La crisis silenciosa
La crisis silenciosa COLUMNA DE OPINIÓNEl declive de la natalidad no es solo un fenómeno estadístico. La drástica reducción de la natalidad ha convertido a Chile en un caso emblemático a nivel mundial.
En 2024 la tasa de fertilidad descendió a 0, 8 8 h i j o s p o r mujer en edad fértil, lo que re-presenta una caída del 23% respecto al año anterior y de más del 50% en la última década. Aun así, el fenómeno no parece haber despertado un verdadero debate en nuestro país, salvo escasas excepciones. No existe un diagnóstico fino sobre sus causas, y aunque puedan preocuparnos sus consecuencias, predomina la indiferencia. En parte, tal vez, porque vemos los cambios demográficos como neutros o inevitables, lo que impide tomar medidas urgentes. Se han planteado algunas hipótesis, las que en su mayoría han puesto el foco en los factores materiales que podríanexplicar la crisis.
El alto costo de la vida, la rigidez laboral, la escasez de ayudas económicas, la falta de servicios públicos de calidad y la ausencia de redes de apoyo no generan un contexto propicio para formar una familia. Sin embargo, estas dificultades (innegables y que reclaman atención) son solo una parte del problema; pues incluso en países con políticas más generosas de apoyo, las tasas de fertilidad siguen cayendo. Esto sugiere que, además, existe una mutación profunda en las preferencias y valores de las personas, en la que no nos hemos detenido. Las aspiraciones individuales han cambiado, y con ellas, la percepción del significado de tener hijos. Los datos de la Encuesta Bicentenario UC 2024 lo reflejan: los hijos han perdido relevancia como fuente de felicidad y sentido, mientras que las razones para no tenerlos se refuerzan. Como sostienen Berg y Wiseman en su provocador libro “¿ Para qué sirven los hijos?” (2024), ser padres se está convirtiendo cada vez más en una práctica ininteligible y de valor cuestionable. Los marcos tradicionales que la sustentaban se han erosionado y los nuevos, en lugar de dar certezas, parecen haber generado mayor ambigüedad sobre los motivos para tener descendencia. Hoy, la decisión de tener hijos se enfrenta a un mar de alternativas que, al menos en apariencia, resultan más fáciles, placenteras y menos riesgosas. A esto se suma un clima de pesimismo generalizado ante un contexto de crisis que refuerza la incertidumbre.
Pero este pensamiento pued e v o l v e r s e u n a p r o f e c í a autocumplida: si asumimos que el futuro es sombrío, será difícil imaginar formas de reconstruirlo. Y dejar de tener hijoses la mejor forma de sucumbir a ella.
El declive de la natalidad no es solo un fenómeno estadístico, sino también un síntoma de sociedades que han perdido la confianza en el futuro y, en cierto modo, un sentido más trascendente del mundo y de la vida.
Como señalan Berg y Wiseman, el propósito de ser padres implica adoptar una posición concreta ante una pregunta fundamental: si, a pesar del sacrificio y la incertidumbre que implica, la vida humana sigue siendo valiosa y digna de ser vivida. Tendremos que atrevernos a entrar en este plano de la discusión si acaso queremos revertir este escenario. Si desea comentar esta columna, hágalo en el blog. COLUMNA DE OPINIÓN Por Catalina Siles