Capturada para ser UNA SIRVIENTA
Capturada para ser UNA SIRVIENTA --Me dijeron que me iba de vacaciones, pero que después iba a regresar. Al hablar de su pasado, Claudine (su nombre fue cambiado), de 23 años, mantiene un semblante neutro. Su rostro --de tez morena, con pómulos y nariz prominentes-no muestra mayores expresiones. Es de nacionalidad haitiana y luce como una mujer de carácter fuerte, aunque también tímida y distante. Sin embargo, cuando responde una pregunta, lo hace mirando fijamente a los ojos. --Me subieron a un bus. No me mandaron con ropa ni nada, solo con lo que tenía puesto. Así fue como llegué a las manos de ella --relata. Se refiere a la antagonista de su vida: una mujer que vivía en República Dominicana junto a su marido y su hijo. En esa época, Claudine tenía 10 años y fue obligada a realizar tareas de servidumbre sin recibir nada a cambio: limpiar la casa, cocinar y cuidar a otros niños. Luego, su historia continuó en Chile. Pero ella no es la única. En abril de este año, el Ministerio Público reportó dos casos de esclavitud infantil con fines de servidumbre. Uno de ellos ocurrió en la Región de O'Higgins, donde una niña de 8 años, de nacionalidad boliviana, fue vendida por su abuela en 350 mil pesos. El segundo caso involucra a un niño de 13 años y a su madrastra, ambos de nacionalidad chilena y residentes en la Región de Tarapacá. La mujer lo obligaba a dormir en el patio y solo le permitía entrar a la casa para hacer el aseo. Claudine vivió una historia similar en una comuna del sector sur de Santiago, aunque con otros matices. A diferencia de los casos anteriores, ella permaneció durante nueve años en condiciones de esclavitud. No se le permitía salir a la calle, no podía hablar con otras personas ni tener acceso a redes sociales. Tampoco recibió educación ni atención médica. Si desobedecía las órdenes del matrimonio, la golpeaban y la dejaban sin comer. Al recordar esos detalles de su pasado, la mirada de Claudine cambia. Mantiene una actitud distante, pero ya no sostiene el contacto visual. Cuando responde, finaliza sus frases mirando al suelo. --Nunca se terminaron esas "vacaciones". Hasta el día de hoy sigo en ellas. "Ya no voy a regresar" Claudine tiene vagos recuerdos de su niñez. Se enfrenta a un desafío cada vez que quiere retroceder en el tiempo y hablar de su infancia. Con el paso de los años, y después de todo lo que vivió, su memoria se volvió más frágil. Nació en Puerto Príncipe, Haití, y A comienzos de abril, las autoridades informaron sobre dos casos de esclavitud infantil con fines de servidumbre. Claudine (su nombre fue cambiado) vivió una historia similar. Por nueve años consecutivos estuvo cautiva y obligada a realizar el aseo, cocinar y cuidar a otros niños de un matrimonio que no conocía. Le tenían prohibido salir a la calle y contactarse con otras personas. No recibió educación ni atención médica y solían agredirla física y verbalmente. Pero en el camino, Claudine decidió cambiar su destino. En "Sábado" la protagonista cuenta cómo logró reconstruir su vida. "No quiero que otras personas vivan lo mismo", dice. POR MATÍAS SÁNCHEZ JIMÉNEZ ILUSTRACIONES FRANCISCO JAVIER OLEA Capturada para ser UNA SIRVIENTA Claudine solía ser apartada del grupo familiar. A la hora de cenar, los primeros en hacerlo eran Lady, José y sus hijos. Después era su turno, pero no lo hacía en el comedor.
Ella debía comer en la cocina o sentada en el suelo. "Ella me gritaba: `¡ ¿Por qué no están listas las cosas?! ¡¿Por qué todavía no cocinas?!'. Después me pegaba con lo que encontraba, con una chancla o con un cinturón". LA HISTORIA DE CLAUDINE: su familia estaba compuesta por su madre y dos hermanos menores. Sobre su padre, confiesa que no sabe nada. --No lo conocí. Murió cuando tenía dos años. Me dijeron que fue por un accidente, pero no me dieron más detalles. A los 9 años, Claudine y sus hermanos enfrentaron otra pérdida: la muerte de su madre. Al quedar huérfanos y sin ningún familiar que pudiera hacerse cargo de los tres, los niños fueron separados. Claudine quedó al cuidado de un tío materno que vivía con su esposa e hija en el sur de Haití. --Ella (su tía) no pasaba mucho tiempo en la casa. No sé qué hacía, pero viajaba harto. No participaba mucho con nosotros. Él (su tío) me trataba bien. Me llevaba a pasear en moto, me gustaba cuando salíamos. Con la niña (su prima) jugábamos mucho con tierra. Le echábamos agua y la batíamos. Armábamos castillos y cosas así. Pero su estadía con ellos no se extendió por mucho tiempo. Un año después de su llegada, su tío falleció de cáncer. Poco después, su tía le comentó que la enviaría a unas vacaciones y que regresaría pronto. El destino era República Dominicana, aunque nadie se lo informó.
