Autor: POR JOANNE ACEVEDO
LA RESISTENCIA DE UN COLEGIO
LA RESISTENCIA DE UN COLEGIO El 26 de septiembre del 2024 en Bajos de Mena se vivió una noche de terror.
Donde se preparaba el velorio de un hombre que había sido asesinado días antes, alrededor de las 2:00 am, un vehículo abrió fuego disparando 150 tiros: una persona terminó muerta y dos adolescentes gravemente heridos, los que fueron trasladados al Cesfam Raúl Silva Henríquez. Pero hasta allí llegaron quienes habían disparado y amenazaron al personal de salud con “reventar” el consultorio si salvaban a los heridos. Horas después, cuando lo ocurrido acaparaba titulares en las noticias, a pocos metros del consultorio, el colegio Elisa Valdés abría sus puertas como cada día, para recibir a sus alumnos. La profesora de Historia Montserrat Salfate, quien trabaja ahí desde 2022, recuerda que esa jornada se desarrolló con normalidad, pese a que había cierta inquietud en el ambiente. Escucharon helicópteros que sobrevolaron el colegio y por WhatsApp iban y venían mensajes de los apoderados comentando lo ocurrido. “Decían que se habían enfrentado dos bandas en el Cesfam de al lado en la noche, que tuviéramos cuidado porque no era como cualquier funeral de alto riesgo, que este había sido diferente. Los helicópteros sonaban fuerte, hasta el director se asustó”, dice. Junto a los demás profesores, ese día Montserrat abandonó el lugar en caravana como medida de precaución ante un posible nuevo ataque. Los días siguientes, agrega, el colegio decidió mantener las clases para resguardar a los niños del sector, que suele ser complejo. “Muchos de ellos quedan solos en sus casas en ese horario y podía ser peligroso.
Igual funcionó para darles comida porque hay hartos niños que solo pueden almorzar en el colegio con Junaeb”. Ella, por su parte, habló con su curso el sexto básico, donde es la profesora jefe sobre la gravedad de este tipo de funerales porque no quería que sus alumnos normalizaran lo sucedido.
En esa conversación escuchó cómo ellos habían vivido esa noche: “Muchos dijeron que no puestigmatización, hay gente que quiere luchar y está haciendo su mejor esfuerzo por salir adelante”, afirma José Elgueta, el director del colegio. cialmente en barrios periféricos donde es más difícil que llegue la mano del Estado. La gente lo siente y lo sabe cuenta.
No obstante, asegura que las familias confían en el establecimiento como un espacio seguro y de resguardo: “Hay apoderados que vienen a dejar a su hijo a las 7 de la mañana, cuando yo llego, y los niños se van a las 6.
Están toda la jornada acá porque el lugar donde viven no es muy sano ni muy pasivo”. Entre las medidas que se han tomado, Elgueta destaca la implementación del Plan Integral de Seguridad Escolar (PISE), un protocolo para nuevos eventos: “Hoy los siniestros ya no son incendios o sismos, sino de repente bombas o armas. Sabemos que estos incidentes no dependen de nosotros como colegio, pero es importante tener acciones que le den seguridad a los apoderados, estudiantes y profesores”, explica.
A sus espaldas, en uno de sus ZERÉPANERACAM dieron dormir debido a los disparos, que las balas habían llegado a sus muros y se tuvieron que proteger”. La profesora hace una pausa y recuerda un comentario que le hizo una alumna de octavo básico. “Ella me dijo Profe, yo siento que estoy más tranquila y segura adentro que afuera (del colegio) porque resulta que el del velorio narco era su vecino. Para ella el colegio es un lugar de protección”. Un martes por la tarde de marzo de 2025, el colegio Elisa Valdés está en silencio. Sus alumnos están en clases y nadie deambula por sus largos pasillos. Ubicado al lado del Cesfam Raúl Silva Henríquez, la construcción del colegio destaca por tener rejas azules muy altas y paredes gruesas de cemento. El colegio fue construido en un sector de sitios eriazos, entre casas pequeñas, edificios bajos y grafitis con frases motivacionales: “No botís más basura” dice el más llamativos. Su interior es amplio, tiene un patio verde con balancines y una pequeña cancha. En la entrada una estatua de la Virgen María llama la atención, rodeada de escaleras en forma de caracol y reflejos rojos. “Tenemos 1.250 alumnos”, dice José Elgueta (60), rector del establecimiento desde el 2023, sentado en su escritorio. Su oficina se encuentra en la entrada, a pocos pasos de la pequeña capilla del colegio. Lo rodean estantes llenos de libros y carpetas; según él, documentos que lo han ayudado a establecer focos de aprendizaje y desarrollo dentro del colegio.
