Autor: Valentina Perez Miranda, Estudiante de Periodismo PUCV
Cartas: Callar también es una forma de violencia
Cartas: Callar también es una forma de violencia En un país que presume avances democráticos y marcos legales de protección, la desaparición y posterior hallazgo sin vida de Francisco Albornoz, joven farmacéutico y miembro de la comunidad Lgbtq+, interpela de manera urgente a la sociedad chilena. Este caso no es aislado. Ocurre en un mes que, paradójicamente, busca conmemorar el orgullo, la visibilidad y el derecho a vivir sin miedo. Los hechos son claros y dolorosos. Francisco estuvo más de diez días desaparecido antes de ser encontrado muerto. Durante ese tiempo, las respuestas institucionales fueron escasas y las alarmas sociales apenas audibles. Se trata de una tragedia reflejo de la precariedad con la que se abordan las desapariciones y la violencia hacia las diversidades sexuales y de género en Chile. El Estado, al no garantizar condiciones mínimas de seguridad para todas las personas, perpetúa una estructura discriminatoria. No basta con expresar condolencias ni con declaraciones formales cada vez que una vida es arrebatada por la indiferencia o el odio. Urge avanzar en reformas como la Ley Antidiscriminación, hoy estancada en la Comisión Mixta del Congreso. Las palabras deben traducirse en políticas públicas efectivas, aplicables y vigiladas. Reducir esta discusión a una supuesta “agenda particular” es peligroso, porque distorsiona la naturaleza de una ley que busca garantizar igualdad de condiciones para todas las personas, sin importar a qué grupo pertenezcan. Negar la transversalidad de la segregación es, en los hechos, permitir que siga operando sin consecuencias. Francisco no murió, lo mataron. Lo mató una sociedad que aún no asume plenamente su deuda histórica con las personas Lgbtq+; lo mataron los discursos de odio, la desidia institucional y un sistema de justicia que llega tarde. Callar ante esto sería también una forma de violencia. Frente a este escenario, se exige verdad, justicia y reparación, pero también un compromiso real con el “nunca más”. Que el caso de Francisco no sea un número más en la estadística del abandono. Que las juventudes, desde sus espacios universitarios y sociales, levanten la voz y exijan el país diverso, seguro y justo que se nos prometió. Cartas al Director Señor Director: ENVIAR A: editor@elpinguino.com.