Editorial: Huambalí y Diagonal Las Termas
Editorial: Huambalí y Diagonal Las Termas En Chillán, como en muchas otras ciudades que enfrentan procesos de modernización urbana, los avances en infraestructura vial no siempre se traducen automáticamente en mejoras reales en la calidad de vida de sus habitantes.
El caso de las avenidas Huambalí y Diagonal Las Termas es ejemplar: si bien las cifras oficiales apuntan a un 95% y 90% de avance, respectivamente, la experiencia diaria de los vecinos revela una realidad distinta y molesta que es difícil de ignorar para sus usuarios. Las obras, que prometían estar terminadas durante el segundo semestre de 2024, ya están operativas en gran parte de su extensión. No obstante, persisten “detalles” que afectan la seguridad y comodidad de peatones, ciclistas y automovilistas. En Huambalí, por ejemplo, se han instalado nuevas señaléticas y demarcaciones que no están siendo respetadas, generando accidentes evitables. Los semáforos de las intersecciones con Los Alerces y Carlos Ambrosio Lozzier siguen sin funcionar, un déficit que se mantiene por una simple conexión eléctrica pendiente.
Más allá del cemento y el asfalto, las voces ciudadanas han sido claras: hay obras mal ejecutadas, veredas estrechas e incompletas, accesos inadecuados para personas mayores y con discapacidad, paraderos sin techo, y vegetación que no ofrece sombra ni aporta valor estético al entorno. Para las dirigentas vecinales no hay dos lecturas: estos “detalles”, en el caso de las personas mayores, hacen la diferencia entre salir a caminar o quedarse encerrado en su casa. Las observaciones se repiten y diversifican, según los sectores.
En Villa Olímpica, advierten sobre la peligrosidad de la ciclovía ubicada detrás de los paraderos; en la Población El Roble denuncian un cruce inaccesible y mal ubicado, y en Diagonal Las Termas, los residentes están preocupados por la falta de salidas seguras, veredas angostas, e incluso vandalismo sobre las luminarias recién instaladas. Mientras tanto, las autoridades insisten en que el proyecto concluirá este segundo semestre. Según el seremi de Vivienda y Urbanismo están en sus etapas finales los trabajos de paisajismo, la instalación de semáforos y mobiliario. Pero el cronograma ya no convence a muchos vecinos, que han escuchado diferentes fechas de entrega. La modernización urbana no puede ser solo una fotografía para una rendición de cuentas institucional. Requiere una mirada más empática, integral y participativa.
Si bien es cierto que estos proyectos implican complejidades técnicas, permisos, coordinación intersectorial y plazos sujetos a condiciones climáticas, no se puede trivializar lo que para un peatón es una caída por una vereda rota o para un ciclista, un accidente evitable por mala señalización.
Una ciclovía mal ubicada, un paradero sin techo, un semáforo sin operar o un árbol que no da sombra no son solo fallas técnicas, son signos de una desconexión de la realidad local y de sus urgencias. Avanzar en infraestuctura urbana es mucho más que cortar una cinta inaugural. Es también escuchar, corregir y terminar bien lo que se empezó.. Las obras, que prometían estar terminadas en 2024, ya están operativas en gran parte de su extensión. No obstante, persisten múltiples detalles que, lejos de ser menores, afectan seriamente la seguridad y comodidad de peatones, ciclistas y automovilistas.
Las voces ciudadanas son claras: hay obras mal ejecutadas, veredas estrechas e incompletas, accesos inadecuados para personas mayores y con discapacidad, paraderos sin techo, y vegetación que no ofrece sombra ni aporta valor estético al entorno. EDITORIAL