Dejó Haití sin saber que nunca más regresaría. --Me metió a un bus y me dijo: "Allá, una señora te va a ir a buscar". No sabía quién era esa persona o si era familiar de mi tía. Sin acompañante, Claudine llegó a un terminal en Santo Domingo. Estaba en un país que jamás había visitado. Cuenta que la recibió una mujer mayor, quien la trasladó a una vivienda en la misma ciudad. Allí le pidieron que se duchara y le dieron ropa nueva. Tres días después un matrimonio fue a buscarla: Lady y José, de 22 y 23 años. Los dos de nacionalidad haitiana y padres de un niño de dos años: Daniel (sus nombres fueron cambiados). Claudine tenía 10 años cuando llegó a la casa de Lady y José. Ambos eran unos completos desconocidos para ella. Al principio, describe la convivencia como "un tiempo normal, no hacía nada", dice. Pero esa situación cambió con el paso de las semanas. La primera obligación que le impusieron fue el cuidado de Daniel. --Le tenía que preparar la colación y su leche. Luego, de a poquito, comencé a realizar las labores de la casa. Limpiar y hacer las camas. Su mamá (Lady) se desligaba de todo. Ella me explicó cómo tenía que prepararle las cosas. Después, cuando era más grande, empecé a cocinar y hacer la mayoría de las cosas que ella no quería. Claudine no tardó en darse cuenta de que su viaje y estadía con el matrimonio no eran unas simples vacaciones. Seguía aferrada a la ilusión de regresar a Haití, pero no sabía cuándo, ya que Lady no le permitía comunicarse con su tía. Claudine esperó durante cuatro años ese momento. Después entendió que su deseo no se iba a concretar. --Yo le preguntaba (a Lady): "¿ Cuándo voy a volver?, ¿cuándo me voy?". Ella me respondía: "Pronto, pronto. La otra semana te vamos a llevar para allá". Pero ese plazo nunca se cumplía. Después dejé de preguntar. No sé cómo se me ocurrió, pero pensé: "parece que ya no voy a regresar". Aun así, Lady solía mantener viva esa ilusión. En diciembre de 2016, unos días antes de Navidad, le comentó a Claudine que se reencontraría con su tía. Pero no en Haití.
El nuevo destino era Chile, a más de cinco mil kilómetros de República Dominicana, donde también se encontraba José, su esposo. --(Lady) me explicó que mi tía ya había viajado y que nos íbamos a encontrar todos en Chile. Yo no sabía qué era Chile. Le pregunté dónde quedaba y me respondió: "Está súper cerquita, no queda lejos". El 25 de diciembre de 2016, en un vuelo de la aerolínea Avianca, Lady, su hijo Daniel y Claudine aterrizaron en Santiago. Al pasar por el control de la Policía de Investigaciones, Lady presentó documentación falsa que la identificaba como madre de la niña. En el pasaporte de Claudine habían modificado sus apellidos. --Cuando llegamos al aeropuerto, un policía revisó los papeles. Yo no sé por qué el tipo no se dio cuenta, no tengo idea.
Nos miró un rato y le preguntó (a Lady): "¿ Es tu hija? ¿ Dónde está el papá?". Ella le respondió: "Soy mamá soltera". Luego me preguntó: "¿ Es cierto?". Yo le dije que sí --relata. Claudine no tuvo más opción que mentir.
Antes de llegar a Chile, confiesa que Lady le había advertido sobre las consecuencias si no confirmaba la relación entre ambas. --Tenía susto porque me dijo: "Si te regresan a República Dominicana, tú vas a estar en no sé qué lugar. Quizás dónde te van a enviar, después vas a estar muerta". Entonces, me asusté.