De aquí salen profesionales, gente que tiene su especialidad y va a la universidad A pesar de que el sector sufre de mucha estigmatización, hay gente que quiere luchar y está haciendo su mejor esfuerzo por salir adelante dice con una sonrisa. El colegio Elisa Valdés nació como iniciativa de un grupo de profesionales pertenecientes a la Fundación Hogar Catequístico el año 2000. Sin embargo, en 2011 fue vendido a la Corporación Educacional de la Cámara Chilena de la Construcción (Coreduc), sostenedora con la que Elgueta ha trabajado por más de 20 años. Años antes de convertirse en rector del colegio, inició su carrera como profesor de Educación Básica e Historia durante un corto tiempo y luego realizó un Magíster especializado en el área de dirección. Desde ese entonces, se interesó en dirigir establecimientos; “en general yo he trabajado con establecimientos de alta vulnerabilidad”, afirma. Antes de dirigir el colegio Elisa Valdés, José Elgueta estuvo a la cabeza del Liceo Sergio Silvia Bascuñán de La Pintana, perteneciente al Coreduc. Para él, ambos lugares comparten características muy similares: su nivel de vulnerabilidad es mayor al 93% y su entorno es de alta complejidad. Desde que llegó a Bajos de Mena, uno de los principales obstáculos que ha tenido como rector, afirma Elgueta, es luchar contra la estigmatización del sector. Sin embargo, reconoce que dentro de los últimos años las cosas se han complejizado. Todos conocemos que este es un barrio marginal, una población marginal, pero antes era otra la dimensión de ese lugar, 10 años atrás la cosa era distinta.
Ha aumentado el nivel de violencia, ha aumentado el nivel de todos los males sociales típicos y espeestantes, se ven cuatro anchas carpetas de cartón, todas tienen escrito (PISE). Queremos que el alumno sienta que efectivamente estar en el colegio no es lo mismo que estar afuera. Y hoy eso es muy valioso, porque así se hace posible que los chiquillos quieran venir a su colegio y puedan terminar el año completo, a pesar de lo que esté ocurriendo. Bajos de Mena se encuentra ubicado en el extremo surponiente de la comuna de Puente Alto.
Actualmente está conformado por 49 subconjuntos o villas, por lo que es conocido como “el gueto más grande de Chile”. Si bien, no existe un índice de violencia sobre el sector en específico, según el último Informe de Homicidios entregado por Eduardo Vergara, exsubsecretario de Prevención del Delito, en mayo del 2024, Puente Alto fue una de las comunas que encabezó el listado con 35 asesinatos. Dentro de los casos más bullados del último año destacan las balaceras, principalmente dos que ocurrieron el 26 de septiembre y 6 de diciembre. Estos eventos fueron cubiertos por todos los medios de comunicación. Meses antes, en agosto, TVN informó de un ataque armado hacia un Cesfam del sector que dejó dos fallecidos. En noviembre, Emol informó sobre un operativo que dejó un detenido, armas incautadas, narcóticos y amenazas a vecinos con armas de fuego. Estos son algunos de los eventos que ocurrieron tan solo en el segundo semestre del 2024. Durante el 2024, Monserrat Salfate contó alrededor de ocho funerales de alto riesgo dentro del sector. Al día siguiente de estos, siempre escuchaba las historias de los niños o debía despertarlos en medio de la clase, pues los disparos nocturnos no los dejaban dormir. Recuerda que reiteradamente sus alumnos se acercaban preocupados a preguntarle sobre posibles balaceras mientras estaban en el colegio, por lo que se hizo más cotidiano explicar los procedimientos. Tenemos zonas de evacuación predeterminadas para estas cosas. En este caso, antes de salir, los más chicos se tienen que poner debajo de la mesa y los más grandes se ponen al costado. Los niños saben lo que tienen que hacer, se evacúa el colegio en el segundo timbre. Al interior de las salas, entremedio de sillas y mesas, niños desde los 10 hasta los 13 años no solo estudian, también se agrupan y juegan.
Esto ocurre una vez a la semana, cuando les toca imaginar que están en la NASA o son astronautas, actividad que forma parte del Desafío Security, una iniciativa que nació en 2023 desde Desafío Levantemos Chile, Fundación Gabriel & Mary Mustakis y Fundación Security, Felipe Muñoz, fundador de Fundación Security empezó a dictar el programa en el establecimiento a inicios del año 2023 gracias al financiamiento de la Fundación Mustakis. Su objetivo es enseñarles a los niños a identificar sus sentimientos y desarrollar sus características socioemocionales a través de juegos.
Muñoz cuenta que siempre llamó su atención trabajar en Bajos de Mena debido a su alto porcentaje de vulnerabilidad (94%); las variables que considera este índice, explica, contemplan las encuestas de vulnerabilidad realizadas por Junaeb, el sistema de ZEPÓLOSNOFLAOIGRES afiliación de salud, el informe del Sename e información del Registro Civil.
