SELKIRK La isla misteriosa de Juan Fernández
SELKIRK La isla misteriosa de Juan Fernández L levaban más de 20 horas navegando cuando de pronto, en el horizonte, una extraña isla de acantilados y picos rocosos comenzó a divisarse entre las nubes.
Entonces, los tripulantes del velero Vegvisir, al mando del capitán Pablo Merino, comprendieron que, finalmente, su sueño se estaba cumpliendo: por fin, después de meses de planificación y espera, podrían poner sus pies en Alejandro Selkirk, la isla más alejada del archipiélago Juan Fernández y, ciertamente, uno de los lugares más remotos y desconocidos del mundo. "Era como si estuviésemos llegando a la isla de King Kong. Un lugar misterioso, de aspecto jurásico. Conmovedor", dice el fotógrafo Guy Wenborne desde su casa en Santiago, a solo días de haber regresado de Selkirk, o Más Afuera, como se le llamó históricamente.
Wenborne fue uno de los organizadores de la reciente expedición de fotógrafos, ornitólogos y naturalistas chilenos que, probablemente, sea la más grande que se ha efectuado en este lugar en cuanto a número de integrantes y cantidad de registros fotográficos, audiovisuales y científicos realizados.
Entre el 16 y el 24 de enero recién pasado, el grupo de once viajeros --además de Wenborne, los ornitólogos y naturalistas Fernando Díaz, Daniel Martínez, Rodrigo Barros y Pablo Cáceres; los fotógrafos Gerard Hüdepohl, Marcela Arbildua y Adela Figueroa, más tres guías locales, Ronaldo Contreras, Sheila Salas y Osvaldo Salas-estuvo recorriendo a pie parte de esta isla, específicamente la zona alta que forma parte del Parque Nacional Juan Fernández y que protege especies únicas que solo viven allí, como el rayadito de Más Afuera, un ave en peligro de extinción (se estima que no quedan más de 500 individuos) o plantas como Centaurodendron schillerii, que fue descubierta para la ciencia recién en 2009, entre muchas otras. "Desde hace mucho tiempo yo sabía que en esta isla habían especies emblemáticas como el rayadito de Más Afuera y una gran colonia de aves marinas", comenta Fernando Díaz, destacado guía birdwatcher, récord en cantidad de especies vistas en Chile y principal impulsor de este viaje: fue él quien se encargó de tramitar los permisos necesarios --Selkirk solo se puede visitar con autorización expresa de Conaf, y para fines científicos: el parque nacional no está abierto al turismo--, una gestión larga que comenzó hace mucho tiempo, y que finalmente consiguió por el propósito de la expedición, que era registrar y difundir el patrimonio natural y cultural de esta isla, y hacer algunas investigaciones de aves en terreno.
Sin embargo, por más remota que sea --y quizás por esa misma razón, que la convierte en un lugar misterioso y novelesco--, Selkirk ejerce una particular atracción entre los viajeros más experimentados. "Yo había ido cuatro a veces a Robinson Crusoe, la isla principal de Juan Fernández, pero Selkirk era un destino que tenía que conocer en algún momento. El tema es que ir para allá requiere permisos y una logística inusual, porque está a 165 kilómetros (al menos 16 horas de navegación) desde allí.
Entonces le comenté a Guy: `Oye, vamos a hacer este viaje', y él me dijo que sí altiro". El propio Wenborne confirma. "Selkirk estaba en mi lista de lugares a los que pretendía ir antes de morir, entonces cuando Fernando me invitó, obviamente dije que sí de inmediato", recuerda el fotógrafo, que anteriormente solo había logrado aproximarse a este lugar (una vez navegando y otra vez en un sobrevuelo), y hoy está dedicado a organizar expediciones a zonas poco exploradas de Chile. "Este es un lugar demasiado atractivo para quien sea.
Y en mi caso, mi sed de bajar en esta isla venía de hace mucho tiempo". El mito de Más Afuera No está de más volver a aclararlo: Robinson Crusoe nunca vivió en el archipielago Juan Fernández.
El que sí estuvo --aunque en la isla de Más a Tierra, hoy llamada Robinson Crusoe-fue el marino escocés Alexander Selkirk, quien entre 1704 y 1709 fue abandonado allí por la expedición que lideraba el corsario inglés William Dampier, y sobrevivió para contarlo. Tiempo después, su historia inspiraría al escritor Daniel Defoe a escribir su novela Robinson Crusoe. La isla Alejandro Selkirk, desde luego, se llama así por Selkirk, pero hasta 1966 se le conoció con otro nombre, Más Afuera, precisamente debido a su lejanía en medio del Pacífico. Esta situación, sumada a su geografía abrupta y escarpada y a la falta de bahías protegidas donde los barcos pudieran recalar, la ha convertido en un lugar muy difícil de alcanzar y habitar. Su historia podría resumirse así: fue descubierta en 1574 por el marinero español Juan Fernández, quien buscaba una ruta más corta entre Perú y Chile, evitando la corriente de Humboldt.