Yo tenía que decir sí a todo. "¿Ella es tu madre? Sí. ¿Ella te cuida? Sí. ¿Ella te crió? Sí". El policía, después de que revisó los documentos, nos dijo: "Bienvenidos a Chile". La tía Blanca A comienzos de 2017, Lady y José habían establecido su nueva vida en Chile. Arrendaron una casa que compartía terreno con otra vivienda, en una población ubicada en el sector sur de la capital. Allí, Claudine no tenía una pieza ni un espacio personal. Dormía en la cama de Daniel, junto a él. Al igual que en República Dominicana, Claudine llegó a un país desconocido, donde no vivía ningún familiar ni cercano. Tenía 15 años y no sabía leer ni escribir, ya que nunca fue matriculada en un colegio. En Chile, el matrimonio también la obligó a cumplir labores en el hogar. Su jornada comenzaba a las 5 de la mañana y terminaba cerca de las 11 de la noche. Tenía que levantar a Daniel, vestirlo y llevarlo al colegio. Luego, regresaba a la casa a preparar el desayuno para Lady y José. Después, cuando ambos salían a trabajar en una feria del sector, continuaba con sus labores. Claudine aún recuerda su rutina, paso a paso. --Ella (Lady) me ponía una alarma y así sabía que era hora de levantarme. Tenía que hacer las camas, limpiar el baño, cocinar el almuerzo, lavar la ropa y preparar la cena. Luego, a las 4 de la tarde, tenía que ir a buscar a Daniel. Sin la presencia de Lady, Claudine recuerda que se sentía relajada. "Yo feliz de que ella fuera a trabajar", comenta.
Pero cuando la pareja no estaba en la casa, Claudine tenía prohibido salir y hablar con los niños que vivían en la parte trasera del terreno. --(Lady) me decía: "No puedes jugar con ellos porque tienes cosas que hacer. Aún no has terminado". Le explicaba que estaba todo listo y que había hecho las cosas de la casa, pero no me dejaba. A escondidas, Claudine igual se escapaba y se sumaba al grupo de niños. Sabía que podía hasta las dos de la tarde, ya que después llegaba el matrimonio a la casa. En más de una ocasión confiesa que Lady la descubrió. --Me distraía porque estaba jugando, entonces se me pasaba la hora y me atrasaba con las cosas.
Ella me gritaba: "¡ ¿Por qué no están listas las cosas?! ¡¿Por qué todavía no cocinas?!". Después me pegaba con lo que encontraba, con una chancla o con un cinturón.. Capturada para ser UNA SIRVIENTA Las agresiones físicas y verbales aumentaron cuando Lady quedó embarazada. Ese proceso, Claudine lo describe como "un terror". "Me trataba mal por todo.
A veces, si le faltaba sal a la comida, me decía cosas horribles", relata. --Se quedaba todo el día en la casa, así que me tenía que encargar de ella (Lady). Sangraba mucho y se mareaba, entonces iba al hospital. Ahí tenía que estar yo, a la cola de ella. Se demoraban en atenderla y me quedaba parada todo el día, sin comer nada. Después tenía que llegar a cocinar y limpiar el desorden de Daniel --agrega Claudine. --¿ Cómo se comportaba Daniel contigo? --Era cariñoso. Sentía que era como su hermana. Yo creo que él se encariñó más. Su mamá no pasaba tiempo con él, prefería dormir conmigo. Le gustaba que yo le diera la comida. Cuando Lady dio a luz a su segundo hijo, Claudine recuerda que José se desligó completamente de su mujer, de la familia y de cualquier aporte en la casa.
