Maestría y clímax emocional
Maestría y clímax emocional Paolo Bortolameolli es un director que es capaz de llenar el escenario con una presencia magnética y una energía que inspira a músicos y audiencia por igual. Sus gestos son un lenguaje en sí mismos, y a través de ellos logra transmitir desde las emociones más sutiles hasta la intensidad más apasionada. Es también un comunicador nato y sabe cómo conectar con cada uno de los músicos de su orquesta, guiándolos con firmeza y amabilidad hacia las ideas musicales deseadas y motivándolos a alcanzar su máximo potencial.
Enfrentado al repertorio, es notable cómo logra la acumulación del edificio sonoro que se erige desde cada partitura y también la forma en que les da vida, pues domina la dinámica de la interpretación, es preciso en el tipo de sonido que busca conseguir y se desplaza hábilmente entre momentos de tensión dramática y delicadeza espiritual.
Abrió el concierto en el Municipal de Santiago con el Preludio del Acto I de "Lohengrin" (Wagner), pieza hermosísima que establece el tono emocional y temático de la ópera, y que tiene una estructura narrativa propia con un inicio, un desarrollo y un final. La Orquesta Filarmónica sonó transparente, misteriosa y etérea, mientras que Bortolameolli supo evocar un sentido de profunda oración y expectativa ante el milagroso descenso de algo/alguien que no se sabe exactamente qué o quién es. Siguió Mozart con su Sinfonía 38 en Re mayor, K. 504, conocida como "Praga", obra de textura clásica, con secciones claras de contrapunto y equilibrada distribución de las voces. La Filarmónica y su maestro resplandecieron en la energía del Allegro; en el lirismo del Andante, y el contrastante Presto final, que cierra la obra de manera exultante. Es una pieza de un ritmo persistente, plena de modulaciones y de gran complejidad formal, todo lo cual anticipa a Beethoven. Por eso mismo, estuvo muy bien finalizar el programa con la Séptima Sinfonía de este último, partitura de un vigor rítmico constante, arrebatada energía y carácter obsesivo. Bortolameolli dominó por completo el impulso rítmico que se mantiene por toda la obra, creando la sensación de urgencia e impaciencia que la define.
La creciente intensidad hizo cima en el Allegretto, melancólico y grave, y en el cuarto movimiento (Allegro con brio), donde sostuvo el control del tempo, el flujo rítmico y la dinámica, hasta alcanzar el apoteósico y dramático final, que lleva al clímax tanto a los músicos como al público. Mención especial para el concertino Richard Biaggini, soberbio en los solos y un certero líder del conjunto instrumental.
La ovación fue interminable, merecida y agradecida para los músicos y para un maestro entregado por completo y que incluso dio muestras de sorprendente destreza física cuando tuvo que recoger la batuta que se le escapó de las manos en medio de la turbulencia conclusiva. Crítica de música: Maestría y clímax emocional JUAN ANTONIO MUÑOZ H. PAOLO BORTOLAMEOLLI Y ORQUESTA FILARMÓNICA: Concierto en el Teatro Municipal de Santiago. PATRICIO CORTÉS.