Más tarde, la isla se convertiría en un sitio de cala libre para corsarios ingleses --los españoles habían instalado un fuerte en Más a Tierra, así que para ellos era más seguro quedarse allí-y luego sería un fondeadero para balleneros y buques loberos, principalmente estadounidenses, que llegaban a abastecerse de agua y también a cazar lobos finos de Juan Fernández, cuyas pieles luego vendían a China: se estima que unos 3 millones de lobos fueron exterminados hacia comienzos del siglo XIX. Unos años después, en tiempos de Diego Portales como primer ministro, Más Afuera se convertiría en presidio político, condición que mantuvo hasta la década de 1930.
A partir de entonces, la isla comenzó a adquirir la fisonomía que tiene hoy: un refugio para pescadores de langostas que, aprovechando las antiguas instalaciones penitenciarias, se han ido estableciendo poco a poco y llegan cada año entre agosto y mayo para extraer el recurso más preciado del archipiélago.
Hoy, en Selkirk viven unas 60 personas durante la temporada: son pescadores con sus mujeres y niños, y a veces guardaparques de Conaf, que llegan en barco --principalmente en el Antonio, el medio de transporte de pasajeros de Juan Fernández, donde llevan botes y víveres-y luego se devuelven a Robinson Crusoe. De hecho, existe un pequeño poblado llamado Rada La Colonia, que está en el sector Quebrada Las Casas, en el este de la isla. Allí hay un puñado de casas, una pequeña caleta y una cancha de tierra para jugar fútbol.
También hay algunos perros domésticos y, en los alrededores, muchas cabras que fueron traídas por los navegantes europeos en el siglo XVI y que forman SELKIRK La isla misteriosa de Juan Fernández Un grupo de ornitólogos, guías y fotógrafos chilenos acaba de concluir la que probablemente sea la mayor expedición naturalista que se ha hecho en Alejandro Selkirk, la isla más remota de Juan Fernández. Un lugar aislado y de alto endemismo que fascina a los viajeros más experimentados y que recién comienza a revelar sus misterios. POR Sebastián Montalva Wainer. MÁS AFUERA. Selkirk está a 165 kilómetros de Robinson Crusoe. La navegación duró 22 horas y el desembarco fue muy complejo porque no hay muelle.
GUY WENBORNE SALVAJE. "La sensación que nos quedó de toda la expedición es que estábamos en un lugar prístino, limpio y muy puro", dice el fotógrafo Guy Wenborne, uno de los organizadores del viaje, que contempló tres noches de campamento dentro del parque nacional. GUY WENBORNE VIDA. En Selkirk viven unas 60 personas entre agosto y mayo, principalmente pescadores de langostas y sus familias. Ahora cuentan con internet satelital, lo que los ha sacado del extremo aislamiento en que se encontraban. Al lado, el aspecto "jurásico" del parque. GUY WENBORNE GUY WENBORNE JOR GE MARAMBIO CLIC. Las extrañas formaciones rocosas cautivaron a los fotógrafos del grupo. GUY WENBORNE VERDE. La isla tiene una superficie de 48 kilómetros cuadrados y está tapizada por nalcas gigantes GUY WENBORNE ÚNICO. El aguilucho de Más Afuera o blindado, endémico de Selkirk. FERNANDO DÍAZ. SELKIRK La isla misteriosa de Juan Fernández parte de la dieta local. Pero no mucho más que eso. "No hay muelle en Selkirk, entonces los pescadores deben ir a buscarte en sus lanchas.
El desembarco involucra a harta gente de la comunidad, que llegan para tirar las cuerdas y subirte a la isla", explica Fernando Díaz. "De hecho, cuando llegamos, las condiciones del mar estaban tan malas y revueltas que los pescadores casi no pueden ir a buscarnos". Si bien se trata de un lugar rústico, Guy Wenborne dice que los pobladores de Selkirk han podido desarrollar mejores condiciones para vivir. "El internet satelital llegó hace poco y eso ha sido un gran avance: los niños pueden conectarse para tener clases online. Actualmente están bien equipados: tienen gas, agua caliente, electricidad con motor, paneles solares.
Y lo han hecho con mucho esfuerzo, así que todo mi respeto para ellos". Viaje jurásico Para llegar al parque nacional hay que caminar desde el poblado una hora por el borde costero, hasta el sector Quebrada Las Vacas.
Desde allí hay que internarse hacia la base de una ladera muy empinada, que debe remontarse utilizando cuerdas. "Tiene unos setenta grados de inclinación y se deben remontar unos 250 metros para llegar a la parte alta del cerro", dice Wenborne sobre una de las partes complejas de la expedición.
Si bien cada uno llevaba unos 18 kilos de ropa y equipos en la mochila, buena parte de la carga del grupo --carpas, baterías para las cámaras, comida liofilizada-la habían subido previamente los propios guías y porteadores locales que contrataron.