Ella dice que él, a diferencia de Lady, no solía tratarla "tan mal". Presenciaba todo, pero nunca intervenía. --Dejó de hablar con su esposa porque pensaba que el niño no era de él, porque nació blanquito. Entonces, todo eso malo recayó en mí. En la intimidad y rutina de la casa, Claudine confiesa que solía ser apartada del grupo familiar. A la hora de cenar, los primeros en hacerlo eran Lady, José y sus hijos. Después era su turno, pero no lo hacía en el comedor. Ella debía comer en la cocina o sentada en el suelo. Pero, cuando recibían visitas, el comportamiento del matrimonio cambiaba. Claudine recuerda un almuerzo al que asistió un pastor evangélico. Como era habitual, ella esperó en la cocina a que todos terminaran. --Pero (Lady) me preguntó: "¿ Oye, por qué estás tan lejos? Ven, siéntate aquí". Y me puso un plato en la mesa. Pensé "qué raro" porque era la primera vez que lo hacía. Después, cuando el pastor se fue, volví a lo mismo. Ella (Lady) me dijo: "Recuerda que tienes que lavar esto". Luego de tres años en Chile, Claudine se sentía invisible en la sociedad. Estaba incomunicada del resto. No le permitían tener celular, computador ni redes sociales. Usaba un teléfono que le dio Lady, pero tenía la pantalla rota y solo podía recibir llamadas. Sus únicas salidas de la casa eran para ir al supermercado o a buscar a Daniel al colegio. No conocía el sector donde vivía, así que solía transitar por las mismas calles. --Yo quería salir de ahí, pero no podía. Si acudía a la policía, creía que me iban a devolver porque era menor edad. Yo pensé en todo eso, pero si me escapaba, ¿a dónde me iba? Sin embargo, Claudine no era invisible para todos. En una ocasión, mientras caminaba por un pasaje cercano, recibió el saludo de una mujer mayor: Blanca, su vecina. Como no sabía quién era, no le prestó atención. La escena se repitió cada vez que Claudine pasaba frente a su casa. --No sé por qué me saludaba, pero siempre lo hacía. Hasta que un día le respondí. Ella tiene dos hijos, muy cariñosos. También me saludaban, así como normal. Me preguntaban cómo estaba --cuenta Claudine. La cercanía de Blanca y sus hijos la descolocó. Antes, nadie se había interesado en saber cómo estaba. Ellos le mostraron que existían otras formas de relacionarse. Una que no incluía gritos ni golpes. Claudine, por su parte, empezó a confiar en Blanca. Pero lo hizo dentro de sus parámetros. No le contó lo que padecía en la casa del matrimonio, por temor a las represalias. Poco a poco fue extendiendo la comunicación con su vecina, siempre a escondidas de Lady. En marzo de 2020, Lady y José decidieron matricular a Claudine en un colegio. Tenía 17 años y aún no sabía leer ni escribir, pero estaba emocionada por la nueva experiencia: era la primera vez que asistía a clases. --Muchas compañeras me hablaron, me recibieron bien. Una vez me invitaron a tomar un café. Me gustaba conversar con ellas, pero no les podía contar nada de lo que pasaba. No obstante, sus recuerdos del colegio se limitan a solo dos semanas. Con el inicio de la pandemia en Chile y las restricciones sanitarias, Claudine no pudo seguir estudiando. Tampoco lo hizo a distancia, ya que Lady no le permitía usar computador ni internet. Nunca más supo de sus compañeras. "Perdí el contacto con ellas", dice. Tiempo después, Lady y José se cambiaron de casa. Se trasladaron a otra población dentro de la misma comuna. Con la mudanza, Claudine dejó de ver a Blanca, aunque siguieron comunicándose por teléfono. --Le dije que me podía llamar cuando (Lady) no estuviera en la casa. Ella me dio una libreta muy bonita. Es rosada porque sabe que es mi color favorito. "Sentí un alivio" En octubre de 2020, Claudine cumplió 18 años y tomó su primera decisión como adulta: aprender a leer y escribir. Una idea que creció con el tiempo, ya que veía cómo los hijos del matrimonio sí recibían educación. En una ocasión, cuando Lady no estaba en la casa, tomó prestada una tableta de los niños. Con la ayuda de Daniel, intentó buscar un profesor que pudiera enseñarle. Pero no tuvo éxito. Cuando Lady regresó, descubrió la búsqueda que había hecho en internet. Como en otras ocasiones, la golpeó e insultó. "Me gritaba: `¡ ¿Por qué estuviste buscando eso?! Van a pensar que no te mando al colegio'. Me comenzó a pegar. Después se calmó porque llegó su esposo (José) a la casa", dice Claudine. Más tarde, a la hora de cenar, el