NADANDO CON BALLENAS en la isla de Avatar
NADANDO CON BALLENAS en la isla de Avatar A unque ya ha pasado un año, Marta Pérez dice que todavía tiene ahí, pegado en su cabeza, uno de los momentos más emotivos de su vida en el archipiélago de Tonga, en la Polinesia. "Había varias ballenas moviéndose entretenidas en grupo, y de repente a una mamá como que se le olvidó su cría y ella se nos acercó. Estaba muy interesada en nosotros.
Las crías son igual que un niño pequeño, muy juguetonas", dice Marta, sentada una mañana en un café de Providencia, a pocos días de volver a esas mismas islas en el Pacífico Sur, donde vive parte del año, lo que la ha llevado a convertirse en especialista en una actividad que solo puede realizarse en muy pocos lugares del mundo: el nado en apnea con ballenas jorobadas, que cada año --entre julio y octubre-llegan a reproducirse precisamente en los mares de este archipiélago ubicado a tres horas de vuelo desde Auckland, Nueva Zelandia.
Marta Pérez tiene 44 años, estudió Ecoturismo en la Universidad Andrés Bello y después de un largo peregrinar, que la llevó por sitios como Rapa Nui o el parque Serengueti en Tanzania, comenzó a hacer asesorías turísticas a comunidades locales en distintas islas de la Polinesia y encontró en Tonga, específicamente en la isla Eua, que es una de las 176 que conforman este archipiélago, una especie de pequeño paraíso donde todavía había mucho por hacer.
Sobre todo si se trabajaba de forma regulada, consciente --y en comunión con los propios isleños--, para potenciar uno de sus más grandes tesoros naturales: las ballenas jorobadas. "Existe una población que cada año llega a estas islas para reproducirse.
Ellas necesitan aguas cálidas para tener a sus crías, porque nacen sin la grasa que luego cubre su cuerpo", explica Marta, que lleva varios años estudiando el tema en terreno (incluso junto al principal investigador de las ballenas de esta zona, el científico neozelandés Michael Donoghue, fallecido durante la pandemia) y que además tiene los cursos y acreditaciones que exige este reino (Tonga es una monarquía parlamentaria) para realizar la actividad de forma turística. "En Tonga el nado con ballenas está permitido por ley desde los años 90 --explica Marta--. Son muy pocos lugares donde se permite nadar legalmente con ballenas: Polinesia Francesa, la isla de Niue y el sector de Silver Bank, en República Dominicana. Pero en Tonga, específicamente en la isla de Eua, es sencillo: las ballenas se ven desde la costa, y para llegar hasta ellas se navega no más de 20 minutos. A veces incluso están a 5 minutos de la caleta.
Pero todo está muy regulado con protocolos de avistamiento, como que solamente un bote puede estar con un grupo de ballenas, y por un máximo de 90 minutos, y con hasta cuatro personas en el agua, más el guía. Además, no puedes acercarte a menos de 5 metros de distancia ni sumergirte a más de 3 de metros.
Eso me gusta mucho: es una regulación harto más estricta, comparado por ejemplo con Polinesia Francesa". Hacia la isla de Avatar La isla de Eua está ubicada a dos horas y media en ferry o a 8 minutos en avioneta desde Tongatapu, la isla principal del reino.
Por más que uno quizás no haya escuchado hablar de este lugar, puede resultar fácil imaginárselo: se dice de esta isla de acantilados, valles profundos, cuevas y bosques selváticos, donde viven unas 5.000 personas, que habría inspirado en parte el mundo de fantasía de la película Avatar, en especial por un árbol gigante de unos 800 años con raíces entrelazadas llamado Ovava Tree, que se parece al "Árbol de la vida" del filme. "Yo vi la película por eso mismo", dice Marta Pérez, aunque su llegada a Tonga no tuvo que ver precisamente con el cine, sino con la primera vez que visitó Rapa Nui, a sus 24 años. Aquella vez, recuerda, se dio cuenta de que su vida se vincularía a las islas del Pacífico y el trabajo con las comunidades locales. De hecho, aunque es santiaguina, en Rapa Nui tiene amigos que ella considera como su segunda familia. En estos largos viajes de isla en isla pasó por lugares como Nueva Zelandia, Tahiti o Samoa, hasta que finalmente, en 2013, llegó a Eua, en Tonga.
Allí conoció a una familia de pescadores, los Hausia, que habían sido pioneros del nado con ballenas en esta isla: lo venían realizando, aunque de forma rudimentaria, desde 2003 (el nado con ballenas como tal había partido en los 90 en Vava'u, la isla más turística y desarrollada de Tonga, que está hacia el norte). "Ellos entendieron que el avistamiento de ballenas podía ser más rentable como actividad, pero no siempre tenían los recursos. Tonga es un lugar más humilde. Es como era Rapa Nui en los 80. Siempre lo digo: Rapa Nui es un lugar pituco comparado con Tonga.
Un destino para los que buscan algo auténtico, que se destaca por su naturaleza y por su cultura, que está viva". Los Hausia se hicieron muy amigos de Marta Pérez, la recibieron en su casa y comenzaron a trabajar juntos. "Allá muy pocas personas hablan inglés, se habla tongano.
Entonces yo los ayudaba a comunicarse con los turistas y a mejorar sus servicios, a mostrarles que, para que pudiesen seguir fortaleciendo su negocio, tenían que invertir, aunque para ellos comprar 20 aletas no era cualquier cosa. Entonces también me fui formando en cuanto a regulaciones y especializando cada vez más, porque también era algo nuevo para mí". Sin embargo, unos años más tarde vino la tragedia.
