La energía de EDUARDO LAUER
La energía de EDUARDO LAUER casado hace 42 años, cuatro hijos, ingeniero mecánico de la Universidad de Múnich, hoy director de Ingeniería y Proyectos de Colbún, pisó suelo chileno tras haber pasado cuatro años estudiando en Alemania y dos trabajando en muy buenas empresas allá, lo único que recibió de su familia fueron recriminaciones.
Nadie entendía cómo un joven ingeniero, con una promisoria vida profesional, decidía venirse a Chile en 1981, en días en que las empresas y fábricas quebraban como quien se pone calcetines, y se vivían tiempos de desempleo y crisis financiera. --Claro, es que yo tenía mi departamento allá, buen trabajo, tenía auto, todo, y me vine para acá donde no tenía nada y el país estaba quebrado. Lo que yo les dije fue: "Me vuelvo porque sé que en Chile voy a progresar más rápido que en Alemania, porque acá hay muchos como yo y allá no. En Alemania había mucha gente que estaba bien, pero en un gran promedio. A todos les iba bien, pero nadie sobresalía. --¿ Y usted era más ambicioso? --Yo quería ser algo más que alguien del montón. Cuarenta y cinco años después, se podría decir que logró su sueño: Eduardo Lauer es hoy uno de los hombres clave en el desarrollo de generación de energía de Chile.
De hecho, por estos días cumplió un hito no menor: hace 40 años fue uno de los ingenieros que dirigieron la construcción de lo que en su época fue la mayor central de generación de Chile, el complejo ColbúnMachicura, con 500 MW de potencia, y hoy es el responsable del equipo que construyó la mayor central de generación alguna vez levantada en nuestro país, el parque eólico Horizonte, con 816 MW, que comenzará a operar en los próximos meses.
Sentado en una oficina de Colbún, en el barrio Apoquindo, el ingeniero comenta que en realidad él no debería estar liderando ese proyecto, porque debió haber jubilado a los 65 años; de hecho, los Matte, los dueños de la empresa donde trabaja, tienen como política laboral jubilar a sus trabajadores a esa edad. Pero no a él. De hecho, hace cinco años le pidieron que siguiera con ellos y ahora lo mantendrán durante dos años más como consultor. Más allá de la valoración de sus jefes, los que lo conocen destacan su calidad técnica y que a la gente le gusta trabajar con él, porque es generoso con sus conocimientos y también entretenido. Él tiene una sola respuesta para esos comentarios: --Es que yo soy faenero. --¿ Y qué significa eso? --Muchos ingenieros se asustan de eso, de estar en terreno.
El ingeniero de acá, de oficina, es uno; el de terreno es otro, está acostumbrado al sacrificio, no tiene horario, improvisa cuando es necesario, pero poniendo siempre delante la seguridad y la calidad, pero si le toca improvisar, lo hace, porque de repente un plano, el papel, no coincide con lo que se quiere; entonces, hay que improvisar en aras de progresar, porque parar una obra es lo más caro que te puede pasar.
Ese es el faenero. --Seguro que alguna vez alguien lo pudo haber querido meter a una oficina y no le gustó. --No es que no me haya gustado la oficina, es que me gustaba más lo otro. Para mí, no hay nada mejor que construir, ver que algo está saliendo de la tierra y después funciona. Eso es increíble. Se queda en silencio y luego dice: --Es bonito eso de entender la máquina. Eduardo Lauer nació en Viña del Mar, hijo de un padre contador, segunda generación de alemanes, y una profesora de música. Estudió en el Colegio Alemán de Valparaíso, es el mayor de tres hermanos y dice que era estudioso y muy responsable. Terminó el colegio en 1972 y entró a ingeniería civil mecánica en la Universidad Santa María, pero decidió irse a Alemania en julio de 1973 a ver si podía entrar a la universidad allá.
Partió con 20 dólares en los bolsillos, un pagaré del banco por 540 dólares, que era lo máximo que se permitía sacar de Chile en la UP, dice, y una dirección de un hogar de monjas en Múnich que era manejado por la hermana Agustina, oriunda de Temuco, donde estudiantes de su mismo colegio habían llegado a hospedarse. --Llegue allá y le dije: "Vengo a quedarme, aquí te las traigo Pedro y no tengo para pagar, pero voy a trabajar", y la hermana Agustina me dijo: "Ok, te doy tres meses". --¿ Y de qué congregación eran las monjitas? --Ay, no sé, yo ni siquiera soy católico --dice y se ríe.
