COLUMNAS DE OPINIÓN: La vejiga
COLUMNAS DE OPINIÓN: La vejiga El único lustrabotas que va quedando tiene varias virtudes, de partida, hace bien su trabajo. Los zapatos campesinos brillan frente a este hombre que, en poco tiempo más, al igual que otros a lo largo de Chile, pasará a ser personaje de la historia cultural del país. Pero no solo lustra zapatos y botas, también congrega en torno al lustrín una fauna humana que camina por el centro.
Hombres, principalmente, que se las arreglan para obtener algún alimento, a veces una sonrisa de algún parroquiano conocido y claro, los pesos que les cobra e1 Hogar de Cristo que anunció el cierre de su hospedería. La semana pasada, fui parte de este conglomerado social que gira en torno al lustrabotas. La conversación fue muy entretenida. “Fui al consultorio. Tuve suerte, me atendió un médico”, médico”, dijo el más conversador del grupo. “,Y qué le dijo?”. “Que no deje de tomar agua. l)os litros diarios, es la cuota, si no, caigo derechito a la cuestión esta, ¿cómo se llama... ? íAh! DiálisisS”. Hubo un silencio. Miradas extraviadas del resto de los congregados. “Yo le dije al doctor que dos litros de agua es mucho. ¿Y por qué?, me respondió. Yo le dije al tiio, la vejiga doctor”. “La vejiga?”, preguntó el doctor. “Sí, la vejiga, le dije yo. Con los años, se va achicando y yo la debo tener más chica que guatero de cabro chico”. El doctor se sonrió. “Entonces orine y se acabó el problema”. “Es que ese es el problema.
El alcalde que se mandó a cambiar, parece que se llevó la llave de los baños públicos de la plaza y el nuevo, o anda buscando un cerrajero para abrirlo o nadie le ha dicho esto de las vejigas chicas de los viejos”. Tal declaración provocó, atropelladamente, opiniones opiniones diversas. “Entonces, ud. no toma agua porque no tiene dónde orinal”, respondió el doctor, animado por este problema que afectaba la salud pública. “Así es doctor, nos cerraron los baños públicos y las vejigas de nosotros, ya gastadas por el tiempo, parecen blai de pelota vieja”. Hubo sonrisas. Uno preguntó si las pelotas nuevas tenían “blai” también. Nadie le contestó. No querían desviarse de lo principal. El lustiabotas, con una sola pierna, movía las manos ágilmente al sacarle brillo a mis zapatos. Le consulté dónde iba a orinar. “Allí me prestan baño”, dijo, moviendo moviendo los labios hacia un lugar cualquiera. “Peio lo que se habla aquí, es verdad. A veces no me aguanto más. Estoy poi traer un pato al trabajo. Aquí me las arreglaré arreglaré con el pato. Pero, hay que decirle al alcalde o algún concejal, que los baños sigan funcionando. IJn día se van a reventar todas las vejigas y hasta ahí no más llegamos”, expresó a viva voz, provocando la adhesión correspondiente. Mario Ríos Santander.