Autor: FranciscO DarmenDraiL, MAgíStEr EN HIStOrIA ECONóMICA Y EMPrESArIAL
Columnas de Opinión: Asalto y toma del Morro de Arica
Columnas de Opinión: Asalto y toma del Morro de Arica En la madrugada del 7 de junio de 1880, Chile vivió una de las jornadas más decisivas y conmovedoras de su historia. En lo alto del Morro de Arica, una bandera chilena flameó con fuerza entre el humo y la pólvora. Fue el resultado de una operación militar que, más allá de su eficacia táctica, se transformó en un símbolo del valor, el compromiso y el sacrificio de toda una generación de soldados chilenos. La toma del Morro de Arica no fue solo una acción bélica. Fue un acto de entrega total por parte de cientos de hombres que, convocados por el deber, avanzaron sin titubeos hacia una de las posiciones más difíciles del conflicto.
Provenientes de distintos rincones del país, los soldados chilenos demostraron un temple a toda prueba, conscientes de que lo que estaba en juego no era solo una victoria, sino el destino mismo de la campaña del sur. Bajo el mando del coronel Pedro Lagos, cuya lucidez estratégica fue clave para el éxito de la operación, las tropas iniciaron el asalto con decisión y valentía. Lagos, sin embargo, no peleó solo. Junto a él estuvieron batallones enteros de infantería que treparon por las laderas del morro, enfrentando fuego enemigo, explosivos y combates cuerpo a cuerpo. No hubo distinciones: oficiales y soldados combatieron como uno solo, en unidad, como hermanos de causa. Muchos de ellos no regresaron. Sus nombres quizás no figuren en los libros más conocidos, pero su huella vive en la memoria profunda del país. Ellos encarnaron el espíritu de sacrificio, la fe en la misión, y el amor por la patria. Aquella madrugada, en cada disparo y en cada grito de avance, resonaba el eco de un Chile que luchaba por afirmarse y construir su destino.
Hoy, a más de un siglo de aquella gesta, el Morro de Arica se yergue no solo como una fortaleza natural, sino como un monumento silencioso a todos quienes entregaron su vida, su fuerza y su voluntad en nombre de Chile.
Es deber de las generaciones actuales mirar hacia esa cima con respeto, gratitud y conciencia de que la historia se forja con el esfuerzo de muchos, no solo con los nombres ilustres, sino también con los rostros anónimos que dieron todo sin pedir nada a cambio. El 7 de junio no es solo una fecha en el calendario. Es un recordatorio eterno del coraje colectivo de un ejército y del compromiso inquebrantable con una patria que supo, en sus momentos más duros, encontrar en sus hijos la fuerza para avanzar..