Venezuela, desde antes
Venezuela, desde antes El arqueólogo venezolano José Miguel Pérez-Gómez no ha emigrado. Su especialidad lo ata a su tierra. Hablamos por Zoom. "Antes que arqueólogo, soy explorador", me dijo. Ha recorrido el Orinoco, los llanos, y penetrado la selva amazónica. (Chile cabe 14 veces en Venezuela). Pérez-Gómez, profesor de la U. Simón Bolívar en Caracas, anota en su currículo más de 100 expediciones, algunas submarinas, internándose por un país con solo 21 habitantes por km 2. Al Parque Nacional Canaima, de 30 mil km 2 al borde de Brasil, se llega en helicóptero. Allí, las cascadas del salto Ángel maravillan con su caída de 979 m. En ese lugar, el arqueólogo investiga figuras, fantásticos pictogramas. Presentó sus logros en Valmónica, Italia (https:// t. ly/Yj4lp). La Unesco ya declaró el Parque Canaima como Patrimonio Natural, pero PérezGómez busca que se le declare por los pictogramas Patrimonio Cultural de la Humanidad. Las imágenes me recordaron el arte rupestre investigado por nuestro arqueólogo Francisco Mena, en el río Ibáñez, Aysén. Faltan estudios sobre la edad de estos trazos en Venezuela. Pérez-Gómez presentó un proyecto al Estado y espera respuesta. Muestra la roca, de 8 a 9 metros de altura, con un flanco liso donde hablan las figuras geométricas. Es como un escenario amparado por la concha de un gran teatro. Poblaciones de los alrededores ignoran el origen de estos rastros. Obra de migrantes que pasaron a otros lugares, calcula el arqueólogo. Me habla de las dos ramas de la migración desde el norte hacia nuestro continente. Unos, bajaron por la costa del Pacífico hasta Chile y Argentina por el sur, y otros, que se van junto al Atlántico, por Venezuela, hasta Brasil, Uruguay, Paraguay, y también hasta Argentina. El jueves, en esta sección leímos sobre un fósil de armadillo gigante, despostado por humanos con piedras afiladas, en la provincia de Buenos Aires, hace 20 mil años. La humanidad se expandió a nuestro continente, el último en poblarse, me dice José Miguel. Y hay algo parecido entre el arte de Curaima y el de Río Ibáñez. Un palpitar, un detenerse y dejar huella. "En esto de la arqueología, cuando entras en un estudio, es como entrar en el agujero del conejo. Mientras más profundizas, más maravillas te vas encontrando. Y te captura. Yo estoy capturado por esto que estoy mirando ahora mismo", me dice. Agrega: "El universo de uno va tan allá como el conocimiento de estos lugares. Nos hablan de una humanidad que, al final, somos nosotros mismos.
Estas pinturas en la piedra me pegan, me pegan muy adentro, porque hay una conexión: eran humanos, humanos como nosotros". Lo estremecen los niños, "niños pintores también poniendo sus manos y dibujando". Y el paisaje, "que te arropa, se te viene encima, te come y te digiere y te haces parte de él.
Y por supuesto que estos lugares tuvieron que haber sido portales mágicos hacia lo sobrenatural; lugares donde ellos tal vez transmitieron sus conocimientos a los más jóvenes, a los más pequeños". José Miguel Pérez-Gómez lleva 45 años explorando su país. Quisiera contar con tres vidas más. Y no le alcanzarían. OPINIÓN Venezuela, desde antes NICOLÁS LUCO. - -