Autor: GREG IP The Wall Street Journal
Estados Unidos avanza hacia un capitalismo de Estado con características propias
Estados Unidos avanza hacia un capitalismo de Estado con características propias PA portantes pero comercialmente arriesgados, como los de minerales críticos, los que China domina. El mes pasado, el Departamento de Defensa de Trump informó que adquiriría una participación del 15% en MP Materials, una empresa de minerales críticos. Muchos en Occidente admiran a China por su capacidad para reforzar el crecimiento a través de enormes hazañas en construcción de infraestructura, avance científico y la promoción de industrias favorecidas. Los esfuerzos estadounidenses a menudo quedan empantanados en medio de frenos, contrapesos y componendas de la democracia pluralista.
En su próximo libro, “Breakneck: Chinas Quest to Engineer the Future”, el autor Dan Wang escribe: “China es un Estado de ingeniería, que construye en grande a una velocidad vertiginosa, en comparación con la sociedad legalista de EE.UU., que bloquea todo lo que puede, bueno y malo”. Para sus admiradores, el atractivo de Trump está en su buena disposición para arrasar con esos obstáculos legalistas. Ha impuesto aranceles a una serie de países y sectores, apoderándose de la autoridad que se supone le corresponde al Congreso.
Consiguió US$ 1,5 billones en promesas de inversión de Japón, la Unión Europea y Corea del Sur que, según afirma, dirigirá personalmente, aunque al parecer no existe ningún mecanismo legal para hacer eso. (Esas promesas ya están en disputa). El problema con el capitalismo de Estado Hay razones por las que el capitalismo de Estado nunca se volvió popular antes. El Estado no puede asignar capital en forma más eficiente que los mercados privados. Por lo general, a continuación vienen las distorsiones, el despilfarro y el amiguismo. Rusia, Brasil y Francia han crecido en forma mucho más lenta que EE.UU. El capitalismo de Estado chino no es la historia de éxito que parece.
Barry Naughton, de la Universidad de California en San Diego, ha documentado cómo el rápido crecimiento de China desde 1979 ha provenido de fuentes del mercado, no del PA 8.500 millones fueron para Intel, lo que le dio el poder a Trump para exigir la destitución de su director ejecutivo por sus vínculos pasados con China. (Intel hasta ahora se ha negado). Biden pasó por sobre la administración y los accionistas de U.S. Steel para bloquear la adquisición de Nippon Steel, aunque su equipo no vio ningún riesgo de seguridad nacional. Trump anuló ese veto mientras obtenía la “acción de oro” que puede utilizar para influir en las decisiones de la compañía. En diseño y en nombre imita las acciones de oro que las empresas privadas chinas deben emitir al Partido Comunista chino. El equipo de Biden había considerado un fondo de riqueza soberano para financiar proyectos estratégicamente imEstado. A medida que el líder chino, Xi Jinping, ha vuelto a imponer el control de Estado, el crecimiento se ha desacelerado. China está inundada de ahorros, pero el Estado despilfarra gran parte de ellos. Desde el acero hasta los vehículos, el excedente de capacidad lleva a la caída vertical de precios y ganancias. A Estados Unidos no le ha ido mejor tampoco.
Las intervenciones que se han hecho en nombre de la seguridad nacional o la puesta en marcha de industrias incipientes llevan a despilfarros como la prometida fábrica de Foxconn en Wisconsin o la fábrica de paneles solares de Tesla en Buffalo, Nueva York. El capitalismo de Estado es un asunto de toda la sociedad en China, dirigido desde Beijing a través de millones de mandos medios en los gobiernos locales y las salas de juntas de las empresas. En Estados Unidos, consiste en gran medida en anuncios del Salón Oval que carecen de un marco de política o institucional. “La característica central del capitalismo de Estado de China es la disciplina, y Trump es absolutamente lo opuesto de eso”, comentó Wang en una entrevista. Medios de control El capitalismo de Estado es un medio de control político, no solo económico. Xi despliega en forma despiadada mecanismos económicos para aplastar cualquier desafío a la supremacía del partido. En 2020, el cofundador de Alibaba, Jack Ma, probablemente el líder empresarial más famoso del país, criticó a las autoridades reguladoras chinas por ahogar la innovación financiera. La represalia fue rápida. Las autoridades pertinentes cancelaron la oferta pública inicial de la compañía financiera de Ma, Ant Group, y finalmente la multaron con US$ 2.800 millones por comportamiento anticompetitivo. Ma desapareció brevemente de la escena pública.
