¿Quién no tuvo perro cuando era niño?
¿ Quién no tuvo perro cuando era niño? asi todos mis amigos y C conocidos em enera ción tuvieron cuandoniños un perro.
Uno o bien varios en forma consecutiva, animales que marcaron etapas de infancia y la vida de la familia, etapas inolvidables de aventuras y juegos, un atado de años cuyo nombre se lo dieron los Canes: Terry, Bobby, Capitán, Cometa. Y todo aquello no se revestía de ínfulas, poses nipalabras altisonantes, simplementelo bordaba yenmarcaba elafecto por el animal, un cariño genuino que no llevaba a confundir al perro con personasni menos a sustituirlas. Amenudose trataba de perros de raza.
Abundaban entonces los ovejeros alemanes, los cocker spaniels y los boxers, y algunos eran quiltros recogidos o recibidos de regalo aquí o allá, seres en verdad afortunados, porque el resto desus congéneres sobrevivían en la calle sin casucha, atención veterinaria ni alimentación regular; flacos y pulguientos, pero libres, hábiles y astutos.
Y lo eran porque lalibertad tiene la particularidad de agudizar ciertas facultades de quien debe buscarse las oportunidades y escoger porsímismo, a diferencia de quien, obre ono obre, se esfuerce o no, tiene casa y comida asegurada por alguna razón. Sí, los perros entonces teúnnían una ubicación subordinadaenrelación conla familia.
Vivían en el jardín, pocos bajo. el techo del dueño de casa, y se alimentaban principalmente de las sobras de la cocina del hogar, dosificadas con huesos y carne "pal perro" o según el bolsillo de lacasa, y noexistíala línea de alimentos actual ni abundaban los veterinarios, menos había clínicas ni hoteles de mascotas. Nadie ha mejorado en Chile tanto su calidad de vida en losúltimos decenios como las mascotas.
Por lo general, en mi época el perro servía de compañía y guardián, aunqueChile era un país seguro en el contexto regional pero igual aparecían los de manos ligeras quele sustraían a cualquier despabilado la billetera de la chaqueta o del bolso sin quelo advirtiera. Éramos un país pobre (tal vez vamos en camino a serlo de nuevo) y más desigual, pero más seguro que hoy, lo que plantea reflexiones no convencionales.
No vivíamos agobiados porel miedoa los asaltosen dos porel miedoa los asaltosen POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EX MINISTRO Y EMBAJADOR, ES ACADÉMICO DEL CENTRO PAÍS HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN Y DE LA UNIVERSIDAD FINIS TERRAE la calle o nuestra casa, ni a los "turbazos", ni digamos el cicariato, y al fútbol iban familias completas, porque las barras bravanoexistían y Carabineros las habría disciplinado bajo el aplauso de la ciudadanía y los políticos de lado y lado.
En fin, mejor no entremos ala tan desacreditada política: El mayor enemigo de los perros callejeros entonces era una temida institución anivel mundial, porlo que se aprecia enfilmes dela época: "la perrera". Ésta aparece hasta en una película de animación de Disney delos sesenta. La "perrera" se dedicaba a realizar sorpresivas redadas por los barrios donde pululaban quiltros sindueño.
Laoperaciónestaba acargo de tipos rudos y expertos en lacear, que se viajaban colgados de camiones que portaban una jaula rústica atrás para transportar a los perros a los corrales municipales donde los mantenían por un tiempo limitado, ysinadie los reclamalimitado, ysinadie los reclama¿ Quién no tuvo perro cuando era niño? ba, loseliminaban. Sí, los eliminaban. Laverdad es que pocos condenaban aquello porque entonces contraer la rabia por una mordida perruna podía desembocar, sin asistencia médicaoportuna (así de pobreera Chile hace medio siglo), en el cementerio. La "perrera" fuea suvezeliminada por cruel, pero sin resolver el tema de perrosasilvestrados que en jauría pueden resultar letales para el ser humano. Así naufragamos hoy en una disyuntiva kafkiana: o la vida de los perros o la de los seres humanos. Ergo: hoy debemos extremar las preocupacionesal andar porla calle entre ineptos choferes apurados, ladrones a chorro, balaceras y, como si fuera poco, agresivas jaurías.