La estigmatización, penetración de cultura marginal, falta de servicios sociales como plazas y lo poco integrado que está el territorio nos despertaba mayor interés de intervenir pues sentimos que se requieren muchas más actividades, el Estado no llega ahí dice. El 26 de septiembre del año pasado, Carolina Tohá, entonces ministra del Interior, visitó Bajos de Mena luego de que el sector fuera tomado por bandas de narcotraficantes. Hasta hoy, seis meses después, José Elgueta, rector del establecimiento, cuenta que no ha sido comunicado de nuevas medidas de seguridad por parte del municipio ni visitado por autoridades. “Esto no va a cambiar.
Los niños ya saben que a cierta hora no pueden salir, los papás los tienen súper protegidos, los papás presentes, porque también hay muchos niños que no tienen papás, que viven con abuelos, que sus padres son drogadictos o que sus propios familiares están metidos en estas cosas”, cuenta a Sábado bajo anonimato una de las profesoras del colegio. Lleva más de tres años impartiendo clases en el establecimiento, donde reconoce existe mucha preocupación por resguardar a los niños, para que el colegio sea un espacio seguro y contenido. Sin embargo, admite que es difícil sacar a los niños del contexto de violencia en el que viven día a día. Están muy acostumbrados a la vida de Bajos de Mena. Ellos mismo llegan contando dónde son las balas locas, qué familiar murió o que sus familias andan en cosas raras porque saben que no se hará nada al respecto. Ellos dicen que la gente que muere en Bajos de Mena a nadie le importa, ese tipo de noticias no llegan, o tampoco hay algo judicial que vaya a avanzar.
Una de las historias que la profesora habitualmente recuerda fue la de un funeral de alto riesgo; durante esos días algunos niños llegaban achacados porque les habían disparado a vecinos o familiares: “Una de las profesoras de básica se me acercó y me contó que había un niño de sexto básico preocupado, su tío iba a ir al velorio, pero súper disfrazado porque lo andaban buscando”. Para Monserrat Salfate, la formación de sus alumnos lo es todo.
Le gusta mucho ser profesora, por lo que siempre se mantiene atenta al comportamiento de los niños, la magnitud de los problemas familiares que le cuentan o inasistencias reiteradas: “Los papás saben que si faltan más de tres veces seguidas el colegio, se preocupa, así que ellos mismos me llaman para avisarme si algo les ocurre”. Además, cuenta que en caso de evidenciar poca preocupación por parte de los apoderados, el establecimiento agenda visitas domiciliarias. Si a pesar de esto los problemas persisten, el colegio realiza denuncias guiadas por convivencia escolar.
Constantemente se preocupa por la presentación de sus alumnos; “Uno chequea si los niños llegan aseados, o con la higiene básica, porque si constantemente no es así, es un signo de despreocupación de parte de quienes los cuidan”. Sobre el colegio y su sector, dice que ni la ubicación ni la estigmatización le asusta, nunca ha sentido miedo: “Lo que yo siento por mis alumnos y el colegio es orgullo”, dice mientras busca los resultados del SIMCE de sus alumnos en el 2024. Mis niños, son buenos niños dice con una sonrisa Estamos felices: en el SIMCE sacaron buen puntaje, como 290. Subimos respecto a los años anteriores, y comparado con nuestro mismo nivel socioeconómico, estamos sobre la media. Cuando hablo con ellos, siempre les digo que si bien Bajos de Mena es un sector estigmatizado y para muchos complejo, yo confío en ellos. Para el cierre de esta edición, la Corporación Municipal de Puente Alto se abstuvo de participar en el reportaje. Según Helio Esquivel, director de Comunicaciones, han negado la mayoría de entrevistas que aumenten la estigmatización de Bajos de Mena. “Los niños están acostumbrados a la vida de Bajos de Mena, llegan contando dónde son las balas locas o que sus propias familias andan en cosas raras. Ellos dicen que la gente que muere en Bajos de Mena a nadie le importa”. La percepción de las familias es que el colegio es un espacio seguro en medio de un entorno complejo. “Los niños están toda la jornada acá porque el lugar donde viven no es muy sano ni muy pasivo”, asegura el rector. Ubicado en Bajos de Mena, un sector que debido al aumento de narcotráfico y homicidios ha incrementado también su estigmatización, se encuentra el colegio Elisa Valdés.
Esta es la historia de un establecimiento con 94% de vulnerabilidad que día a día intenta incidir en la vida de sus alumnos mediante medidas socioemocionales y de seguridad.. “A pesar de que el sector sufre de mucha