Una vez arriba de la meseta, los expedicionarios comenzaron a caminar por el filo rocoso hasta llegar al sector Tres Torres, donde instalaron campamento, aprovechando el agua de vertientes que debían filtrar para beber y preparar la comida.
Fue entonces cuando comenzaron a ver de cerca el paisaje "jurásico" que se desplegaba: laderas tapizadas de nalcas gigantes y enormes helechos arbóreos, escarpadas formaciones rocosas en los cerros, profundos acantilados que caían hacia un mar azul infinito.
Desde el campamento, y siempre en compañía de los guías locales, porque prácticamente no hay senderos marcados, se adentraron en el bosque y exploraron la parte alta y baja del cerro Inocentes, el punto más alto de Selkirk con sus 1.320 metros. "Yo me imaginaba más o menos cómo iba a ser la ruta, porque la había visto desde el aire y sabía que solo podríamos caminar y ascender a través de los filos.
Si te metías adentro de las quebradas, iba a ser imposible, porque está lleno de escalones y riesgos muy altos", dice Guy Wenborne. "Como fotógrafo, a mí me interesaba mucho poder documentar esta verticalidad del paisaje y su conexión con el mar, y los detalles del bosque.
Sacábamos fotos todo el rato, porque sabíamos que estábamos viviendo una ocasión única: no podíamos darnos el lujo de fotografiar solo a las horas doradas". Fernando Díaz, cuyo objetivo principal era registrar las cinco especies de aves que solo nidifican en Selkirk --rayadito de Más Afuera, blindado o aguilucho de Más Afuera, churrete de Más Afuera y dos aves marinas: fardela de Más Afuera y petrel de Juan Fernández--, dice que el espectáculo comenzó durante la misma navegación. "La observación de vida marina fue impresionante durante el viaje: vimos cientos de petreles pasando. Y una vez en la isla, pudimos ver una colonia con miles de fardelas de Más Afuera, una especie que generalmente se observa en el mar. Entonces verlas nidificando fue un espectáculo gigantesco", dice Díaz, que por cierto logró encontrar y registrar las cinco especies que buscaba.
Es más: con autorización del SAG, la expedición logró capturar un churrete de Más Afuera para tomar muestras. "No se ha hecho un estudio genético en profundidad de esta especie, que se considera como una subespecie de churrete chico, pero podría ser una especie en sí misma", explica Díaz. Los resultados serán analizados por especialistas de Chile y Argentina.
Tras pasar cuatro días recorriendo y fotografiando el parque, el grupo volvió al poblado de Selkirk y luego a Robinson Crusoe, desde donde regresaron en avión a Santiago. "Son contadas con los dedos las expediciones que se han adentrado en la isla.
Nuestro guía Ronaldo Contreras nos decía que probablemente éramos la primera con esa cantidad de personas, cada una dedicada a un tema muy específico", asegura Díaz. "Yo me hubiera quedado un mes más para recorrer la isla por el borde costero, y también para ir al sector La Cuchara del parque, al que no fuimos", agrega Wenborne. "Vi todo el potencial para documentar tanto la naturaleza como los seres humanos que viven allí.
Este viaje a Selkirk... `me explotó la cabeza', como dicen los jóvenes". Ambos viajeros destacan el estado de conservación en que todavía se encuentra la isla, por más que existan especies en peligro, como el rayadito de Más Afuera, y se trate de un ecosistema muy frágil. "El maqui sí ingresó a la isla, igual que el zorzal que lo dispersa.
También hay gatos asilvestrados y ratones, especies invasoras que causan problemas principalmente con las aves y en el bosque", dice Díaz, y Wenborne complementa: "Pero la sensación que nos quedó de toda la expedición es que estábamos en un lugar prístino, limpio y muy puro. Comparado con Robinson Crusoe, que está rodeado de pinos y eucaliptus y tiene sectores tapizados de zarzamora... Eso no lo vimos en Selkirk". D FERNANDO DÍAZ PAISAJE. La isla es muy escarpada, con filos expuestos y profundos acantilados. GUY WENBORNE MISIÓN. La expedición en tierra estuvo conformada por once personas en total y contó con el apoyo de Conaf, pues el parque nacional no está abierto al turismo. El objetivo principal era documentar la fauna y flora endémicas de la isla, como sus bosques de helechos arbóreos. GUY WENBORNE GUY WENBORNE BASE. El campamento se estableció en el sector Tres Torres, al que solo se llega subiendo un empinada ladera que exige usar cuerdas. Al lado, una toma con dron de la isla y de su poblado, llamado Rada La Colonia. GUY WENBORNE AVES. El rayadito de Más Afuera (arriba) y el petrel de Juan Fernández, una de las cinco especies que solo anidan aquí. FERNANDO DÍAZ GUY WENBORNE.