discursos, urge orientar la inversión pública hacia sectores con mayor potencial de crecimiento, facilitar la instalación de empresas, resolver trabas en conectividad y transmisión eléctrica, y apostar de verdad por la agregación de valor. La industria agroalimentaria, por ejemplo, tiene margen para avanzar en innovación, encadenamientos productivos y exportación de productos elaborados, no solo materias primas. Ñuble necesita dejar de depender del ciclo de las cosechas y de los anuncios optimistas que no se traducen en empleos de calidad. La región tiene capital humano, instituciones formativas, vocación productiva y una ubicación estratégica. Pero sin políticas públicas coherentes y sostenidas, ese potencial seguirá siendo solo eso: potencial. La recuperación del empleo no se decreta: se construye con visión, inversión e inteligencia colectiva. EDITORIAL. El problema no es solo coyuntural. El desempleo en Ñuble tiene raíces estructurales. La matriz productiva regional está anclada en sectores de baja complejidad y alto riesgo, como la agricultura o la construcción, altamente estacionales y vulnerables a la