Autor: Dr. Juan Luis OyarzO GáLvez, ACADéMICO, INgENIErO COMErCIAL
Columnas de Opinión: Diagnóstico para una economía fatigada
Columnas de Opinión: Diagnóstico para una economía fatigada En estos días hemos sido testigos de un debate recurrente sobre el rumbo económico del país. Las cifras se anuncian, los análisis se multiplican y los diagnósticos parecen reiterarse. Sin embargo, tras esa aparente normalidad estadística, se esconde una verdad incómoda: Chile enfrenta un agotamiento estructural que compromete su futuro. Y el problema no es nuevo, pero sí cada vez más urgente. Nuestro crecimiento económico se ha mantenido en torno al 2% durante más de una década. Aun cuando en 2024 se celebró un leve repunte del 2,6%, este se sostuvo casi exclusivamente en el desempeño del sector minero, particularmente del cobre, cuya participación sigue rodeando el 50% de nuestras exportaciones. La economía chilena continúa anclada en un modelo extractivo que, aunque rentable, limita seriamente nuestra capacidad de diversificación productiva. La inversión tampoco ha dado señales alentadoras. La Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF), indicador clave del esfuerzo inversor nacional, mostró una variación negativa de 0,2% en el año 2024.
En un país que depende principalmente del consumo de los hogares y el gasto fiscal para sostener su PIB, la falta de inversión limita el crecimiento de largo plazo y nos hace vulnerables a los ciclos económicos. La productividad, lejos de mejorar, se ha estancado. Este deterioro también se refleja en el mercado laboral. La informalidad afecta a más de un cuarto de la población ocupada, lo que evidencia que no sólo se generan menos empleos, sino que además son de menor calidad. Si la inversión no se reactiva, difícilmente se podrá mejorar la situación del empleo ni reducir la precariedad. En este contexto, resulta claro que no estamos frente a una crisis transitoria ni a un error de política puntual. Estamos, más bien, ante una economía que ha perdido dinamismo, cuya estructura necesita ser reformada con urgencia.
El diálogo entre el gobierno y el sector empresarial es un avance, pero si no se traduce en medidas concretas orientadas a mejorar la productividad, fortalecer la inversión y diversificar nuestras exportaciones, seguiremos atrapados en un modelo que ya dio lo que tenía que dar. El gran riesgo no está en reconocer que hay problemas, sino en acostumbrarse a convivir con ellos. Administrar el estancamiento no es gobernar: es simplemente postergar lo inevitable..