Antofagasta: Una ciudad enferma
Antofagasta: Una ciudad enferma Oo Columna Arquitecto, master en Ciencias, Tecnologías y Salud Nicolás Vega Nicolás Vega Antofagasta: Una ciudad enferma lo y genera estrés, no solo está enferma; también nos nferma. Sila entendemoscomo un organismo vivo, su diagnóstico es claro: cáncer, obesidad, contaminación acústica y un estilo de vida poco saludable. Pero ¿ qué estamos haciendo para sanarla? En lugar de escuchar a los especialistas, parece que preferimos creer en remedios milagrosos tipo elixires que prometen mucho, pero al final solo endulzan el problemasin resolverlo. Sabemos que Antofagastatiene uno delos índicesmás altos decánceren Chile, vinculado directamentea la contaminación por metales pesados, sustancias que se acumulan en nuestro cuerpo y nos enferman.
Además, somos una delas ciudades con mayor obesidad, problema agravado por el malestado delas veredas y la escasez de ciclovías, desincentivando lo que sería un transporte activo y silencioso, reflejando una falta de planificación urbana pensada en la salud de sus habitantes. El ruido esotra de nuestras enfermedades crónicas una que casinuncase toma en cuenta, a pesar de ser la ciudad conlatasa más alta de denuncias por ruidos molestos.
La realidad de Antofagasta es que vive en un constante estado de estrés acústico, donde no solo los locales exceden los límites de ruido, sino queel transporte público ylos camiones de alto tonelaje que van y vienen del puerto son los mayores contribuyentes a esta saturación acústica. Sin un mapa deruido ni normativas claras, seguimos expuestos a niveles que afectan nuestra calidad de vida y salud mental. Frente atodasestas problemáticas, las soluciones han sido insuficientes y enalgunos casos inexistentes.
El sectornortesigue quemándose, el polvo sigue matando y la falta de acciones ntofagasta, una ciudad que respira polvo, vive en el ruiA di concretas para fomentar un estilo de vida saludable son síntomas de una ciudad que no ha priorizado su bienestar. Sin embargo, hay algo de esperanza. Este año, con un nuevo alcalde, parece quelas cosas están cambiando. En solo cuatro meses, se han visto avances, pero el desafío es grande.
No basta con parches temporales o parches en lascalles que solo incentivan el uso del auto; necesitamos cambios de hábitos profundos. ¿Qué podemos hacer? Primero, establecer un plan de transporte público en el cual las máquinas de la locomoción colectiva transiten por las grandes arterias y no por las calles de barrio, reduciendo asíel ruido y la congestión. Además, debemos sacar denuestro borde costero a loscamiones dealtotonelaje, que no solo producen un impacto sonoro negativo, sino que también transitan con materiales peligrosos, poniendo enriesgolaseguridad delosciudadanos.
Segundo, mejorarlainfraestructura urbana: veredas en buen estado, más ciclovías, fomentarel transporte activo no contaminante, Una ciudad con más espacios para caminar y pedalear no solo es más saludable, sinotambién más inclusiva, ya que permite que todos, independientemente de su edad, genero o condición física, se desplacen de manera segura y cómoda. Tercero, aprovechar el borde costero y sus playas durante todo elañocon actividades recreacionales al alcance detodos. Un borde costero bien utilizadono solo fomenta un estilo de vida activo, sino que también se convierte en un espacio de encuentro y convivencia para la comunidad. Y cuarto, implementar un mapa de ruido para generar normativas claras. Abril, el mes delaconcientización del ruido, nos recuerda queunaciudad más silenciosa es una ciudad más saludable. Con educación ciudadana y regulaciones efectivas, podemos reducir el.