matrimonio pidió una pizza. Claudine lo recuerda bien porque es su comida favorita. Pero, tras lo sucedido, Lady no le dio un trozo. --Comieron entre ellos. Daniel me dijo: "Te guardé un pedazo", pero le dije que no lo quería. Igual me lo guardó. Luego empezó el otro show. Antes de dormir, Claudine cuenta que Lady le pidió el celular que le había entregado. Lo revisó y descubrió llamadas recibidas de Blanca, su vecina. Ese hecho desató nuevamente su furia. "Rompió el celular, lo tiró al suelo. Después lo tomó y me pegó aquí y aquí. Me empujó contra la pared y choqué con un tornillo o clavo que había", explica Claudine mientras señala su rostro y nuca. --(Lady) me echó de la casa. Agarró mi ropa y la tiró en el patio de la entrada. Eran como las 11 de la noche y estaba lloviendo, entonces quedó toda manchada. Después entró a la casa con los zapatos embarrados, dejó todo desordenado y sucio --agrega Claudine. --¿ José seguía en la casa? --Sí, pero no hizo nada. Solo le dijo (a Lady): "Ya, suficiente. No se puede ir, es muy tarde. Imagínate que le pasa algo, va a ser peor para nosotros". Esa noche me acosté, pero tuve que hacerlo de lado porque me dolía todo, tenía los brazos hinchados. No dormí nada. Al día siguiente, antes de irse a trabajar, Claudine recuerda que Lady le comentó: "Tienes que ordenar y limpiar todo o te voy a maltratar peor que anoche". Pero no le hizo caso. Tomó una bolsa, recogió parte de su ropa tirada en el patio y se fue. Era la primera vez que abandonaba la casa del matrimonio. Solo se despidió de Daniel. --Se puso a llorar. Me pedía que no me fuera, me decía: "Llévame contigo, quiero ir contigo. Dormimos juntos en la calle". Pero no podía llevármelo. Parada en la calle, Claudine pensó en la única persona que confiaba: Blanca. "Ella me transmitía seguridad. Me había dicho: `Cualquier cosa, las puertas de mi casa están abiertas'. Yo sabía que me podía recibir", relata. Preguntándole a desconocidos, logró tomar un micro y llegó hasta donde su vecina. Al escuchar el relato de la joven, Blanca no dudó en ayudarla. Le ofreció una ducha y ropa limpia. En la casa de su vecina, Claudine no sabía que conocería a otra persona que la ayudaría a cambiar su destino: la nuera de Blanca. Ella es trabajadora social y ejerce en una casa de acogida para mujeres sobrevivientes del delito de trata de personas. Horas más tarde, Claudine accedió a realizar una denuncia en Carabineros. "En la comisaría, la tía Blanca preguntó qué iba a pasar, si tenía que volver. El carabinero me explicó que no. Como era mayor de edad, si no quería regresar, que no me preocupara y no lo hiciera. En ese momento sentí un alivio", recuerda. Un mes después de escapar, Claudine ingresó a una casa de acogida para mujeres mayores de 18 años. En un programa ejecutado por la Fundación Educere y el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género (SernamEG), comenzó su proceso de recuperación. Recibió acompañamiento psico-socio jurídico y denunció en el Ministerio Público todo lo sucedido. Inicialmente, Claudine llegó a una residencia transitoria, pero su estadía se extendió por dos años. Allí conoció a otras mujeres con historias similares a la suya y formó sus primeros lazos de amistad. Comenzó a ganar confianza y aprendió a socializar con más personas. --En un principio, no me sentía muy cómoda. No comía nada, solo tomaba café. Me daba miedo ver a tantas personas, me costaba porque antes no hablaba con nadie. Después, me empecé a acostumbrar. Iba a talleres y mantenía la mente ocupada, no pensaba tanto en lo que pasó. Me sentía bien porque no estaba con ella (Lady) y vivía lejos de su casa. Durante el proceso, Claudine estuvo acompañada por un grupo de profesionales que realizó un rol clave en el inicio de su recuperación. Gracias al apoyo de la abogada, las educadoras, la asistente social y la psicóloga de la casa de acogida, logró cumplir uno de sus mayores sueños: aprender a leer y escribir. Además, niveló su educación básica. --Con las tías aprendí a trabajar mi personalidad, a conversar más. Abrirme y poder contar mis cositas. También aprendí matemáticas. Una tía me hacía clases (fuera del horario laboral). Estoy muy agradecida con ella porque me dedicó parte de su tiempo. Lo hizo por voluntad propia, me tenía mucha paciencia. Con ella aprendí a escribir mi nombre. Fue como magia porque podía hacerlo de memoria --relata Claudine.
