COLUMNAS DE OPINIÓN: El Guardián de los Cerezos
COLUMNAS DE OPINIÓN: El Guardián de los Cerezos LAS OPINIONES VERTIDAS EN ESTE ESPACIO SON DE EXCLUSIVA RESPONSABILIDAD DE QUIENES LAS EMITEN, Y NO REPRESENTAN NECESARIAMENTE EL PENSAMIENTO DE DIARIO "EL TRABAJO" Salinas 348 · Fono: 34 2 34 31 70 · San Felipe Web: www.eltrabajo.cl · e-mail: diarioeltrabajo@gmail.com Director: Marco Antonio Juri Ceballos Impreso en los talleres de Diario El Trabajo FUNDADO EL 24 DE FEBRERO DE 1929 El Guardián de los Cerezos Gastón Gaete Coddou, Géografo Académico Universidad Playa Ancha En un mundo donde la inmediatez domina nuestras vidas y la sostenibilidad se ha convertido en un eslogan más que en una práctica real, la historia de Tôemon Sano, el guardián de los cerezos de 97 años, ofrece una perspectiva revolucionaria sobre la conservación, la tradición y la resistencia cultural frente al cambio climático. La figura de Sano, quien representa la decimosexta generación de una familia dedicada al cuidado de los sakura desde mediados del siglo XVII, trasciende la simple jardinería para convertirse en un acto de resistencia cultural.
Como explica la experta Naoko Abe (2025), «en Japón existen expertos arboristas especializados en sakura desde tiempos inmemoriales». Sin embargo, lo que distingue a Sano y su linaje, es su comprensión profunda de que preservar los cerezos es preservar el alma de una nación. La amenaza del cambio climático sobre los sakura no es meramente botánica; es existencial para la identidad japonesa. Según la Agencia Meteorológica de Japón, los cerezos han comenzado a florecer uno, dos días antes por década desde 1953, una aceleración que podría parecer insignificante pero que representa una ruptura con ciclos milenarios.
Como advierte Shinichi Sano, hijo del maestro jardinero, «si el calentamiento global continúa a este ritmo, creo que con el tiempo habrá regiones en Japón donde los cerezos ya no florecerán». Esta predicción no es solo un dato científico; es una profecía cultural.
Los sakura, que florecen apenas cinco días después de soportar 360 días de adversidad, encarnan lo que Tôemon describe como «la perspectiva japonesa de la vida». Su ciclo representa la paciencia, la perseverancia y la belleza de la impermanencia, conceptos fundamentales en la filosofía japonesa. La labor de los sakuramori como Sano, adquiere entonces una dimensión casi heroica.
Asada Nobuyuki, (secretario general de la Asociación Japonesa de Sakura, 2025), no exagera cuando afirmó que «se puede decir que Tôemon Sano es el más merecedor del título de sakuramori». Su trabajo no se limita a la horticultura; es una forma de arqueología viva que preserva la memoria colectiva de una nación. La historia de la colaboración entre la familia Sano y el botánico británico Collingwood `Cherry' Ingram en la década de 1930, ilustra cómo la conservación trasciende las fronteras nacionales.
Cuando Ingram logró que el abuelo de Tôemon desarrollara métodos para transportar árboles sin que brotaran prematuramente, no solo salvaron variedades en peligro de extinción como el cerezo Taihaku, sino que demostraron que la sabiduría tradicional puede complementar la ciencia moderna. Esta lección cobra especial relevancia en nuestro contexto actual. Mientras los gobiernos debaten políticas climáticas y las corporaciones lanzan campañas de `limpieza verde', la familia Sano ha mantenido durante cuatro siglos un compromiso inquebrantable con la conservación. Su método, que incluye rituales como colocar sake y galletas de arroz en la tierra «como disculpa por la interrupción», reconoce la dimensión espiritual de la relación entre humanos y naturaleza. La posible llegada de la primera sakuramori femenina en la línea familiar, representada por la nieta de Tôemon, simboliza la adaptación necesaria para enfrentar desafíos contemporáneos. Como observa Shinichi «dependerá de su decisión». Esta apertura al cambio, manteniendo la esencia de la tradición, ofrece un modelo para la conservación del siglo XXI. El trabajo de Tôemon Sano trasciende la jardinería para convertirse en un acto de resistencia cultural contra la homogenización global y el deterioro ambiental. Su dedicación a estudiar y dibujar la anatomía de las flores a los 97 años, demuestra que la conservación requiere no solo pasión, sino conocimiento técnico y compromiso generacional.
En una época donde la crisis climática amenaza con borrar tradiciones milenarias, la historia de los guardianes de los cerezos nos recuerda que la verdadera sostenibilidad no radica en la tecnología, sino en la sabiduría acumulada y la determinación de preservar lo que define nuestra humanidad. Los sakura seguirán floreciendo mientras existan personas dispuestas a dedicar sus vidas a su cuidado, una lección que trasciende las fronteras de Japón para inspirar a conservacionistas de todo el mundo.. - - - -