Autor: Felipe Schwember A.
Peronismo chileno
Señor Director: La columna de Hugo Herrera sobre el instituto Libertad y Desarrollo revela que él tiene un problema con el liberalismo, tanto en su expresión económica —del que ese centro de pensamiento es un destacado promotor— como en su expresión política. No lo entiende. Eso sucede porque la versión del liberalismo que critica solo existe en su cabeza. En su incomprensión no está solo, claro. Un nutrido grupo de columnistas de diversos centros de estudios —de cuya financiación Herrera curiosamente no sospecha— lo secunda en su crítica.
Pues bien, más a allá de sus suspicacias, ¿qué tiene Herrera para ofrecer en reemplazo del liberalismo que quiere desbancar? Por lo que sabemos a la luz de sus artículos y libros, una versión trasnochada del nacionalismo, supuestamente a tono con las “pulsiones y anhelos populares”. Una concepción según la cual el pueblo es “un dinamismo” “que emerge desde una hondura insondable”, un “poderío que viene desde un no-lugar, desde allende las de limitaciones cotidianas”. Estas descripciones —que se prestan más para la elaboración de una epopeya pastoril que para el diseño de cualquier política pública— no son más que un modo alambicado de presentar el nacionalismo y el romanticismo político que, como bien sabemos, tiende hacia el corporativismo y, si se descuida, hacia el fascismo. ¿Quénos ofrece este mistagogo del irracionalismo político como alternativa al liberalismo? Algo parecido al peronismo, un peronismo chileno. Así debe ser entendido su llamado a “repolitizar” la discusión y a instaurar un republicanismo “popular y telúrico”. Este proyecto, sin embargo, es inexistente fuera de los libros del propio Herrera.
Pese a alertar acerca del carácter “artístico” de la política y de otras advertencias similares; pese al cansino llamado a “repolitizar” la sociedad, ni su versión de la derecha conservadora ni la derecha nacionalista con La que sueña Herrera tienen influencia alguna en los grupos que hoy se movilizan contra el “sistema”. Como Sinón, él ha pretendido convencer a la derecha de que introduzca el caballo de Troya del nacionalismo entre sus líneas.
Hay que reconocerle un mérito: ese regalo ha tenido cierta aceptación en parte de la derecha, que parece no sospechar de un populismo difícilmente conciliable con las libertades y que, en términos prácticos, es incapaz de la convicción necesaria para hacer frente al socialismo. Quizás por esto mismo buena parte de la derecha chilena está como está. No por su pretendido “economicismo”, como Herrera sostiene, sino porque ha prestado oídos a ideas que, columnistas como él, se han empeñado en predicar.