Autor: Luis Sebastián Contreras Académico Escuela de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez
Columnas de Opinión: El cerebro como brújula de políticas públicas
Columnas de Opinión: El cerebro como brújula de políticas públicas E 1 22 de julio se conmemoró el Dia Mundial del Cerebro, una fecha impulsada internacionalmente para visibilizar la importancia de este órgano en nuestra vida cotidiana.
Más alla de sus misterios, esta conmemoración nos invita a reflexionar sobre cómo el conocimiento neurocientifico puede contribuir al bienestar humano, especialmente en tiempos de crisis como los actuales: pandemia, cambio climático y conflictos que desafian nuestras capacidades emocionales y sociales. En Chile, estas tensiones se cruzan con transformaciones demográficas profundas. Según el INE, el 14% de la población supera los 65 años, ya por sobre los menores de 14.
A esto se suma elalza de hogares unipersonales, que crecieron del 8,3% al 21,8%. Esta combinación de envejecimiento e individualización puede acentuar la soledad, con efectos negativos sobre el cerebro: la evidencia muestra que la soledad crónica se asocia con deterioro cognitivo y mayor riesgo de demencia. La incertidumbre y la falta de redes sociales agravan aún más este panorama. Frente a esto, la neurociencia ha identificado procesos como la empatia y la conducta prosocial como claves para fortalecer la cohesión social. Comprender a los demás y actuar en su favor no sólo genera comunidades más unidas, sino también mejores indicadores de salud mental y fisica. Por ello, estas capacidades están siendo consideradas cada vez más en las políticas públicas de salud.
En Chile, donde muchas personas reportan sentirse aisladas (Termómetro de la Salud Mental UC-ACHS), más de la mitad declara altos niveles de estrés (Ipsos) y uno de cada cuatro adultos presenta sintomas de ansiedad (Minsal), fomentar vínculos sociales saludables es urgente.
Desde la neurociencia, sabemos que la prosocialidad surge con facilidad en contextos de cercanía, pero requiere esfuerzo cuando se trata de personas distintas o en escenarios de tensión social, como los marcados por migración o fragmentación. El estrés cronico, además, dificulta estas respuestas. Sin embargo, estudios muestran que quienes están más conectados con sus emociones y valoran los beneficios sociales por sobre los costos personales son más proclives a actuar en favor de otros. Modelos cerebrales recientes explican como el control cognitivo y la sensibilidad afectiva pueden contrarrestar los efectos negativos del entorno y facilitar la motivación prosocial y empática. Estos hallazgos pueden guiar intervenciones concretas que promuevan la cooperación social, ayudándonos a enfrentar los desafios colectivos del presente.
El reto no es sólo entender cómo funciona el cerebro, sino aplicar ese conocimiento para diseñar políticas públicas más efectivas. ¿ Qué pasaria si decidiéramos fomentar sistemáticamente la empatia y la prosocialklad, gulados por la ciencia? Junto con un grupo de académicos, creemos que este tipo de conocimiento puede -y debeintegrarse a la conversación pública, especialmente en contextos marcados por la desigualdad y la urgenda emocional.
Hacer ciencia del cerebro no debería ser solo un ejercicio técnico, sino también una práctica con propósito, capaz de tender puentes entre el individuo y la comunidad, entre el conocimiento y la politica, entre la evidencia y el bienestar colectivo. C Columna.