Logró un cupo para estudiar Ingeniería Mecánica en la Universidad de Múnich y una beca del gobierno alemán; de hecho, sus papás nunca le tuvieron que mandar dinero, porque entre otras cosas, explica, "no tenían ni uno". La beca incluía un pasaje al año para venir en las vacaciones a ver a su familia. Para poder mantenerse trabajó en lo que pudo, desde camionero, pasando por mozo, hasta ser chofer de unos iraníes. --Alemania en la década del 70 era un país maravilloso. Desgraciadamente, un país dividido en la Alemania de acá y la de allá, la comunista. Toda mi familia estaba de ese lado. Él solía cruzar el Muro de Berlín para ir a verlos para "la Pascua del Conejo, Navidad y otros eventos. Era complejo cruzar, tenían que pedir un permiso especial y yo, pagar impuestos", recuerda. --Mi familia sufrió mucho por vivir en el lado comunista y cada vez que yo me volvía, había llanto colectivo. Yo sufría, porque tenía muchos privilegios comparado con ellos, era un régimen macabro. Eso era en los tiempos de Honecker; por lo mismo, cada vez que aquí le rinden pleitesía, a mí se me revuelve la guata. Cuando volvió a Chile en 1981se encontró al país en el inicio de una crisis económica. Pero al mes logró un trabajo en Sigdo Koppers. Con ellos recorrió el país de Arica a Punta Arenas haciendo construcción y montaje industrial en la gran minería. --Construyendo todo, desde las cañerías, hasta el edificio, todo. Partí en Enaex 1 y 2 en Mejillones. Por SK, como contratista, contribuí en el montaje electromecánico de Colbún, y Machicura también, que en ese tiempo era de Endesa. Era una hidroeléctrica tremenda, una casa de máquinas preciosa. Era 1986. En minería construyó junto a su equipo El Abra, Collahuasi, Escondida, Candelaria, en plantas de cemento, Tocopilla, y la planta de ácido sulfúrico en Chuquicamata. Todo en los 80. Luego, Methanex en Punta Arenas. --Lleva 45 años viendo a los trabajadores chilenos, ¿cómo han cambiado? --La gente antes se comprometía más. Antes no existía esta porquería --dice y muestra el celular--. Hoy día, con esto, la gente en terreno está trabajando un porcentaje del día y no el día completo. Hoy sí ha mejorado la calidad de los trabajadores, por el acceso a la universidad, y también ha mejorado la seguridad laboral. Antes había estadísticas horrorosas, por ejemplo: con un millón de horas por hombre trabajadas, tenía que haber un muerto. Ahora, por fortuna, eso es absolutamente inaceptable. --¿ Cómo describiría al país en términos energéticos a inicios de los 80? --Rudimentario.
En esos años se construyó la primera línea de alta tensión hacia el norte, que se llama LN1, también la construyó Sigdo, unos colegas míos que se llamaban "los linieros". La primera llegó de Santiago hasta Copiapó. Chile en ese tiempo estaba dividido: tenía el Sistema Interconectado Central, y tenía el Sistema Interconectado del Norte Grande. Hoy hay una sola línea de Arica a Chiloé. De ahí para el sur, ni antes ni ahora, está interconectado, porque son puras islas, es más difícil la geografía y es muy caro interconectar. Cuenta que en esa época faltaba energía en todas partes. --Cuando se construyó Enaex, la Empresa Nacional de Explosivos, en el año 1981, no alcanzaba la energía para su construcción en Mejillones. Tuvimos que llevar motogeneradores para poder hacer la obra. Hoy día ahí sobra la energía. A veces el petróleo para los generadores se acababa y había que parar la obra nomás. Hoy en día eso es inimaginable. Hoy la capacidad instalada que tiene Chile con la energía renovable es cuatro veces lo que se necesita día a día, somos otro país.
Nosotros necesitamos 10.000 megas y tenemos 40.000. --Con tanta energía, ¿por qué en Chile la cuenta de la luz es tan cara? Acaba de subir de precio. --Chile no tiene combustibles fósiles propios, no puede manejar o subvencionar precios como lo hacen en otros países.
En Argentina y Perú sobra el gas, en Brasil hay suficiente energía hidráulica y en Chile sobra la energía renovable en el norte y no la podemos transmitir al centro --sur por falta de líneas de transmisión. El gas y el carbón tenemos que importarlos y dependemos de los precios internacionales. En otras palabras, es un tema técnico y comercial lo que finalmente fija las tarifas. Cuando lo contrataron para Colbún en 2010 fue para desarrollar estas nuevas energías: la eólica y la fotovoltaica. En esa época, dice, no había nadie en Chile que fuera especialista. --Habíamos escuchado de ellas, pero nadie estaba en condiciones de desarrollar un proyecto. Entonces, partimos con cursos aquí en Chile, afuera, ferias, que es donde más se aprende. Y así fuimos comprando software, contratando cabros jóvenes, con ya carrete en fotovoltaico y eólico, y formamos el equipo y le dimos una vuelta completa a Ingeniería y Proyecto de Colbún.
De ser agua, gas, carbón, pum, una vuelta carnero, 180 grados, a fotovoltaico, eólica y baterías. --Los paneles para la energía fotovoltaicas tienen un tiempo de duración, y grupos medioambientales han denunciado que quedarán como desechos contaminantes en el desierto. --La duración de esos paneles es de 20 años, los tenemos hace dos o tres años; por lo tanto, están lejos de acabarse. Y también hay recicladoras de paneles y de todos los componentes que tiene un panel fotovoltaico, químicamente hablando. Y todo se recicla, lo que pasa es que hay que hacerlo. --¿ Le preocupa que eso pueda terminar como desechos y que nadie se haga cargo? --Es legítimo pensar así y sí me preocupa.