Vuelvoal pasado mejor: Mi infanciala paséen Valparaíso, y poreso no olvido la traumática atmósfera que creaba el paso de "la perrera". De un cerro a otrollegabaeleco de gritos despavoridos de mujeres y niños anunciando "la perrera" para que los vecinos retiraran a sus perrosdelacalle, lo que, adiferencia de los bien cuidados de rencia de los bien cuidados de hoy, pasaban la noche en casa, pero por el día, tras desayunar, salían de paseo olisquear yreproducirse por ahí y volvían a casa puntualmente ala hora de cenar. Eran perros libres y felices... hasta que en los cerrosse escuchaban los desaforados gritos de alarma y socorro. Dos veces vi pasarala temida "perrera". Era un camión viejo con una jaula rústica parecida a un gallinero. Iballlena de perros aullando, y flanqueado por formidos laceadores de aspecto decidido, que asociaba yoalos cowboys delos rodeos estadounidenses.
Se descolgaban de pronto del vehículo y antes de que los perros captasen qué ocurría, laceaban a algunos, enfrentaban la ira de sus dueños, que con sollozos, garabatos y empujones trataban de rescatar a sus quiltros, delo contrario debían partir a la "perrera municipal" a recuperarlo antes de la hora fatal. Cuando el camión se alejaba, dejaba atrás un silencio sepulcral que sólo interrumpían los últimos aullidos caninos. El segundo encuentro con el camión de la muerte fue en la Avenida Alemania. Apareció de pronto, pero como caído del cieloo subido del infierno, aran velocidad, los laceadores aferrados a la jaula llena con perros resignados. Me invadió la angustia al recordar queenesos díasmi Terry callejeaba.
Una señora que trabajaba para la casa nos había convencido de que lo mejor para un perro es andar libre y que siempre volvían a la casa del amo, si es que de verdad amaban esesitio. De una cosa estabayoseguro: Yo no había divisado a Terryentre ellos, menos mal, y el camión ya estaba en otro cerro, cerca de la casa de Pablo Neruda, seguido deladridos y gritos destemplados. Y cuandola perrera desapareció por completo, cayó sobreel batrio un bloque de silencio profundo, triste y doloroso.
Hoy eso es imposible por los derechos reconocidos a los perros, pero continúa la pugna entrelos defensores delos éstos y quienes consideran que lasalud y seguridad de las personas está en primer lugar, y esta disputanotienevisos de ser superada mientras las municipalidades, o el estado, sea incapaz de impedirla circulación de peros sueltos en la vía pública.
Y veo también, como no se veen ciudades europeas niestadouúnidenses nien todos los países dela región, jaurías de perros sin dueño, algunos pacíficos (imagino), pero también veo perros que parten detrás deautos y camiones atacando con furia sus ruedas, pero también alos ciclistas y motociclistas, algo en extremo peligroso. Sabemosademás que algunoscirculan con perros de razas de que han devenido agresivas y que han atacado a personas o a otros perros causándoles severas lesiones, cuando no la muerte. SÍ, esto ocurra en un país con cierto desarrollo y en la tercera década del siglo XL. Pareciera que en Chile hay más perros hoy que nunca antes. No merefiero sólo alosque andan por las calles, sino que incluyo también a los que se tiene en casa como guardián mientras más bravo, mejor-a como defensa ante la delincuencia. Al mismo tiempo vemos la tendencia a tener a un perro en casa como desde hacetiemposelostieneen países desarrollados: "educados", cuidados, con vacunas al día y paseos diarios con correa.
Se los considera como hijo o ¿ Será una tendencia que llegó para quedarse o sólo una moda pasajera más? A fines defebrero, cuando esté terminando la temporada veraniega, ¿quedarán de nuevo -como recuerdo cruel de irresponsables tenedores de mascotas perros abandonados en las zonas de veraneo? Los he visto: el perro, siempre de raza, sediento y flaco, olisqueando solo y desesperado, corriendo a veces ansiosos detrás de algún auto que confunde con otro, buscando a sus dueños (¿ padres?) que ya iniciaron su nuevo año detrabajo libre de la adquisición que hicieron en un momento de entusiasmo. Conozco a un constructor quetiene una perrita pequeña, Maggie, una terrier, que lo acompaña a diario a las obras. Estáacostumbradaa esa vida y a. esos ruidos, y disfruta estar allí.
Se mantiene dormitando sosegada y a prudente distancia del peligro, y nada la hace másfeliz que llegar cada mañana -excepto cuando está muy nublado o lloviendo a iniciar junto a su inseparable Yayo la jornada laboral. s s s s.