Autor: Renato Segura Ingeniería Comercial USM
Columnas de Opinión: Uno más uno no siempre es dos
Columnas de Opinión: Uno más uno no siempre es dos En la matemática básica, uno más uno siempre suma dos. Esta es una verdad inmutable que aprendemos desde temprana edad. No obstante, fuera de los confines de los números y las operaciones aritméticas, la vida nos enseña repetidamente que uno más uno no siempre es dos. Esta afirmación, aparentemente paradójica, adquiere sentido cuando entendemos que muchas veces, la suma de las partes no es igual al todo. En el ámbito de la gestión pública, uno más uno puede resultar en algo mucho más significativo que la simple suma de los esfuerzos de los agentes involucrados. A partir de 1990 y por un período de casi 20 años, los esfuerzos de la política, la administración del Estado y la Economía convergieron en la necesidad de reducir la pobreza.
El porcentaje de personas que vivía en situación de pobreza cayó desde 38,6% en 1990 a 7,8% en 2013, y aquel en extrema pobreza o indigencia de 13,0% a 2,5%. En igual período, el PIB per cápita se triplicó. Sin embargo, la sinergia de los esfuerzos de la sociedad organizada para alcanzar el desarrollo económico y social del territorio se ha transformado en entropía. En efecto, hace rato que la política, la economía y la administración del Estado vienen mostrando divergencia en sus objetivos. La sinergia que debiese surgir en el actuar de los agentes provenientes de dichos sectores, no se ha materializado. Peor aún, una parte importante del retroceso del país y las ineficiencias que manan a raudales, en el quehacer institucional, provienen de dicho divorcio en las metas objetivos. En un sistema democrático, las coaliciones políticas pujan por ganar los votos necesarios para tomar el control de la administración del Estado. Cuando en dicho sistema se instala la asimetría de información, el antagonismo y la entropía dominan los resultados del esfuerzo. En este ámbito, la economía cumple un rol utilitarista. Es una herramienta poco apreciada cuando se dispone de excedentes para financiar las ineficiencias y, por otro lado, es prioritaria cuando los recursos escasean. En este ambiente, surge la desconfianza en un electorado donde lo que esperaba al momento de ejercer su derecho a voto no fue lo que obtuvo al momento del ejercicio del gobierno de su preferencia.
Por alguna razón, al igual como ocurre con las terapias cuando las células del cuerpo pierden su ciclo normal de vida, en Chile se instaló la convicción de culpar al neoliberalismo como el principal agente de la desigual distribución del ingreso. En el ámbito de la educación, por ejemplo, las barreras en el acceso a una educación de calidad con equidad para todos los estudiantes del país marcan las brechas de ingreso en la etapa adulta. Para eliminar dichas barreras, se impulsó un “tratamiento oncológico” basado en poner fin al copago para las familias, poner fin a la selección arbitraria de los alumnos y poner fin al lucro en la educación. A casi 10 años de la medida, los resultados no han sido los esperados. La evidencia muestra que la regulación vigente no ha sido efectiva el momento de asegurar un sistema educativo inclusivo y de calidad que contribuya a la formación integral y permanente de las personas. En resumen, mientras los objetivos de los agentes involucrados en el cambio se mantengan desalineados seguirá ocurriendo que: la suma de las partes será menor al todo. Opinión. Opinión