LA SEMANA POLÍTICA
LA SEMANA POLÍTICA Termina un nuevo año sin que la economíadel país logre despegar y, lo que es más gra-ve, con una capacidad de crecimiento a me-diano y largo plazo que se sigue deterioran-do, ubicándose ya en un pobre 2%. La admi-nistración de Gabriel Boric parece ya haberasumido con resignación que su período seráel de peor crecimiento económico desde1990, sin que ello lo lleve a hacer las rectifica-ciones de fondo y de gestión que se requierenpara revertir esa deriva.
Y es que, a pesar delos discursos voluntaristas de ahora, al Go-bierno le será imposible cosechar aquelloque no ha sido sembrado. mercial con el exterior y, en general, demo-nizaba el lucro en los más diversos ámbitos.
Era la época en que se criticaba con durezalos “30 años”, como cuando en 2021 GiorgioJackson, uno de los indiscutibles líderes delFrente Amplio, con una pretendida superio-ridad moral acompañada a veces de ironía, se refería al gobierno de Lagos como aquel“en que no se cuestionaban mucho las co-sas”; “el que permitió que todos los negociosfluyeran casi libres”; el que “aceptó admi-nistrar un modelo y la radicalidad es queexistiera un Plan AUGE”. En el mismo tonoreprochaba la gestión del ministro Boenin-ger durante el gobierno de Aylwin, ya que, asu juicio, le había puesto un “silenciador alos movimientos sociales”. El propio ministro Marcel que, natural-mente, tenía una trayectoria muy distintaal ser designado en el cargo daba cuenta deque su “rol será ayudar a crear las condicio-nes económicas, financieras y operacionalespara que los compromisos establecidos con laciudadanía se puedan cumplir”. Es decir, es-taba para contribuir a que el programa de go-bierno se materializara.
Un proyecto políticoen el que poco y nada había de crecimiento, pero mucho de reformas estructurales paraterminar con el llamado modelo “neoliberal”. Todo ello, en medio de una ConvenciónConstitucional cuya controvertida propuestael ministro, para sorpresa de muchos, entu-siastamente apoyó, y solo el abrumador re-chazo de la ciudadanía impidió que se mate-rializara un texto extremo y regresivo. Y es que, a pesarde los discursosvoluntaristas, alGobierno le seráimposiblecosechar aquelloque no ha sidosembrado. Ello eslamentable, puesla experienciamuestra quecuando ungobierno deizquierda apuestadecididamente porel crecimiento esmucho lo que elpaís puedeavanzar.
Ello es lamentable, pues la experienciamuestra que cuando un gobierno de izquier-da apuesta decididamente por el crecimientoes mucho lo que el país puede avanzar enmejorar efectivamente la calidad de vida delas personas, ya que en ese empeño suelecontar con el apoyo o al menos con una me-nor resistencia de sectores de la oposición.
El Presidente Boric ha reconocido más deuna vez, en tono de autocrítica, que en suprograma y campaña electoral de 2021 el cre-cimiento económico “es algo que quizás noestaba en el centro de mis preocupaciones”. Algo insólito para cualquier observador, pe-ro que sin embargo era coherente con lo quehabía sido su carrera política previa, en quepromovió políticas y cambios que contri-buían precisamente a debilitarlo, sobre la ba-se de la creación de “otro modelo” que po-tenciaba la acción del Estado, rigidizaba elmercado laboral, descreía de la apertura co-. El crecimiento que ya no fue