Pero hay que reciclar, y sí es caro, pero habrá que obligar a las empresas si es que por costos no quieren hacerlo. --¿ Debería aparecer una regulación de reciclaje para todas estas nuevas tecnologías? --Sin ninguna duda, va a aparecer alguna regulación. --Claro, pero no existe ahora. --Existen disposiciones de residuos peligrosos y cosas así, pero aquí todavía no ha llegado la fotovoltaica, y menos la batería, al límite de su edad. La gente piensa en sus hijos y yo pienso en mis nietos.
Tenemos que ser lo suficientemente serios con el planeta; afortunadamente, existen regulaciones que se van creando. --¿ Usted está por una regulación ambiental severa o no? --Si la regulación ambiental es severa, a mí no me importa. Lo que me molesta mucho de nuestras autoridades es que no se cumplen los plazos, ni siquiera los legales. No los cumplen.
O sea, si una autoridad, cualquiera de ellas, no te voy a nombrar ninguna, que tiene que participar en una declaración de impacto ambiental que uno está solicitando, tiene días para pronunciarse, y no se pronuncia, y les da exactamente lo mismo, no está bien. --Estamos hablando de la permisología. --Ni siquiera es un tema de que la permisología en sí sea mala o que estén pidiendo cosas imposibles. En algunos casos, de repente se exagera un poco, pero no es para combatirla a balazos. El problema es que no se cumplen los plazos. Y que nadie se preocupa de decirle al evaluador, "usted tiene 10 días para esto" y si no, me tiene que pagar algo; no hay ninguna consecuencia.
Y lo otro es el tinte político que metes y que escapa a lo técnico y, entonces, lo demoras por eso, o lo rechazas porque no te gustó la empresa, porque no te gustó no sé quién. Además, no hay un consenso unánime.
La misma ley, o el mismo procedimiento, de Arica a Punta Arenas, puede tener criterios distintos de acuerdo a los evaluadores. --Una de las cosas que se pide son estudios de impacto ambiental en la flora y fauna. Los grupos ecologistas acusan que las torres eólicas matan miles de pájaros. --Es que eso depende, cuando las cosas se exageran con una tendencia siempre vas a llegar a un mal resultado. Por ejemplo, en Punta Arenas estudiamos una central eólica, de 3.000 megas, o sea 4,5, 6 veces lo que es hoy Horizonte, pero a modo de juego si tú quieres. Se hicieron los estudios de los pájaros y esto era un canal migratorio de cóndores y chao, no se hizo. Es que es así de simple, no puedo poner ahí 300 molinos y matar 200 cóndores por día. Lo que menos me pasa es que me voy preso. --¿ Y siempre es así de clara la situación? --Pero por supuesto. Nos pasó con el gaviotín en el norte, un ave chiquitita que está protegida, que penetra desde la costa hacia el interior del país 30,40, 50 kilómetros.
Nosotros estamos a 80 kilómetros adentro y si hay un gaviotín extraviado que se fue a poner su nido ahí y te dicen que no puedes construir por eso, me parece exagerado. --¿ Hay cierta tendencia a exagerar en materia ambiental? --Hay, dentro de todos, una tendencia a exagerar. Pero no es la mayoría (... ) Yo soy, en cierta medida, ecologista, pero no soy talibán. Porque el problema es ese. Cuando el ecologista, o el ambientalista, se transforma en un talibán. Con eso quiero dimensionar la parte religiosa de este tema, porque no todo es blanco o negro, siempre hay matices, y las cosas hay que conversarlas. Y existen técnicas, existe la parte científica, existe la parte ingenieril para poder hablar de estas cosas. Al final, siempre hay que lograr entenderse. "Si la regulación ambiental es severa, a mí no me importa. Lo que me molesta mucho de nuestras autoridades es que no se cumplen los plazos, ni siquiera los legales". La energía de EDUARDO LAUER "Yo soy, en cierta medida, ecologista, pero no soy talibán. Porque el problema es ese.
Cuando el ecologista, o el ambientalista, se transforma en un talibán". SER GIO A LF O NSO LÓ PEZ Lauer se define como "faenero", un ingeniero de terreno. "Para mí, no hay nada mejor que construir, ver que algo está saliendo de la tierra y después funciona. Eso es increíble". GEN TILEZA EDU ARDO LA UER Es hoy uno de los hombres clave en el desarrollo de generación de energía de Chile.
Por estos días cumplió un hito no menor: Hace 40 años fue uno de los ingenieros que dirigieron la construcción de lo que en su época fue la mayor central de generación del país, Colbún-Machicura, y hoy es el responsable del equipo que construyó el parque eólico Horizonte.
Acá, cuenta su historia, desde las recriminaciones por decidir volver a Chile en plena crisis económica de los 80, hasta su consolidación profesional, y también se refiere a su preocupación a futuro en términos ecológicos y los problemas que enfrentan hoy para construir: El decálogo de un "faenero", como se define. POR ESTELA CABEZAS ESTELA CABEZAS.