EL BRUTALISTA: LOS EJES DE UNA PELICULA ENORME
EL BRUTALISTA: LOS EJES DE UNA PELICULA ENORME LOS EJE LOS EJE DE UNA PELICULA ENORME Gonzalo Valdivia Tras varios días de viaje por el Atlántico, todos los tripulantes del barco desean subir a cubierta y tener la primera panorámica del país quelos acogerá. László Tóth se escabulle entre la multitud, trepa las escaleras y sus ojos se encuentran de golpe con la Estatua dela Libertad.
Es un innegable símbolo de esperanza, la posibilidad de un nuevo comienzo, la primera señal de que podría venir un capítulo de prosperidad luego de haber sufrido el horror. ¿O no? El tratamiento que le imprimeel director Brady Corbeta esa escena sugiere otras ideas.
Al principio es difícil distinguir entre siluetas y, una vez que la cámara abandona la oscuridad, toma el monumento de la Isla de la Libertad al revés, como si la mujer con la antorcha estuviera cayendo en picada. La música, llena de texturas, es inquietante incluso en los momentos en los que evoca lo épico. Al comienzo de El brutalista, el tercer largometraje de Corbet, apenas han transcurrido un par de años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Como otros sobrevivientes del Holocausto, László (un Adrien Brody soberbio) ha encontrado refugio en Estados Unidos y espera que pronto se le unan su esposa, Erzsébet, y una sobrina llamada Zsófia, por ahora en Europa. Su familiar más cercano es un primo que vive en Filadelfia y que temporalmente le proporciona techo, comida y un empleo. Lascircunstancias lo llevan a conocer a un tal Harrison Lee Van Buren, un empresario que construyó su propia riqueza y que tiene sensibilidad por el arte. Sorprende al protagonista al indicarle que ha hecho una investigación y que está al tanto de su trabajo como arquitecto. Lo aprecia y, de hecho, quiere contar con sus servicios. Así, sin quese lo propusiera, surgela posibilidad de recuperar la carrera que tenía en Hungría, pero ahora en el corazón de Estados Unidos. Corbet, un actor que tuvo su primera incursión como realizador hace una década, es un cineasta voraz. Debutó con una película en que imaginaba la turbulenta infancia de un líder fascista y siguió con la exploración del ascenso y caída de una estrella pop. No son produccio nes biográficas, sino lo que denomina "virtual histories", trabajos en queindaga en personajes ficticios que le permiten representar momentos muy específicos de la sociedad occidental.
En The childhood of a leader (2015) fue la Europa posterior a la Primera Guerra Mundial, en Vox Lux (2018) fue el Estados Unidos de los 90 y 2000, y en El brutalista es la Norteamérica de los años 50. Su tercera cinta es la más ambiciosa y lograda de las tres.
La rodó en VistaVision, un formato amplio queninguna película estadounidense había ocupado en más de seis décadas (desde el western El rostro impenetrable, con Marlon Brando). Dividido en dos partes (215 minutos, con un intermedio de 15 minutos), el filme primero narra el sueño americano y luego la inevitabilidad de la tragedia. Tiene el músculo y el tacto para interrogar sobre el desarraigo, la relación del artista y el mecenas, la creación artísmecenas, la creación artística como canalizador del trauma y otras honduras. Tamaña empresa podría haber sido un suicidio en manos de alguien menos apto. Pero Corbet parece haberse preparado toda su vida para llevar esas imágenes a la pantalla grande.
Sus esfuerzos han sido valorados tanto en Europa (obtuvo el León de Plata en el Festival de Venecia) como en HoIiywood, donde El brutali ta figura como el segundo título con mayor número de nominaciones a los Oscar (diez candidaturas) y perfectamente podría ganar.
Antes de su estreno en cines nacionales, programado para el próximo 20 de febrero, tendrá su segunda y última función en el Festival de Cine UC hoy a las 18 horas (Alameda +390, Santiago). La entrada es liberada y por orden de llegada. O por orden de llegada. O.