La casa salvadora
La casa salvadora LA COLUMNA DE JOE BLACKLo que se comenta dentro del Partido Socialista es que la operación de compraventa de la casa de Salvador Allende que permitiría al Gobierno convertirla en un museo para rendirle honor por los siglos de los siglos resolvería dos problemas: la precariedad económica de los herederos del expresidente y la escasez de legados concretos de la administración del Presidente Gabriel Boric. Es decir, la casa de Salvador iba a ser una salvación para muchos. Es que la izquierda se ha tomado a pecho el nombre de pila de Salvador Allende. Lo han convertido en una suerte de “salvador multipropósito”. Ante cualquier escollo, problema o dificultad, la fórmula de la izquierda es invocar a Allende. Para que resuelva la situación; para que, literalmente, los “salve”. Si había un escándalo de corrupción, se salía jugando con algo relacionado con Allende. O si la economía andaba mal, o la seguridad o las colas en los hospitales todo valía. Pero esta vez las cosas no salieron bien. El negocio de la casa se vino abajo porque a una docena de personas en el Gobierno y enbiar el clima de opinión pública.
Y ahora el negocio de la compraventa de la que fuese la residencia de Salvador Allende no pudo quedar inmune al imperio de la ley, pese a esa especie de aura de sitio sagrado que quiso darle el oficialismo. El Presidente Boric llegó al poder proyectándose como una especie de continuador del proyecto trunco de Salvador Allende. Con esa “credencial”, con esa “tifa” (¿ se acuerdan de la “tifa”) supuso que tendría el camino despejado para hacer más o menos todo lo que quisiera. Y no era un supuesto descabellado: durante décadas la izquierda chilena y también internacional logró convertir a Allende en un ícono global, en una especie de Che Guevara con corbata, semidiós de las izquierdas. Y, por lo tanto, inmortal, inmune e irreprochable.
Por eso lo que pasó con la casa de Allende estos últimos días ha sido tan amargo para la izquierda, porque es la demostración de que invocar el nombre de Allende para cualquier cosa ya no es “monedita de oro”. La chambonada inmobiliaria del año puso en duda la capacidad salvadora de Salvador. la familia Allende se les pasó un detalle: los ministros y los parlamentarios no pueden suscribir contratos con el Estado. Es una prohibición constitucional. Y ocurre que dos de las dueñas de la casa de Allende son su hija senadora y su nieta ministra. Como ellas firmaron, a través de un poder que dieron a un familiar, todos los papeles, la cosa se puso tan complicada que las dos arriesgan perder sus cargos. Esto muestra que el poder salvador parece estar extinguiéndose. Ya habíamos visto cómo las invocaciones a Allende durante el primer proceso constitucional no sirvieron para aprobar el texto de la convención, que fue derrotado por el 62% de los votos.
Los diversos eventos de este Gobierno a propósito de los 50 años del golpe no fueron útiles para mejorar su popularidad ni cam-. Lo que sucedió es la demostración de que invocar el nombre de Allende para cualquier cosa ya no es “monedita de oro”.