Autor: _ POR ALFONSO SALINAS MARTÍNEZ, PRESIDENTE ASOCIACIÓN DE EMPRESAS REGIÓN DE VALPARAÍSO - ASIVA
COLUMNAS DE OPINIÓN: sin consignas ni favoritismos, sólo lógica
COLUMNAS DE OPINIÓN: sin consignas ni favoritismos, sólo lógica POR ALFONSO SALINAS MARTÍNEZ, PRESIDENTE ASOCIACIÓN DE EMPRESAS REGIÓN DE VALPARAÍSO ASIVA hile ha logrado avances C importantes en salud.
Tenemos una de las esperanzas de vida más altas de América Latina, una cobertura de vacunación infantil superior al 95% y un presupuesto público que ha crecido con fuerza, pasando de $2,8 billones en 2010 a más de $14 billones en 2024. Sin embargo, pesea este esfuerzo, persisten problemas estructurales: listas de espera que se eternizan, déficit de especialistas, hospitales sobrecargados y una atención primaria que no da abasto. Aveces, estos problemas se hacen visibles en escándalos como el de las licencias mé: cas. Ha habido funcionarios que viajan al extranjero estando con licencia, médicos que recibensueldos públicos mientras operan en el sector priva: do yreemplazos pagados para cubrir ausencias extendidas. Según el exministro Jaime Mañalich, bastaría reducir en un 10% el gasto en licencias para eliminar las listas de espera.
Más allá del número, lo que este episodio revela es algo más profundo: no estamos frentea un problemasólo de gasto, sino de diseño. ¿Por qué, con tantos recursos y profesionales, el sistema no termina de funcionar bien? Parte de la respuesta está en cómo está estructurado. Un sistema de salud bien organizado funciona como una escalera. En el primer peldaño se encuentra la prevención: campañas, entornos saludables y promoción debuenos hábitos que permiten evitar muchas enfermedades crónicas como la hipertensión o la diabetes. Luego viene la atención primaria, con consultorios, Cesfam y postas que deberían resolver la mayoría de los problemas cotidianos. Si eso no basta, se recurre a la atención secundaria, con especialistas, exámenes y tratamientos más complejos. Y, en el últi mo nivel, está la atención terciaria: hospitales, cirugías, cuiciaria: hospitales, cirugías, cuiciaria: hospitales, cirugías, cuidados intensivos. Cuando esta escalera está bien diseñada, el sistema Muye de manera ordenada y eficiente. Pero si la prevención es débil, la atención primaria sesaturay los hospitales carecen de camasintermedias o de recuperación postoperatoria, todo se vuelve ineficiente y costoso. Satisfacer las necesidades de salud de una población tiene un costo que es, en buena medida, calculable. Nadiesabe concerteza quiénseva aenfermar ni cuándo. Pero sí podemos estimar, con bastante precisión, cuántas personasseenferman en promedio, de qué patologías y en qué lugares. Esta es la lógica de cualquier seguro: se calcula un costo promedio esperado por persona, y sobre esa base se organiza el sistema, se distribuyen los recursos y se diseña su financiamiento. Una vez que sabemos cuánto cuesta hacer bien las cosas, aparece el siguiente desalio. Muchas personas notienen ingresos suficientes para financiar por sí mismas un acceso continuo y oportuno a la atención, desde la prevención hasta la hospitalización. Más del70% de loschilenos está ai liado a Fonasa. Por eso, en un sistema racional, el Estado debe cubrir, encadacaso, la diferencia entre lo que cuesta atender bien a una persona y lo que esa persona realmente puede pagar. Y como lo importante es que la población sea efectivamente atendida con calidad y eficiencia, da lo mismo si el prestadorespúblico o privado. El costo de esa atención, bien diseñada y ejecutada, es esencialmente un dato técnico. Es cierto queel sector privado incorporaun margen de utilidad, pero también es cierto que el sector público arrastra inefcienciasestructurales que pueden compensar esa diferencia. De hecho, como no existe una contabilidad claraen elsistema público, muchas veces ni siquierasabemos si realmentees más barato. Si los hospitales públicos se gestionaran con los mismos estándares que los privados, probablemente veríamos quelos precios noson tan distintos. Este enfoque también permite clarificar el rolde cadaactor. Las clínicas privadas que recibieran una parte relevante desus ingresos desdeel Estado deberían operar bajo estándares comunes, aceptar auditorías, someterse a reglas de trazabilidad y permitir cierto grado de supervisión pública. En lapráctica, dejarían de ser plenamente "privadas". Mucho de esto, de hecho, ya ocurre.
En los últimos años, los prestadores privados han contribuido activamente a recontribuido activamente a resolverlistas de espera, aenfrentarla pandemia y a atender casos cubiertos por la Ley de Urgencia, todoello bajo elcumplimiento de exigencias normativas como la acreditación, el GES, las autorizaciones sanitarias y las auditorías asociadas. Simétricamente, los hospitales públicos deberían poder cobrara quienestienen capacidad de pago total o parcial. Si alguien puede costear parte de suatención, no hay razón para que el Estado lo subsidie completamente. Así como el Estado debe cubrirlo quelas personas no pueden pagar, también debe recuperar lo que sí puedenaportar. Con ello, tanto los prestadores públicos como los privados tenderíana funcionar bajo una misma lógica: costos explícitos, estándares definidos, financiamiento mixto y focoenresultados. No se trata de igualarlos por decreto. Tampoco se trata por decreto. Tampoco se trata de privatizar niestatizar. Setrata de diseñar un sistema coherente, con reglas comunes, estimaciones realistas y principios de eficiencia y equidad. Chileno necesita másideología en este debate, sino una conversación honesta sobre cómo hacer que el sistema funcione de verdad.
Necesitamos una políticasanitaria que fortalezca la prevención, asegure una atención primaria eficaz, formelos especialistas que hacen falta, aproveche las tecnologías disponibles, como la fi cha clínica digital y lainteligenciaartificial, y que construya un financiamiento explícito, justo y sostenible. Escándalos como el de las licencias médicas no son fallas puntuales. Son síntomas de un sistema que no hasido bien diseñado. Y frentea eso, más que indignación, lo que necesita mos es una solución que funcione. as.