Autor: JOAQUÍN GARCÍAHUIDOBRO
Ellos no son un modelo
Ellos no son un modelo Cada elección que tiene lugar en algún país relevante del mundo o del entorno nos lleva a preguntarnos: ¿ hacia dónde va nuestra época? Tendemos a buscar tendencias históricas que nos lleven a decir: “Las cosas van para allá” y a sentir la consiguiente alegría o decepción. Afortunadamente, la realidad es mucho más variada.
Los casos de Merz, Trump, Milei o Meloni deberían importar a la derecha no porque marquen una predisposición de la humanidad en los próximos años, sino simplemente porque muestran que se le puede ganar a la izquierda.
Esta precisión es importante porque sirve de antídoto a una propensión que se advirtió con fuerza en el Chile de los últimos meses; a saber, una indulgencia excesiva o una abierta admiración por Trump o Milei, acompañada de la idea de que sus recetas son replicables en nuestro país. Hay que tener presente que nuestras realidades son muy diferentes. Kamala Harris era muy radical y la Norteamérica profunda tenía buenas razones para rechazar el wokismo. En este sentido, uno puede sentir alivio cuando las grandes corporaciones dejan de lado políticas insensatas y la realidad cultural deja de estar marcada por el progresismo. Pero de ahí a estar feliz hay una gran distancia. Lo mismo sucede con Milei. Argentina se encontraba en una crisis terminal y el sistema K era no solo malo, sino además muy corrupto.
Es posible que Milei sea un necesario remedio de emergencia y me alegro sinceramente de que sus medidas económicas empiecen a tener resultados positivos, porque si él fracasa, no quiero ni pensar lo que les ocurrirá a nuestros vecinos. Pero los problemas chilenos no son los mismos. De partida, nuestros gobernantes podrán ser ineptos, pero no corruptos. No me imagino al Presidente Boric o a alguno de sus ministros más cercanos recibiendo bolsos con dinero o metiéndose en el bolsillo la plata de los chilenos. La corrupción ha crecido mucho en nuestro país, pero hasta ahora no la vemos en los más altos niveles del poder. En Argentina probablemente era necesaria una motosierra, pero en Chile la persona que ocupe la próxima presidencia necesitará un bisturí, porque los ajustes, aunque profundos, tendrán que ser mucho más finos. Además, todos sabemos que las motosierras fácilmente pueden cortar más de la cuenta, entre otras razones, porque producen una fuerte sensación de poder en quien las emplea. Hay algunos hechos recientes que han servido para atemperar el fervor de ciertas derechas chilenas con Milei y Trump.
El episodio de las criptomonedas, aunque no sea un caso de corrupción, es unagrave imprudencia, que le ha costado cara al presidente argentino en un momento en que necesitaba concentrar todos sus esfuerzos en los problemas más graves del país. Tampoco es aceptable que Milei nombre jueces de la Corte Suprema por decreto, aunque otros ya lo hayan hecho.
Si el máximo tribunal tiene por misión precisamente asegurar el imperio de la legalidad, ¿qué sentido tiene proceder a su conformación mediante estos discutibles procedimientos en alguien que muchas veces proclamó su respeto a la independencia judicial? Esto valdría incluso si los nombramientos se refirieran a personas cuyos antecedentes y aptitud para el cargo fueran universalmente reconocidos, lo que lamentablemente no se cumple en el caso de uno de ellos. Otro tanto cabe decir de Trump, de su sistemático desprecio por las formas y de su descarnado pragmatismo. Es muy importante conseguir la paz y un imperio bien puede usar su poder e influencia con ese fin. Sin embargo, no es buena forma poner fin a los conflictos la de unirse a Goliat para hacer frente a David. Los estilos de Trump y Milei no son buenos para Chile por una razón muy profunda. Ellos pueden ser comprensibles en situaciones de grave conflicto, pero no hay que olvidar que hacen pagar un precio muy elevado: la pérdida de la amistad cívica. Enseña Aristóteles que la polis no puede subsistir si no hay amistad política, que se traduce en tener bienes y proyectos que son comunes a todos nosotros. Tal como los cultivos agrícolas, también los proyectos políticos requieren un clima propicio para desarrollarse.
Si importamos, sin más, los estilos políticos de Trump y Milei, no tendremos ninguna posibilidad de conseguir esos acuerdos que son imprescindibles si queremos enfrentar los gigantescos problemas que todos tenemos, no solamente la izquierda o la derecha. Me refiero a la creciente inseguridad, al déficit demográfico y a la falta de vivienda que sufren tantos chilenos y extranjeros que viven en nuestro país. Ningún sector tiene ni tendrá las mayorías parlamentarias que le permitirán sacar adelante las leyes o aplicar las medidas que son necesarias para tratar de paliar esos flagelos.
Hay y habrá que negociar y eso no lo pueden hacer personas que tengan el ánimo crispado y que descalifiquen sistemáticamente al oponente (que no es lo mismo que hacerle ver sus errores). Quien tiene malos modales no puede ser nuestro modelo. Con Trump y Milei hemos de mantener las mejores relaciones y podemos desear de todo corazón que les vaya bien.
Pero de ahí a transformarlos en un modelo digno de imitar hay una distancia muy grande que no conviene recorrer. nHay algunos hechos recientes que han servido para atemperar el fervor de ciertas derechas chilenas con Milei y Trump. Ellos están en un contexto muy distinto del nuestro y no cabe pensar que su acción política sea un modelo para Chile..