Tras la denuncia y luego de dos años de investigación, el 5 Tribunal Oral en lo Penal de Santiago declaró culpables a Lady y José por el delito de trata de personas con fines de servidumbre. Según cifras del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, entre 2011 y 2022, la justicia formalizó 63 causas por este delito. El 35 por ciento corresponde a fines laborales, con 201sobrevivientes, incluidos 15 menores de edad. En febrero de este año, Lady y José fueron condenados a cinco años de reclusión menor en su grado máximo. Según el expediente de la causa, ambos negaron todos los hechos. Actualmente se encuentran bajo libertad vigilada intensiva y tienen prohibido acercarse o comunicarse con la joven. Recibieron una pena que representa un poco más de la mitad del tiempo que tuvieron capturada a Claudine. Retomar una vida pausada En enero de 2022, tras egresar de la casa de acogida, Claudine volvió a vivir con la familia de Blanca, su vecina. Permaneció allí por dos años, hasta que un incendio destruyó la vivienda y perdió la mayoría de sus cosas. Pero eso no la detuvo. Al contrario, la motivó a independizarse. Durante nueve años, y por decisión de otros, la vida de Claudine quedó en pausa. Perdió su infancia y adolescencia, junto con la mayoría de sus recuerdos. Hoy lucha con su memoria, intentando reconstruir fragmentos de su niñez en Haití. Recuerda su apellido biológico, pero no los nombres de su madre ni de sus hermanos. --Tengo un apellido que es bien chileno. Sé que mi mamá no es haitiana, pero no sé en qué país nació. Mi papá sí es haitiano. Mi tío, antes de morir, me dijo que me iba a contar esa historia. Pero no pudo, era el único que me podía dar esos detalles. A pesar de todo, Claudine está enfocada en seguir adelante. Cada día representa un logro en su nueva vida. Incluso reconoce que ahora puede hablar de su pasado con otras personas. --Al principio, no quería conversar sobre eso. Me daba pena. Pero ya no tanto como antes. Siento que tengo más personalidad. Cuento mi historia porque no quiero que otras personas vivan lo mismo. Claudine ya no es una mujer invisible. Cumple una rutina como cualquier persona. Trabaja haciendo el aseo en una fundación, en turnos de 12 horas cada dos días. Gana cerca de 500 mil pesos y vive sola en un departamento. Gran parte de su sueldo lo destina a gastos de comida, arriendo y cuentas. --Es pequeño, está todo como en una misma habitación, pero es mi espacio. Los días que tengo libre, casi no salgo. Me gusta estar en mi casa, descansando. Al hablar de su futuro, Claudine sabe que debe forjar su camino con sus propias manos. "Uno tiene que empezar desde abajo", dice. Ya no forma parte de ningún programa del Estado, pero en el trayecto sigue acompañada por la familia de Blanca y las profesionales de la casa de acogida. Entre sus metas, cuenta que le gustaría relacionarse con personas de su edad, formar un grupo de amigas y conocer otros lugares más allá de las comunas por las que transita para ir al trabajo. Fuera de Santiago, solo ha estado en Pitrufquén, en un viaje que hizo junto a Blanca. Luego, con algo de vergüenza, confiesa uno de sus sueños: ir al cine a ver una película. En sus planes a largo plazo, Claudine tiene sus objetivos claros: finalizar su educación escolar. Se graduó de octavo básico, pero quiere terminar la enseñanza media. Después piensa entrar a la universidad. --Me gustaría estudiar enfermería o psicología para poder ayudar a las personas. También quiero viajar, conocer otros países, cambiarme de casa y de trabajo. Hoy, Claudine está retomando su vida. Aún batalla con las secuelas de su pasado, pero ahora lo hace desde otro lugar. Cuando explica por qué, responde mirando fijamente a los ojos. --Ya no siento tanto miedo. Antes me daba susto que me vieran o encontrármelos (a Lady y José), pero ya no. Me siento bien, estoy tranquila. "Yo quería salir de ahí, pero no podía. Si acudía a la policía, creía que me iban a devolver porque era menor edad.
Yo pensé en todo eso, pero si me escapaba ¿ a dónde me iba?". La única persona en la que Claudine confiaba era Blanca, la vecina que siempre la saludaba con amabilidad. "Ella me transmitía seguridad. Me había dicho: `Cualquier cosa, las puertas de mi casa están abiertas'".. - - - - -