El regreso de las águilas inmortales
El regreso de las águilas inmortales C reado el 6 de marzo de 1880 mediante Decreto Nº 37, con el objetivo de optimizar la situación militar en el contexto de la Guerra del Pacífico, el Batallón Cívico Talca copó sus plazas en el Liceo de Hombres de la ciudad.
Sus primeras maniobras militares las efectuó en la Alameda, y la tarde del lunes 5 de abril de 1880 recibió solemnemente su estandarte de combate (de color azul, ya que los rojos eran de los batallones de línea) en el pórtico del Templo Parroquial, obsequio de los habitantes de la urbe, el que enarbolaría durante toda la guerra.
Sus actuaciones La madrugada del 15 de abril de 1880, en la Estación de Ferrocarriles de Talca, abordó el convoy formado por trece carros que le esperaba para partir rumbo a Quillota, desde ahí a Valparaíso y después hacia Antofagasta donde se embarcó en el vapor "Copiapó". De esa manera, el 24 de agosto de ese año pasó a formar parte de la Primera División Independiente Expedicionaria al Perú, operación táctica a cargo del capitán de navío graduado Patricio Lynch Solo de Zaldívar, junto a los batallones Buin Nº1 de Línea, Colchagua, un grupo de artillería y dos compañías de caballería con las cuales incursionaría -en numerosas oportunidades yendo a la vanguardiaPerú por mar y tierra. Tras ser ascendido a Regimiento el 29 agosto de 1880, con un total de 1.189 plazas, en Arica comenzó su penetración en suelo peruano.
El uniforme de los oficiales constaba de una chaqueta y pantalón negro, quepí de brin y botas de cabritilla; en tanto, la tropa lucía casaca gris azulada con puño y cuello rojos, botas de media caña bayas, quepis de paño azul oscuro, cinturón con hebilla y fusil Comblain.
Intervino decisivamente -junto a las demás tropas nacionalesen las batallas de Chorrillos (13 de enero de 1881) y Miraflores (15 de enero de 1881), que permitió la entrada a Lima y la toma del puerto del Callao, siendo destinado el 17 febrero de 1881 a Huacho, donde permaneció hasta agosto de ese año.
Combatió en San Pablo, Cajamarca (13 de julio de 1882), y en la Batalla de Huamachuco (10 de julio de 1883, donde fue apodado "Águilas inmortales", por su velocidad y fiereza en el combate), en la sierra peruana, último y sangriento enfrentamiento en el cual Perú fue completamente derrotado.
Al término de la batalla el Ejército chileno capturó la totalidad de la artillería peruana: trece cañones; 560 fusiles, cinco mil tiros a bala, innumerables banderas y banderolas de los batallones peruanos, pertrechos y cabezas de ganado. Las bajas del Talca sumaron 15 muertos y 26 heridos. Así, heroicamente, feneció el Ejército del Centro peruano.
Con el Tratado de Ancón firmado el 22 de octubre de 1883, se puso término a la guerra y a las 08:00 horas del 23 de ese mes las tropas formaron en la Plaza de la Independencia de Lima, a las órdenes del coronel Enrique Baeza, para Jorge Valderrama Gutiérrez Después de la dramática victoria en Huamachuco, los hombres del Batallón Talca fueron apodados "águilas inmortales, invencibles", por su velocidad y fiereza en el combate Capitán del Batallón Talca, Ruperto Eleodoro Vergara, hermano del intendente y ex rector de la Universidad de Chile, don José Ignacio Vergara. En la manga izquierda de su guerrera luce el signo estilizado de la masonería. Coronel José Silvestre Urízar Garfias, primer comandante del Batallón Talca. Falleció el 22 de febrero de 1882 consumido por la Fiebre Amarilla, cuando ostentaba los cargos de Prefecto y Jefe Militar del Departamento de Libertad. Arco de triunfo levantado por profesores y alumnos del Liceo de Hombres de Talca, en la Plaza de Armas, 1884. Museo Bomberil Benito Riquelme.. El regreso de las águilas inmortales a los herederos (hijos/as) de Don Arnoldo Antonio Reyes Alfaro. Comunicarse al número 962886963 bajar la bandera chilena del Palacio de los Virreyes. Los últimos en abandonar la capital del Rímac fueron los 714 soldados del Regimiento Talca. De 955 combatientes en 1880, el Batallón Talca tuvo 498 bajas en toda la Guerra del Pacífico: 158 muertos (85 de ellos a causa de la fiebre amarilla) y 340 heridos, además de 206 desertores. Apoteósico recibimiento Ya quedó atrás la gloria de Huamachuco y los 714 soldados sobrevivientes del Regimiento Talca están ansiosos por pisar suelo natal.
El 22 de mayo de 1884 el contingente talquino fue recibido en la Estación Central de Santiago por cuatro Hijos Ilustres de Talca: Carlos Antúnez, ministro de Guerra; Aniceto Vergara, ministro de Relaciones Exteriores; José Francisco Gana, comandante general de Armas; y Ramón Vergara Donoso, ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago. Al día siguiente abordó el tren que los llevaría de retorno a Talca.
Siete meses después de firmado el Tratado de Ancón, que como se mencionó precedentemente puso término a las hostilidades con Perú, retornarían a Talca y desfilarían por sus calles... tras haber estado alejados cuatro años y un mes. En ese tenor, el 23 de mayo de 1884 no se recuerda en Talca. Y, sin embargo, debería ser una efeméride local/ regional, porque la ciudad se volcó a las calles, avenidas, plazas, veredas y la Alameda para recibir a sus valientes combatientes de la Guerra del Pacífico.
