La guerra de Donald Trump contra el conocimiento
La guerra de Donald Trump contra el conocimiento 13 La Segunda jueves 29 mayo 2025 © THE FINANCIAL TIMES LIMITED 2020. ALL RIGHTS RESERVED. NOT TO BE REDISTRIBUTED, COPIED OR MODIFIED IN ANYWAY.
T antos enemigos: jueces cobardes, gente que se queja sobre el debido proceso; mercaderes de noticias falsas; la Reserva Federal; los canadienses (desagradables); los europeos, lo mismo (excepto Italia y Hungría); los farsantes del medio ambiente; los reguladores de la presión de la ducha; los molinos de viento cancerígenos; los que odian los aranceles; los venezolanos; los Cheney. ¿Pero los peores de todos? Por mucho: ¡ Los profesores! Lunáticos radicales de izquierda, o quienes los apoyan. Vamos a ver qué les parece cuando se cierre la llave del dinero. El campo de tiro donde se dispara sin pensar -o sea la administración Trump -ha puesto a las universidades estadounidenses directamente en el punto de mira. Cuanto más liberal sea el claustro, más duro es el golpe: miles de millones en subvenciones federales retirados de Harvard; cientos de millones de otras escuelas de la Ivy League.
La presunta razón para desacreditar y atacar a las grandes universidades estadounidenses es el antisemitismo. ¿Ha sido el acoso y abuso de estudiantes judíos un problema grave, especialmente desde el 7 de octubre? Sí. ¿Han traspasado los cánticos anti sionistas la línea del odio a los judíos? Absolutamente. ¿Están haciendo algo al respecto las universidades? Sí; con una calificación de B+. Pero, ¿acaso amordazar a los departamentos científicos cortando su financiación de la investigación persuade a quienes cantan "desde el río hasta el mar" para que se callen? Por supuesto que no. Acudir en ayuda de los judíos del campus siempre fue un pretexto. Someter la independencia de la enseñanza superior a una purga ideológica, "en defensa de los judíos", no es un antídoto contra el antisemitismo.
Los expertos en oxímoros podrían disfrutar la imposición, bajo pena de estrangulamiento financiero, de la "diversidad de puntos de vista" en las universidades que se considera que han sufrido una "captura ideológica" El pasado Tal como consideraban los Fundadores, el gran motor de la libertad era el conocimiento.
Dos décadas antes de la independencia, el abogado y ensayista William Livingston insistía en una revista llamada The Independent Reflector que "el conocimiento en un pueblo lo hace libre, emprendedor e intrépido; pero la ignorancia lo esclaviza, castra y deprime". Independientemente de las diferencias que surgieron entre George Washington, John Adams y Thomas Jefferson tras la independencia, era un tópico compartido por la clase gobernante que la propia existencia de EEUU como república libre estaba condicionada a una ciudadanía bien informada.
Washington, cuyo primer discurso anual al Congreso en 1790 declaró que "el conocimiento es en todos los países la base más segura de la felicidad pública", imaginó una universidad nacional en la capital que se elevaría por encima de las facciones partidistas en la búsqueda ennoblecedora de la verdad; aunque ni la universidad ni la paz partidista se harían realidad durante su vida. Los defensores de la verdad confirmada empíricamente se encontraban a menudo a la defensiva.
Uno de los grandes libros de la historia de EEUU, 'Anti-intelectualismo en la vida estadounidense' del profesor de historia de Columbia Richard Hofstadter, publicado en 1963, poco después del Terror Rojo, documenta la equiparación populista de lo intelectual con lo antiestadounidense.
Hofstadter advierte que, por tentadora que sea, la denigración del intelecto no debe reducirse a "sabiondos y tontos". A pesar de todas las panaceas altruistas de los Fundadores, el sentido de la vocación de EEUU en el mundo estuvo tan marcado por el evangelismo cristiano como por el razonamiento de la Ilustración. La soberanía del corazón sensible se impondría sobre la mente pensante.
La crudeza de estos ejercicios de conformismo político queda ejemplificada por la congelación de invaluables revistas revisadas por pares como Emerging Infectious Diseases, CHEST (especializada en la investigación del asma y las enfermedades pulmonares) y el Morbidity and Mortality Weekly Report.
Obediencia La exigencia de obediencia a pie juntillas a la línea del partido es el sovietismo más puro y es exactamente la razón por la que las autocracias del conocimiento siempre acaban perjudicadas por su daño autoinfligido intelectual. La ciencia no es la única víctima de la guerra contra el conocimiento. El presidente Trump ha hecho saber que no quiere "negatividad" en los museos históricos del Instituto Smithsonian.
Ahora hay que movilizar la historia al servicio de la autocomplacencia nacional mientras los tanques ruedan por la Explanada Nacional en el desfile militar que el presidente está orquestando a modo de obsequio por su 79º cumpleaños. Pero eso no es en absoluto lo que tenían en mente los fundadores de mi oficio. Y uno de ellos, un militar, Tucídides, escribió su Historia de las guerras del Peloponeso como un ejercicio de autocrítica ateniense, nos describió la catástrofe cargada de arrogancia rodeando la expedición a Siracusa. Al hacerlo, estableció las reglas de nuestro código de conducta profesional. La historia no es ni un ejercicio de vana autoglorificación ni una polémica penitencial, sino, más sencillamente, la recuperación de evidencias en busca de la verdad. Pero, aunque todos los Fundadores habrían leído a los griegos, es razonable apostar a que el 47º presidente no lo ha hecho. Así que, en lugar de reflexionar sobre el significado de 1776, tendremos el Jardín Nacional de Héroes Estadounidenses de Trump, unas 250 estatuas que son, por definición, una personificación totalmente enmudecida de la historia.
El mes pasado, las Fundaciones Nacionales para las Humanidades y para las Artes fueron informadas de que el 85% de sus subvenciones han sido canceladas y que los fondos destinados a innumerables proyectos de investigación y expresión artística en todo EEUU se desviarían al Jardín para cubrir el gasto, que al parecer asciende a entre US$100,000 y US$200,000 por estatua. Los ataques contra Harvard y otras universidades no sólo son contraproducentes, sino fundamentalmente contrarios a los valores de EE.UU. Simon Schama/Financial Times Harvard y otras universidades La guerra de Donald Trump contra el conocimiento.