COLUMNAS DE OPINIÓN: ¿Y la política exterior?
COLUMNAS DE OPINIÓN: ¿ Y la política exterior? E n los últimos días, las principales campañas presidenciales dieron a conocer sus programas de gobierno. El que más atención ha recibido es el de Jeannette Jara, sobre todo por los giros respecto a lo que había presentado en las primarias. Sin embargo, más allá de ese caso, hay un rasgo común a todos los documentos: su ambigüedad. Y en ninguna parte se nota tanto como en el silencio sobre asuntos internacionales. Es cierto que las elecciones rara vez se deciden en torno a la política exterior. El votante promedio está mucho más preocupado por la delincuencia, el desempleo o la calidad de los servicios públicos. Pero los temas internacionales, aunque lejanos, funcionan como marcadores ideológicos: las posturas frente a Venezuela, la guerra en Ucrania, Gaza, el rol de China o los BRICS dicen mucho sobre las convicciones de cada candidato.
Con más razón sorprende el silencio de Jara, cuyo partido, en su congreso de enero, fue explícito respecto a Cuba (romper el boicot porque estos son injustos y no funcionan), Israel (imponer un boicot porque funcionan y la justicia lo exige), y alinearse con los BRICS. Nada de eso aparece en los lineamientos publicados la semana pasada. El problema no es exclusivo de la izquierda. El programa de José Antonio Kast apenas menciona lo internacional. Evelyn Matthei ofrece un planteamiento más elaborado, respetando la tradición de política de Estado: multilateralismo, defensa de la democracia y de los derechos humanos, y apertura comercial. Bien ahí, pero queda corto para un mundo convulsionado: uno más proteccionista, nacionalista y beligerante, menos dispuesto al multilateralismo y cada vez más indiferente a los derechos humanos. La pregunta es cómo un país mediano, como Chile, se adaptará a la pugna de las grandes potencias por la hegemonía global. La falta de detalle y creatividad no se limita a la política exterior. Es un síntoma de algo más amplio. La erosión de los vínculos tradicionales entre partidos y ciudadanía obliga a buscar nuevas fórmulas para atraer votos. Una es prometer mucho, confiando en que un electorado cada vez menos leal se dejará seducir.
Pero hay dos riesgos: el castigo posterior, cuando las promesas incumplidas erosionan la credibilidad, y segundo, como muestra un reciente artículo del European Journal of Political Research, que mucha promesa impacta negativamente en la posibilidad de armar coaliciones. En este sentido, la ambigüedad es una estrategia. No comprometerse demasiado, ni ante el electorado ni ante futuros socios. Pero esa estrategia tiene un costo.
No solo debilita la transparencia y la rendición de cuentas, sino que también priva al país de un debate real sobre el lugar de Chile en un mundo cambiante, y sobre las respuestas que exige una ciudadanía que, paradójicamente, desconfía de los partidos pero sigue esperando que cumplan lo que prometen. ¿Y la política exterior? Robert Funk Facultad de Gobierno Universidad de Chile "La ambigüedad es una estrategia. No comprometerse demasiado, ni ante el electorado ni ante futuros socios. Pero esa estrategia tiene un costo"..