COLUMNA DE OPINIÓN: Chile 2025: orden y revolución
Chile 2025: orden y revolución La elección presidencial de 2025 no será una simple renovación de gobierno y se perfila como una de las más significativas desde el retorno de la democracia.
Tras un ciclo de crisis que incluyó el estallido social de 2019, seguido de un fallido proceso constituyente, la descomposición de la seguridad pública y un pobre desempeño económico, la ciudadanía deberá decidir entre dos caminos: el restablecimiento del orden o la continuidad de un frustrado proceso de cambios, que hasta ahora ha generado más incertidumbre que certezas. Las figuras que emergen como candidatos --Matthei, Kast, Kaiser y Bachelet-encarnan, en distintos grados, dos polos recurrentes en la historia chilena y latinoamericana: el orden y la revolución. Por un lado, la derecha ha logrado consolidarse en los últimos años como la alternativa del orden. José Antonio Kast, desde la crisis de 2019 y en sus dos candidaturas presidenciales, ha mantenido un discurso consistente, enfatizando la seguridad, el crecimiento económico y la estabilidad institucional como sus principales prioridades. Con importantes diferencias de estrategia y estilo, Evelyn Matthei representa una derecha más moderada y pragmática, buscando posicionarse como la opción capaz de restablecer el orden sin generar polarización.
Una candidatura de Michelle Bachelet, por su parte, bien podría entenderse como la reivindicación de un ciclo de cambios que ella misma inauguró: aunque su segundo gobierno no fue revolucionario en un sentido clásico, sí impulsó una transformación progresiva de las bases institucionales del país e instaló la narrativa de que Chile era un país en crisis, marcado por una desigualdad estructural que requería una refundación. Su apoyo al proceso constituyente se inscribe precisamente en esa lógica.
El Presidente Gabriel Boric, heredero de esa pulsión refundacional, no ha logrado resolver la contradicción vital de su gobierno, entre la retórica transformadora y la realidad de una ciudadanía que lejos de respaldar cambios radicales, ha expresado una demanda creciente por estabilidad. Mirado en su conjunto, Bachelet aparece como la madre de un proceso refundacional hasta ahora inconcluso. La historia reciente de América Latina muestra una constante en que las tendencias revolucionarias, democráticas y populistas se esparcen en toda la región. En ese contexto, tanto Kast como Matthei provienen de una tradición de derecha democrática que tiene ante sí un doble desafío. Por un lado, atender la demanda por seguridad y estabilidad generando un modelo de orden basado en la eficiencia del Estado de Derecho.
Por otro, ofrecer un nuevo diagnóstico político que mantenga los aspectos positivos del consenso de los últimos cuarenta años --basado en la democracia política, el libre mercado y el Estado Subsidiario-y que simultáneamente responda a los nuevos desafíos de la sociedad chilena a través de una robusta agenda social y cultural. Bachelet, representante soft de la tradición revolucionaria latinoamericana, tiene ante sí otro doble desafío. Por un lado, superar la crisis de viabilidad de su proyecto político, que tras el fracaso del proceso constituyente y la pérdida de respaldo ciudadano, muestra signos de agotamiento. En ese sentido, Bachelet deberá enfrentar la incómoda pregunta sobre qué grado de responsabilidad tiene su propia gestión y sus ideas en la crisis social actual.
Por otro lado, un eventual gobierno de izquierda --con el Frente Amplio y el Partido Comunista-deberá dar garantías de gobernabilidad democrática, que incluya tanto una gestión proba de los recursos públicos, el reconocimiento de la relación recíproca entre crecimiento económico y estabilidad política, el respeto de la independencia de las instituciones y el rechazo del populismo como método de acción política. En su historia, Chile ha experimentado distintos ciclos de revolución y orden, en que etapas de crisis e intentos de transformación radical han sido seguidos por períodos de estabilidad institucional y modernización.
La pregunta crucial de cara a las elecciones presidenciales es si el país continuará inmerso en una fase de incertidumbre o si logrará consolidar un modelo que, sin renunciar a las reformas necesarias, garantice estabilidad y gobernabilidad.
Más allá de las candidaturas individuales, el debate político de los próximos meses girará en torno a cómo interpretar la crisis actual: si como un fracaso del modelo de desarrollo de las últimas décadas o como el resultado de un experimento refundacional fallido. La respuesta a esta interrogante definirá no solo el tono de la campaña, sino el tipo de país que emergerá en los años venideros. Lo que verdaderamente está en juego no es solo una elección, sino el futuro del consenso que ha sostenido a Chile desde el retorno de la democracia.
Chile 2025: orden y revolución "... El país ha experimentado distintos ciclos de revolución y orden, en que etapas de crisis e intentos de transformación radical han sido seguidos por períodos de estabilidad institucional y modernización... ". JOSÉ MANUEL CASTRO Académico Instituto de Historia Universidad San Sebastián.