La morada del Dios del Fuego
La morada del Dios del Fuego Algunos de sus nombres propios se han inscrito en la historia de los temores ancestrales: Vesubio, Krakatoa o Fuji. Por_ Ignacio Szmulewicz A. Historiador del Arte TEMOR TEMOR Y ATRACCIÓN POR LAS FUERZAS DE LA TIERRA Mientras duermen, son los puntos de referencia para viajeros viajeros y turistas. Activos, atraen a geógrafos y aventureros. Cuando emergen del sueño, el espanto que producen es mayor. Despavoridos, Despavoridos, los habitantes de sus cercanías humanos y no humanos corren al sentir los primeros sismos, cuando las fumarolas hacen su aparición y la lava se cierne amenazante. Ninguna otra materia del planeta atrae de igual manera al punto que asusta. En su forma líquida se asemeja al manjar más irresistible y, en la sólida, es una especie de reverso de las rocas que los astrónomos trajeron de la Luna. Ciudades enterradas en nubes pirotécnicas; cráteres de rocas calientes; pavor por ríos de lava. La arqueología tiene su origen en las excavaciones de Pompeya y Herculano, en los frisos, frescos y órdenes de sus edificios; en las frases y los rayados que se registran. registran. Todos estos, acontecimientos que revelaron la profundidad intelectual y la vida cotidiana de la Antigüedad, como ningún monumento o copia. La cultura de masas celebra el eco que los volcanes generan en sus espectadores. Se encuentra en las apoteósicas profecías para entender el fin de lo humano en «Krakatoa, East ofJava» (1968) dirigida por Bernard L. Kowalski; o en el fragmento de «Sueños» (1990) de Akira Kurosawa, con el cielo pintado de rojo por el Fuji.
Como también en la misteriosa atracción que tiene el personaje personaje de Ingrid Bergman por la poderosa montaña en «Stromboli» (1950), o en la curiosidad científica de dos vulcanólogos que renuevan sus votos de amor en la cinta documental estadounidense-canadiense estadounidense-canadiense de 2022, dirigida, escrita y producida por Sara Dosa, «Fire ofLove» (2022). «Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland en el volcán Chimborazo, Ecuador», Friedrich Oeorq Weitsch (1806). PERO, QUÉ HAY EN LA TRADICIÓN DE LA PINTURA RESPECTO DE LA ICONOGRAFÍA DE LOS VOLCANES? Para la Historia del Arte, el magma incandescente se encuentra en 3 corrientes iconográficas.
Primero, representa la raíz histórica de su etimología en el Dios Vulcano Vulcano (también recordado en el artículo de la página anterior, de esta misma misma edición): deidad del fuego, la forja, la metalurgia y, claro, asociado con los volcanes.
Se lo ve además en destacadas telas de autores de múltiples épocas y estilos, entre ellos, Giulio Pippi (más conocido como Giulio Romano), Francesco Bassano el Joven, Paolo Caliari o Cagliari (también conocido como Paolo Veronese), Jacopo Comin/Tintoretto, Luca Giordano, los tres Hermanos Le Nain y François Boucher. Por su parte, Diego Velázquez (1599-1660) fue el responsable de sacar al volcán del Olimpo, y acercarlo a las personas comunes y corrientes. En 1630, pintó «La fragua de Vulcano», una memorable escena donde lo celestial y lo secular se confunden. En la tela, Apolo ingresa sorpresivamente sorpresivamente en la forja mientras el Dios del Fuego se encuentra laburando con sus asistentes. Todas las miradas confluyen hacia el apolíneo al traer este, la infausta noticia del amorío entre Marte y su esposa. Velázquez congela a sus personajes como si el tiempo se hubiera detenido, y los lleva al punto de ebullición que antecede a la violencia de la erupción. Otro grupo, se refiere a estas colosales montañas por el papel que juegan como ductos de ventilación entre la infinita presión de su núcleo y la atmósfera. Dos casos son emblemáticos para entender la ciencia moderna. Friedrich Georg Weitsch (1 758-1 828) pinta a Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland en el volcán Chimborazo, Ecuador, en 1806. En el lado derecho, los exploradores vestidos elegantemente con sus instrumentos; a la izquierda, los indígenas sentados cocinando en las faldas del volcán.
A su vez, Johan Christian DahI (1788-1857) realiza varias pinturas de la erupción del Vesubio, entre ellas, la tela «Eruption of the Vesuvius» (1821) donde dos científicos se aproximan al borde de la lava para contemplar sus propiedades, los tipos de gases tóxicos, y entender la amenaza que ésta representa para la vecina ciudad de Nápoles. \\ACKS SUSTENTABLES_ i fr j&i.
La morada del Dios del Fuego LAS ERUPCIONES COMO PARTE DE LA ESTÉTICA DE LO SUBLIME Finalmente, es lo telúrico como expresión de una fuerza que excede lo humano, tanto en su escala destructiva como creadora. Desde la pintura «Siete Volcanes» (1963) de Nemesio Antúnez hasta el dibujo «El despertar de un Volcán» (2019) de Sandra Vásquez de la Horra. Quizás el caso más recordado sea «Paricutín» (1943) de Gerardo Murillo Coronado (1875-1964), conocido como “Dr. Atl”. La imagen muestra una escena dominada por los efluvios de la Naturaleza en una ausencia total de figuras humanas. El magma seca los árboles e ilumina con una sinfonía de rojos, ocres y violetas. En las fronteras de la Humanidad Dos casos recientes muestran el interés de artistas jóvenes con esta poderosa temática.
El primero es la excepcional novela gráfica «Un volcán estalló en el mar» (2021) de la artista y diseñadora Carola Josefa (1987). Claudia, la protagonista de la historia y alter ego de la creadora chilena, es una joven que viaja a Islandia para encontrarse con su padre, un ingeniero naval. Claudia se embarca en un viaje para conocer los rincones rincones menos explorados del país del norte adentrándose en su paisaje de cordilleras, géiseres y magmas. En su epopeya, descubre un universo de seres míticos que nacen y conviven con el magma ardiente creando una realidad donde lo humano y lo no humano, lo diurno y lo onírico, conviven en armonía. Su relato es de una enorme riqueza visual con cuidadosos detalles de texturas, formas y colores que transmiten la vitalidad que proviene de esa energía terrestre.
Por su parte, la exposición «The Volcano Lover» (2025), curada por Anlam de Coster (/www.galerist.com.tr/exhibitions/154-the-volcanoIover/), presentó a 40 artistas que han indagado en el imaginario de los volcanes a partir de la Mitología, la Historia y la Geología. Entre las obras, se pueden encontrar desde pinturas a dibujos de exploradores. Ahí figuran los cuadros de Pietro Fabris, siglo XVIII; las instantáneas de Pompeya de Giorgio Sommer, siglo XIX; y «Nevehir, Cappadocia, Turkey» Turkey» (Untitled, 1957) de la fotógrafa turca contemporánea, Yildiz Moran.
Se suman las visiones evanescentes de Thiago Rocha Pitta (1980), los frisos escultóricos de Lara Ógel (1987), o las siluetas místicas de Anousha Payne (1991) y Azzurra Galatolo (1987). El conjunto da cuenta de la fuerza de los volcanes en el imaginario del presente. i çJ E ca cx (D cx, E “e cc E 9 t t 1 Rric. tr UN VOLCÁN ¿ STALLÓ N IL MAR CÁMLI / ¡ «Un volcán estalló en el mar», carola Josefa (2021)..