En 2019 y 2020, dos ciclones azotaron Tonga y barrieron con gran parte de la rústica infraestructura que se había construido en islas como Eua, la cual terminó de destruirse en 2022, cuando hizo erupción un volcán submarino que provocó un tsunami devastador. Tras la destrucción, los Hausia decidieron irse a Australia. Marta Pérez insistió y sigue volviendo, aunque solo para la temporada de avistamiento de ballenas. De hecho, también alcanzó a tener una cabaña en Eua: se la llevó el mar. Hoy, las cosas en Tonga siguen reconstruyéndose.
Y en ese sentido, la experiencia de nadar con ballenas ha sido un impulso para el desarrollo de este lugar: en Eua ha aparecido un par de agencias nuevas que se están dedicando a este tema.
Una de ellas, Migaloo Tours (en Instagram, @migaloo_ecotours), es precisamente el proyecto de Marta Pérez, con el que sigue haciendo asesorías y también trabajando como guía de nado con ballenas durante la temporada, siempre en conjunto con gente local, que todavía la recibe en su casa.
La experiencia Aunque Marta Pérez había visto ballenas en sitios como Chañaral de Aceituno y tenía experiencia submarina porque había hecho el curso básico de buceo, nunca se imaginó que alguna vez llegaría a estar en el agua nadando junto a los mamíferos más grandes del planeta. "Las ballenas son animales que generan mucha emoción en la gente. Eso me pasó a mí y también lo he visto en otras personas", cuenta. "La primera vez que nadé con ellas fue en 2013, justamente en Eua. No podía entender cómo se hacía esto, porque las veía tan grandes y se movían tan rápido.
Por supuesto me daba un poquito de miedo, y yo trataba de entender cómo lograr relajarme, porque son animales muy grandes". Finalmente, Marta se lanzó al agua en compañía de la familia Hausia durante un atardecer que jamás ha podido olvidar. "Lo habíamos intentado el día anterior, pero no pudimos porque el mar estaba muy movido. Y cuando volvimos, seguía igual. Así que todo fue muy adrenalínico: la vi yo diría a unos 8 metros de distancia. Con los días fui entrando en calma y viendo más detalles.
Por eso ahora estoy tan adicta a la experiencia porque, aunque las he visto muchas veces, me sigo emocionando con cosas nuevas". Según Marta, las ballenas jorobadas son curiosas y a veces se acercan a las personas. Cuando hay madres con su cría, por lo general andan con un macho que es como su escolta. Además, como a Tonga llegan a reproducirse, a veces incluso es posible ver dos o tres machos peleándose por conseguir a una hembra.
Pero también se pueden ver mientras están durmiendo: ahí permanecen quietas durante 15 a 20 minutos y luego salen a tomar aire. "Cuando tú ves a una ballena que viene hacia ti, hay que moverse rápido. Ahora yo tengo más técnica, claro. Hay algunas que quieren estar al lado tuyo: imagínate, es una masa con 17 metros de largo. Las crías a veces son más intensas: son como un niño chico, entonces se mueven rápido y se acercan, así que hay que tener cuidado porque te pueden pegar un coletazo", explica. Las ballenas jorobadas se caracterizan también porque saltan y hacen acrobacias en el agua.
Según Marta Pérez, esto no significa un riesgo, como tampoco que vayan a tragar a una persona al abrir la boca. "Yo las he visto saltar, pero no pasa nada, porque en definitiva el animal es muy inteligente y sabe que hay algo abajo. Sobre que abran la boca, no están en el período en que tengan que hacerlo, pues no se están alimentando. Eso es algo que normalmente no se ve". Según Marta Pérez, el requisito básico para hacer esta actividad como turista es saber nadar y, sobre todo, sentirse cómodo en el agua utilizando máscara y esnórquel. Además, como es invierno, la temperatura del agua en Tonga es de alrededor de 19 grados, por lo que se nada con traje de neoprén y con aletas. La experiencia, en total, dura unos 90 minutos. "No hay una edad mínima para hacerlo. Yo he visto a niños de 5 años y adultos de 84. Lo principal es saber nadar y estar en confianza", asegura Marta y agrega: "Las ballenas son animales que, si quieren moverse rápido, van a desaparecer en dos segundos. Algunas pueden ser más intensas y moverse cerca de ti, pero no te van a invadir. Así también te escogen: el año pasado me acuerdo que intenté llamarles la atención con mi mano, así como saludando a alguien. Hay algunas que captan, te miran y empiezan a interactuar. Entonces tú mueves los brazos, ellas mueven la aleta. Eso fue muy emocionante". D El archipiélago de Tonga, en la Polinesia, es uno de los pocos lugares del mundo donde está permitido nadar con ballenas.
Allí, una chilena lleva más de 12 años trabajando con familias tonganas para desarrollar esta experiencia en un nuevo destino: la isla de Eua, la misma que habría inspirado un ícono del mundo de fantasía de la película Avatar. POR Sebastián Montalva Wainer. F O T OS: MAR T A PÉREZ CERCANOS. Las ballenas interactúan con los humanos y no es raro que se acerquen a mirarlos. LOCAL. Arriba, Marta Pérez con niños de Eua, unas de las 176 islas de Tonga. Es un destino aún en desarrollo, pero con dos grandes tesoros: naturaleza y ballenas. FRANCISC O ESCUDER O NADANDO CON BALLENAS en la isla de Avatar CONTROL. El nado con ballenas está muy regulado: se permiten cuatro personas en el agua, más el guía. ÉPOCA. Las ballenas jorobadas llegan a Tonga entre julio y octubre. Arriba, la selvática isla de Eua, donde hay un árbol similar al "Arbol de la vida" de Avatar. hay un árbol similar al "Arbol de la vida" de Avatar.. - - - -