Las cárceles de los favores
Las cárceles de los favores Juan Manuel Fuenzalida Diputado OPINIÓN Esta semana, además de las lluvias, fuimos testigos de un fenómeno mucho más preocupante: la caída de los "mojados" de la corrupción al interior de las cárceles del país.
En La Serena, bajo la instrucción de la Fiscalía Metropolitana Oriente, se llevó a cabo un operativo que culminó con la detención de individuos involucrados en la internación de armas y la conspiración para favorecer a miembros de bandas criminales. Lo ocurrido en Gendarmería me parece gravísimo. Durante mucho tiempo, varios parlamentarios y dirigentes de diversas asociaciones de funcionarios han estado denunciando estos hechos. Es alentador que finalmente el Ministerio Público haya intervenido y realizado estas detenciones, abriendo causas que buscan desmantelar las bandas criminales que operan tanto dentro como fuera de nuestras cárceles. Hoy, es un secreto a voces que las cárceles se han convertido en las sedes principales de organizaciones criminales nacionales e internacionales. Por ello, la detención de estos gendarmes corruptos que traficaban armas y drogas es una señal positiva y necesaria. Sin embargo, no podemos limitarnos a reaccionar ante los problemas. Este tipo de acciones debieron haberse implementado hace mucho tiempo. Es crucial implementar mecanismos de control efectivos en todas las instituciones. En los últimos años, hemos sido testigos de un aumento alarmante de casos de corrupción en Carabineros, la PDI y ahora en Gendarmería. Es imperativo que estos controles comiencen desde la formación de los nuevos postulantes y que incluyan seguimientos rigurosos del actuar de los funcionarios. Debemos incentivar la denuncia interna y escuchar a quienes se atrevan a denunciar, tomando medidas rápidas y eficaces. La corrupción actúa como un óxido que corroe la credibilidad de nuestras instituciones y permite que el crimen organizado se aproveche de nuestras debilidades. Sin embargo, podemos derrotar a estas bandas con una gestión inteligente, procesos bien estructurados y normativas estrictas que impidan la infiltración de criminales en nuestras Fuerzas Armadas y de Orden. Chile no puede darse el lujo de perder lo que ha ganado históricamente, especialmente en comparación con otros países de Latinoamérica.
No somos un país donde la corrupción esté institucionalizada, donde se pide dinero para cualquier trámite o donde se "arreglan" situaciones a lo "amigo". Nuestras policías y Fuerzas Armadas son profesionales con un espíritu de servicio público. Es vital que eliminemos a la fruta podrida del cajón y plantemos nuevas generaciones con más abono y preocupación. La reputación es lo más valioso tanto para las personas como para las instituciones. No permitamos que unos pocos, motivados por sus intereses personales, destruyan lo que hemos construido con tanto esfuerzo. La lucha contra la corrupción es una tarea continua, y solo a través de un esfuerzo colectivo y sostenido podremos preservar la integridad y la confianza en nuestras instituciones..