El regreso del Crillón
El regreso del Crillón En el gran comedor se ofrecía una carta inspirada en la cocina francesa, cuyas recetas se publicaron en el libro Famosas Recetas, editado por Paulina Toro en 1951. F ue el primer hotel de Santiago con categoría internacional. Contaba con todas las comodidades y adelantos técnicos de la época: 120 departamentos, cada uno con baño, teléfono y calefacción; bar, restorán, salón de té y peluquería.
El Crillón, con sus elegantes ambientes decorados con "muy buen gusto y ricos muebles franceses", como dice Hernán Eyzaguirre Lyon (1914-1987) en su libro Sabor y saber de la cocina, se volvió, a poco andar de su inauguración a fines de la década de 1920, en el centro de la vida social y cultural de la capital. "A mediodía y en las tardes, el salón que había entrando a mano izquierda se convirtió en el lugar de cita del tout Santiagó. Los domingos, después de las funciones de vermouth de los cines del centro, se bailaba en el hall central", explica en ese texto quien fuera fundador de la Asociación Chilena de Gastronomía, columnista y escritor.
Ubicado en la esquina de Agustinas y Ahumada, en un inmueble construido entre 1917 y 1919 por los arquitectos Alberto Siegel y Augusto Geiger, los mismos que proyectaron la casa matriz del Banco de Chile y el edificio de la tienda Gath & Chaves, para el clan Larraín García-Moreno.
De líneas eclécticas y con elementos de marcado estilo neoclásico francés, como sus columnas, balaustradas y ornamentos de fachada, desde muy temprano abandonó su vocación de inmueble familiar para convertirse en hotel, primero el Savoy o Saboya y luego en el que lo perpetuaría en la historia: el Crillón. De la mano del empresario hotelero parisino Jorge Kuppenheim, adquirió su sello elegante y refinado, tanto en las habitaciones como en el comedor y bar, donde se ofrecían notables cartas, gastronómica y de cócteles, respectivamente.
En la primera figuraban platos inspirados en la cocina francesa, como Langosta a la Newburg, Ángeles a caballo (brochetas de ostras envueltas en panceta), Congrio Bercy o Filete Orly, y en la segunda, tragos con nombres tan sofisticados como Black Stripe, Flying Fish o Halleelujah. En todos sus rincones se respiraba una atmósfera cosmopolita y moderna, de enorme atractivo para la élite social e intelectual del Chile de la primera mitad del siglo XX. Escritores, artistas, políticos y hombres de negocios se daban cita allí; las visitas ilustres eran parte del listado de huéspedes, entre ellos Gary Cooper, Clark Gable y Henry Fonda.
Allí surgieron romances, se ambientaron novelas (La chica del Crillón, de Joaquín Edwards Bello) y acontecieron sucesos policiales y crímenes pasionales, como el protagonizado por María Carolina Geel el 14 de abril de 1955, quien disparó cinco tiros a su pareja, Roberto Pumarino La película El lugar de la otra, de Maite Alberdi, trajo de nuevo a escena al icónico edificio del ex Hotel Crillón, levantado a comienzos del siglo XX en la esquina de Agustinas y Ahumada, por varias décadas epicentro de la vida social y cultural de Santiago. Pero, también, puso en el tapete la necesidad de la preservación historicista del patrimonio, en estrecha conexión con la memoria y vocación de un inmueble. Texto, Beatriz Montero Ward. Fotografías, José Luis Rissetti. Detalle de los ornamentos historicistas que distinguen a este edificio levantado entre 1917 y 1919. PATRIMONIO El regreso del Crillón ARCHIVO EL MERCURIO. El regreso del Crillón Balaustradas, columnas, arcos y pilastras acusan las líneas eclécticas eclécticas y la prevalencia de conceptos neoclásicos. Los grandes faroles de la fachada y galería fueron instalados instalados tras la remodelación remodelación de 1978 realizada por los arquitectos arquitectos Alemparte y Barreda. Imagen de la década década de 194o: pasajera pasajera asomada a un balcón observando el tráfico de calle Agustinas. La entrada al hotel estaba por Agustinas. El bar tenía un acceso independiente con puerta giratoria. Valenzuela, dándole muerte, Es este hecho de sangre el que la directora Maite Alberdi pone en escena en su primer largometraje de ficción: El lugar de la otra. Y para hacerlo debe revisitar el centro de Santiago Santiago y recrear o reconstruir el interior del exhotel, utilizando fotografías digitales.
Porque a pesar de que el edificio está en pie, en buen estado de conservación y sigue manteniendo su identidad, su interior está hoy ocupado por una multitienda y adaptado a esas necesidades; necesidades; dejó de ser hotel en 1977. “Lo que ha hecho hecho Alberdi con su película es lo que no hizo la arquitectura. Ella recuperé la historia tal cual, no disfrazada ni con una mirada futurista”, dice dice enfático Carlos Maillet, arquitecto y director director de la carrera de Conservación del Patrimonio Patrimonio de la Universidad San Sebastián. Esta postura es compartida por Mario Rojas Rojas y Fernando lmas, ambos licenciados en Conservación de Bienes Culturales y socios del Estudio Brugmann, firma dedicada a la investigación investigación y divulgación patrimonial chilena. “En materia de recuperación, la tendencia actual actual en Europa es la de volver al original. Reconstruir Reconstruir sin modificar, de manera de no alterar alterar la conexión con la historia nican la memoria memoria colectiva”, dicen.
Ejemplo de esto es el teatro La Fenice de Venecia, que fue destruido destruido por un incendio y cuya recuperación en manos del arquitecto Alda Rossi fue respetuosa respetuosa del estilo original del siglo XIX, o la reciente reciente restauración de la catedral de Notre Dame de París. “Sería una maravilla que el edificio del Crillón hubiera mantenido su vocación vocación de hotel, Porque no fue un hotel cualquiera, cualquiera, sino uno muy relevante en el plano social social y cultural”, agregan. La importancia y necesidad de una mirada historicista frente al patrimonio es lo que la película película de Alberti ha puesto, sin quererlo, en el tapete.
“Es un edificio significativo en el mundo literario; interesante en cuanto a su arquitectura arquitectura que rescata los estilos de otros tiempos, que a pesar de que a nivel de élite arquitectónica está desprestigiada, sigue teniendo una enorme enorme relevancia en la imagen de Santiago; y es un referente en cuanto a su rol como espacio de socialización. Por último, la historia de este inmueble inmueble es un campo fértil para la investigación académica y cultural”, dice Maillet. A juicio del académico, este edificio y su memoria subrayan la necesidad de preservar las construcciones históricas del centro de nuestra capital. “La pérdida de estos espacios espacios representa una ausencia de conexión con la narración del pasado y la cultura de la ciudad”, puntualiza. VD 1 si 5, l4 ?, PV 1,. T y, En 1925 el edificio, edificio, de más de ocho mil metros cuadrados, fue convertido en galería comercial comercial y hotel. Este portal por calle Ahumada se abrió en 1969 para ensanchar la zona de tráfico peatonal. De esas obras se encargaron los arquitectos Carlos Casanueva, Antonio Bascuñán y Raúl Bulnes. 1 IL rl 1 L14.