Así, en la estación de la urbe los esperaban el intendente interino, doctor Mateo Donoso Cruz; una comisión patriótica formada por Bernardo Letelier, el doctor Lorenzo Carrasco, Adolfo Armanet, Tomás Segundo Matus y Luis Salinas; otra del Cuerpo de Bomberos integrada por Rafael Valentín Rojas y don Pedro Letelier Silva, además de los oficiales del Regimiento Talca que habían regresado con anterioridad y que estuvieron representados por sus antiguos capitanes: Ruperto Eleodoro Vergara, José Domingo Urzúa, Dionisio San Cristóbal, Pedro Letelier y Manuel Fernando Parot. Todos los balcones lucían engalanados, destacándose en el comercio los del hotel del argentino don Salvador Peralta, y los del almacén de música construido recientemente por don José Demarco. Cabe señalar que don Salvador Peralta fue un connotado comerciante y hombre público trasandino que llegó muy joven a Talca, urbe en la que vivió y murió.
Ese mismo día contribuyó, además, en el levantamiento de un arco de triunfo en homenaje a los batalladores que regresaban del norte y que situó en la Placilla, actual 2 Sur con 7 y 8 Oriente. En esa oportunidad, presididos por el coronel Alejandro Cruz Vergara (quizás el único oficial cívico que alcanzó tan alta graduación), los campeadores del Batallón Talca desfilaron por las principales calles de su ciudad nativa. Comenzaron en calle 2 Sur, donde pasaron bajo los arcos de triunfo levantados por los empleados de Ferrocarriles, por el Batallón Cívico y por los artesanos y obreros piducanos. En 8 Oriente, en la Placilla (actuales 7 y 8 Oriente), doblaron hacia calle 1 Sur, siempre seguido por el Batallón Nº 2 de Cívicos de Talca.
Ya en plena 1 Sur vieron cómo se alzaban al cielo los arcos triunfales de la colonia francesa residente, el de los profesores y alumnos del Liceo de Hombres, el del mencionado empresario argentino Salvador Peralta, el del Cuerpo de Bomberos y el del cura Fernando Blait. ¡Arcos de triunfo que la ciudad había erigido en su homenaje!, además de casas embellecidas, embanderadas y miles de voces con disfonía por tantos vítores. Al unísono, profusas flores y pétalos iban cayendo desde los balcones al paso marcial de los héroes. Mientras pasaban por aquellas calles adornadas que les vieron correr de niños, quizás evocaron a la señora María, los escobazos del almacenero On Lucho y lejanos pugilatos estudiantiles.
Por fin llegaron a la Plaza de Armas, donde fueron agasajados por los discursos del sargento Pedro Morales, el artesano Rudecindo Torres, el francés Eugenio Laborde y el comandante de Bomberos, don Vicente Ignacio Rojas; por el doctor Juan Salamanca y el sacerdote Blait. Mientras truenan las aclamaciones, una multitud enfervorizada corea la Canción de Yungay y el Himno Nacional. El desfile culminó con fuegos de artificio costeados principalmente por la colonia italiana presidida por Ernesto Trucco, Perpetuo Barberis y Andrés Vaccaro. Terminado el festejo se hospedaron en la Casa de Ejercicios, hasta donde ya habían llegado, desde la Estación de Ferrocarriles los enfermos, en camillas y coches particulares. Primeros heridos Obviamente que el aporte militar de Talca al conflicto de la Guerra del Pacífico tuvo un precio, puesto que muchas vidas en plenitud fueron cercenadas por la guerra y otras tantas mutiladas. Así, el primer contingente de lisiados por efecto de la lucha había arribado a Talca el 9 de febrero de 1881, consecuencias de las sangrientas batallas de Chorrillos y Miraflores. Durante el viaje, un telegrama dirigido al dueño del hotel de Rancagua, rezaba: "Necesitamos almuerzo y refresco para los heridos", el que no tuvo respuesta.
Sin embargo, ya en la estación de ese pueblo la concurrencia era extraordinaria: casi toda la ciudad vitoreaba a los defensores de la patria y una comitiva encabezada por el gobernador, Tristán Matta Ugarte, abordó los carros llevando platos de caldo, copas de helados, limonadas, vino, cigarros y todo cuanto necesitaran. En San Fernando unos jóvenes treparon a los vagones para distribuir entre los heridos paquetes de cigarros, y un heladero repartió cien copas del refrescante producto, negándose a recibir el pago. En Teno, don Víctor Carrasco hizo subir tres grandes canastos con variada fruta, y en Curicó aguardaba a los heridos una banda de música en un marco de concurrencia tan numeroso como entusiasta. En Molina, el doctor Madariaga auxilió gratuitamente a los más graves. Y en Panguilemo el coterráneo Pastor Cerda hizo repartir "cigarros de papel i de hoja", dos atados por persona. Epílogo El Batallón Cívico Movilizado Talca no soltó las armas desde Chorrillos hasta el cono de Huamachuco (en quechua: gorro de halcón), que concluyó con su gloria. El 29 de abril de 1885 se decretó el receso del Batallón Talca, quedando su bandera y Estandarte de Combate bajo recibo en la Municipalidad de Talca. Teniente Romelio Azocar, exhibiendo en la manga izquierda de su guerrera una estilización del compás y la escuadra, signos universales de la masonería. Coronel Alejandro Cruz Vergara, quizás el único cívico que obtuvo ese grado. Falleció el 9 de diciembre de 1891 en Talca, rodeado de su familia. Heroína talquina María Fort Cádiz de Rivera, viuda del capitán Juan Rivera Moya, muerto en la Batalla de Chorrillos. Cuando el Batallón Talca regresó a su ciudad natal, ayudó en hospitales, hospicios y hasta en su casa, cuidando a los soldados..