Esa nostalgta en los ojos de los animales y las cosas
Esa nostalgta en los ojos de los animales y las cosas Ziley Mora Penrose Escritor, etnógrafo y filósofo D esde niño yo vi en los ojos de los animales, particularmente en los chivos y rumiantes antes de ser sacrificados, la emoción del miedo como base constante. Percibía el sufrimiento de la noche de la creación en su mirada, su peso nostálgico en donde aún no se ha hecho la luz. Después fui comprendiendo que los animales y la naturaleza esperan de nuestra conciencia la luz que los saque de su sagrada noche. Y esto no significa dejar de comer su carne, pues hay una enorme diferencia entre "matar" y "sacrificar". Lo entendían muy bien los pueblos indígenas de América. La muerte de un animal era un rito, donde en primer lugar se agradecía al Gran Poder el obsequio búfalo, ciervo o camélido para que la labor o misión humana pudiese continuar. Es decir, se agradecía su energía para que la tribu pudiese robustecerse en su tarea cósmica: por ejemplo, ayudar al sol a levantarse en el amanecer. Creo que ellos y las cosas amadas nos necesitan, nos esperan para que en nuestra breve y precaria evanescencia como la de ellos, les revelemos el mundo y el misterio de sus dolorosas existencias. Nos esperan crecidos en comprensión para que los contemplemos y los reflejemos, proyectándolos en la luz. Porque de toda la vida sobre la Tierra, sólo nosotros podemos salir del espeso pantano de lo Inconsciente. Nos necesitan para que lleguemos a ser el espejo de la creación, del animal, del árbol, del río, de la piedra y, tal vez del mismo Dios.
Somos, en fin, aunque no nos guste por los esfuerzos que ello implica, la conciencia del mundo, el espejo del pasto y de la flor silvestre, el espejo de los rumiantes, lo que la Naturaleza nos ha venido formando a través de las edades. ¿Para qué? Para que la revelemos en los abismos de sus goces y de sus penurias, ya que al decir de alquimistas como K. Jung, "el hombre deberá terminar la obra que la Naturaleza ha dejado incompleta". Perfectamente se puede discrepar respecto a la afirmación de Jung. Qué duda cabe que uno de los males que afecta a la sociedad occidental moderna es justamente la pretensión de que el hombre termine la obra que la Naturaleza ha dejado incompleta.
Pero el drama es que él no se incluye en ese trabajo de auto perfeccionamiento de su alma, porque ¡ él también es Naturaleza! No se da cuenta que su psiquis requiere ser trabajada para dejar de ser regido por las pulsiones y fuerzas ciegas de su Inconsciente. Y así fue que todo decayó en explotación, envenenamiento del ambiente y vida artificial. Esto tiene su origen en la revolución industrial y el vertiginoso desarrollo de la ciencia y la tecnología que se generó a continuación.
Este Somos, en fin, aunque no nos guste por los esfuerzos que ello implica, la conciencia del mundo, el espejo del pasto y de la flor silvestre, el espejo de los rumiantes, lo que la Naturaleza nos ha venido formando a través de las edades. ¿Para qué? Para que la revelemos en los abismos de sus goces y de sus penurias. hombre creyó que podía corregir o dominar a la naturaleza según su voluntad y conocimientos. Hoy ella responde a esa pretensión y puede incluso que lo extermine tratando a su especie como una plaga más. Aquí citamos a Jung como alquimista, más que como el gran científico del alma que fue.
Es decir, el sentido de lo que afirma es que al activar nuestra conciencia completamos la Naturaleza como aliados de ella; esto es, para leer su mensaje secreto elevándonos en luz autoobservadora; para ser el espejo guardián de la creación, de la pradera, de los animales y hasta revelar a Dios mismo, como ya hemos dicho y repetimos, cuando "algún día" alcancemos capacidades infinitas. Y eso implica lograr alta sabiduría, exactamente lo opuesto al abuso explotador de la Naturaleza y a rentabilizar sus dones, que acarreó toda esta degradación moral donde nos hundimos como humanidad.
Es decir, el alquimista Jung estaba diciendo que la misión del hombre superior, (no el pragmatista dormido e insensible de hoy), es ver y maravillarse con la Naturaleza como espejo de misterios y saberes insondables y no como "recurso" o cantera de egoístas gananciales.
Para mí -como para muchoshay una muy rara flor, una alta gracia, un enorme don que en la Edad Media se le llamó Grial, y que se obtiene haciendo méritos que nos permitirán acceder a momentos de supraconciencia. Es en verdad, tal como lo afirma Miguel Serrano, "una flor de pura creación, una flor mítica e inexistente, que quizá no sea ya de la Naturaleza, y que es a lo que aludía Jung. La flor inexistente es eso que él llamó el Sí Mismo, el Círculo cuya circunferencia está en todas partes y su centro en ninguna". Es ese centro de la persona que hay que inventar. Es decir: la eternidad, la inmortalidad es invento, es creación. El alma misma es obra, autoconstrucción humana. Hay que creer que el Sentido secreto del vivir, ese mito que me da Vida, el Centro, que la Flor-Grial existen, aún cuando no existan y nunca sean. "Bienaventurados los que no vieron y creyeron.".