Autor: Marcelo Trivelli
Columnas de Opinión: La actitud nos está robando el futuro
Columnas de Opinión: La actitud nos está robando el futuro Fundación Semilla En Chile, más del 80% de las personas cree que el futuro de su familia será positivo, pero al mismo tiempo piensa que el futuro del país será peor. Esta paradoja refleja mucho más que un simple estado de ánimo: es una actitud colectiva que nos define y que, si no cambia, terminará por robarnos el futuro. Sin embargo, esa confianza en el núcleo familiar abre una puerta a la esperanza: no todo está perdido. La actitud es el lente con que interpretamos la realidad. Afecta nuestras decisiones, nuestras relaciones y la forma en que enfrentamos los desafíos. Una actitud positiva no es ingenuidad, sino una disposición a actuar, colaborar y construir. Por el contrario, una actitud negativa nos encierra en el miedo, la sospecha y el odio. Nos paraliza.
Según el informe Confianza y Cohesión Social del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Chile es uno de los países de América Latina con menor confianza interpersonal: solo el 13% de las personas cree que se puede confiar en los demás. A esto se suma que el 62% piensa que la mayoría actúa únicamente por interés propio. Vivimos a la defensiva, anticipando el engaño o la traición, lo que bloquea la cooperación y destruye la posibilidad de construir un proyecto común. No es casual que, en este clima, se valore a quienes inspiran temor o proyectan un futuro catastrófico. La figura del “líder fuerte”, que advierte sobre el colapso y promete orden, se vuelve atractiva cuando la esperanza se desvanece. En lugar de buscar inspiración, buscamos protección. En vez de líderes empáticos y propositivos, elegimos voces que gritan más fuerte, aunque no tengan soluciones. La educación no escapa a esta lógica. El rol de los profesores y profesoras es clave para cambiar el rumbo. En el aula, la actitud del docente determina no solo qué se enseña, sino cómo se vive el aprendizaje. Está demostrado que un ambiente emocionalmente positivo mejora el rendimiento, reduce la ansiedad y fortalece los vínculos. Sin embargo, muchas y muchos docentes trabajan bajo presión, sin reconocimiento, enfrentando un clima generalizado de frustración y desesperanza. Algo similar ocurre con los líderes de opinión. En una sociedad saturada de información y ruido, quienes comunican tienen la responsabilidad de aportar lucidez y dirección. Pero con demasiada frecuencia optan por amplificar el malestar en lugar de construir salidas. El resultado es una opinión pública crispada, pasiva y escéptica. Como país, nos cuesta cada vez más imaginar algo distinto a lo que ya tenemos. ¿Y quién se beneficia de este clima? Aquellos que no quieren cambios. Grupos de poder económicos, políticos, comunicacionales que prefieren un país inmóvil, fragmentado y pasivo. Porque un pueblo desmoralizado no exige, no participa, no innova. Solo sobrevive. Chile no está condenado. Pero sí está atrapado en una actitud que lo debilita. Mientras no cambiemos el modo en que vemos y hablamos del país, seguiremos eligiendo líderes que nos prometen orden a costa de la esperanza. La actitud no es un detalle: es el punto de partida de toda transformación. Porque el vaso medio lleno no se ve se construye. Juntos. Opinión.