Trump ha desplegado igualmente órdenes ejecutivas y poderes reguladores contra empresas de medios de comunicación, bancos, bufetes de abogados y otras compañías que cree que se oponen a él, mientras recompensa a los ejecutivos que se alinean con sus prioridades. En el primer período de Trump, los directores ejecutivos habitualmente hablaban claro cuando no estaban de acuerdo con sus políticas como las de inmigración y de comercio. Ahora, lo llenan de donaciones y elogios, o permanecen principalmente en silencio. El mandatario también está buscando un control político sobre las entidades que han operado durante mucho tiempo a cierta distancia de la Casa Blanca, como la Oficina de Estadísticas Laborales y la Reserva Federal. Eso también recuerda a China, donde la burocracia está completamente subordinada al partido gobernante. Trump ha admirado por largo tiempo el control que Xi ejerce sobre su país, pero, en teoría, hay límites con respecto a hasta qué punto puede imitarlo. La democracia estadounidense restringe al Estado a través de un Poder Judicial independiente, la libertad de expresión, el debido proceso y la distribución del poder entre los múltiples niveles y ramas del gobierno. Hasta qué punto el capitalismo de Estado reemplace finalmente al capitalismo de libre mercado en EE.UU. depende de la eficacia de esos frenos y contrapesos.
Artículo traducido del inglés por “El Mercurio”. CONTENIDO LICENCIADO POR THE WALL STREET JOURNAL Hace una generación el saber convencional decía que a medida que China se liberalizara, su economía se parecería a la de EE.UU. En cambio, el capitalismo estadounidense está empezando a parecerse al de China.
Ejemplos recientes incluyen la exigencia del Presidente Trump de que renuncie el director ejecutivo de Intel; el 15% de ciertas ventas de chips a China que Nvidia y Advanced Micro Devices compartirán con Washington; la “acción de oro” que Washington tendrá en U.S. Steel como una condición para la adquisición de Nippon Steel; y los US$ 1,5 billones de inversión prometida de socios comerciales que Trump planea dirigir personalmente. Esto no es socialismo, en el que el Estado posee los medios de producción. Es más como un capitalismo de Estado, un híbrido entre socialismo y capitalismo en el que el Estado guía las decisiones de empresas nominalmente privadas.
China llama a su híbrido “socialismo con características chinas”. Estados Unidos no ha llegado tan lejos como China ni siquiera como aquellos que practican en forma más moderada el capitalismo de Estado como Rusia, Brasil y, a veces, Francia. Por lo tanto, llamemos a esta variante “capitalismo de Estado con características estadounidenses”. Aun así, es un cambio enorme en relación con el carácter distintivo de libre mercado que alguna vez encarnó EE.UU.
Cómo aprendimos a querer el capitalismo de Estado No estaríamos ocupándonos del capitalismo de Estado si no fuera por el convencimiento tanto de la ciudadanía como de ambos partidos de que el capitalismo de libre mercado no estaba funcionando. Ese sistema impulsó a los directores ejecutivos, en su afán de maximizar las ganancias, a trasladar la producción al extranjero. El resultado fue una contracción de la fuerza laboral manufacturera, la dependencia de China para productos vitales como minerales críticos y una inversión insuficiente en las industrias del futuro como energía limpia y semiconductores. El gobierno federal a menudo se ha adentrado en el mundo corporativo. Requisó la producción durante la II Guerra Mundial y, según la Ley de Producción de Defensa, en emergencias como la pandemia de covid-19. Rescató a bancos y empresas automotrices durante la crisis financiera de 2007-2008. No obstante, esos fueron recursos temporales. El expresidente Joe Biden llegó más lejos en su búsqueda de definir la estructura real de la industria. Su Ley de Reducción de la Inflación autorizó US$ 400 mil millones en préstamos para energía limpia. La Ley de Chips y Ciencias asignó US$ 39 mil millones en subsidios para la manufactura de semiconductores nacionales.
De esa suma, US$ RESULTADOS Trump consiguió US$ 1,5 billones en promesas de inversión de Japón, la UE y Corea del Sur.. El Presidente Trump está imitando al Partido Comunista chino al desplegar el control político en forma cada vez más profunda en la economía. El gobierno federal a menudo se ha adentrado en el mundo corporativo: RESULTADOS Trump consiguió US$ 1,5 billones en promesas de inversión de Japón, la UE y Corea del Sur. El Presidente Trump busca controlar políticamente a agencias que han operado con distancia de la Casa Blanca. Lip-Bu Tan, director ejecutivo de Intel.