El árbol del (otro) Presidente
El árbol del (otro) Presidente H abitués de esta columna recordarán q u e h a c e u n o s años usé este título para contar la historia del ciprés de la Av. Colón de Punta Arenas, inmortalizado por el entonces candidato Gabriel Boric como una plataforma para mirar al país, desde un frente amplio y descentralizado. Este símbolo tangible de emancipación de los "viejos modos de hacer política" no era, sin embargo, endémico de Magallanes, ni disruptivo frente a prácticas convencionales de intercambio botánico.
Oriundo de la bahía de Monterrey, al sur de California, el Cupressus macrocarpa fue originalmente aclimatado en la Quinta Normal de Agricultura y luego, en la segunda mitad del siglo XIX, sus semillas viajaron para crear los jardines y paseos públicos del austral poblado.
Así, el "árbol de Boric" se convirtió en emblema de nuestro tradicional paisaje republicano, el cual debe su existencia a un proceso de transferencia de material vegetal que detonó a su vez operaciones de reforma y modernización urbanas.
No estaría de más sincerarle al público lector que esta condición no es exclusiva ni originaria de Chile, tal y como quedó demostrado hace unas semanas, cuando parte del pueblo estadounidense contempló atónito la tala de uno de sus árboles icónicos: el magnolio de la Casa Blanca que, por su tamaño, belleza, longevidad y asociación histórica era considerado un patrimonio de Estados Unidos. Plantado alrededor de 1829 por el Presidente Andrew Jackson con semillas traídas desde su hogar en Hermitage, Tennessee, el árbol nació en homenaje a su esposa Rachel, fallecida pocos días después de la elección.
Caracterizado por sus bellas flores de color blanco contenidas en enormes capullos que develan sus pétalos a lo largo de hasta cuatro meses, este Magnolia grandiflora también fue parte de una operación de construcción de identidad nacional, tal como relata Andrea Wulf en su magnífico Founding Gardeners: The Revolutionary Generation, Nature and the Shaping of the American Nation (2011). Con Jackson, magnolios, encinas, arces y plátanos se enraizaron en la casa presidencial como especies nativas impregnadas de patriotismo, simbolizando la independencia económica de Inglaterra y la sostenibilidad democrática del país. Esto explicaría por qué Donald Trump entregó una cuerda explicación científica de la tala, inevitable tras el deterioro sufrido en 1994 por el impacto de un avión Cessna, en un confuso incidente. Afortunadamente, el árbol ya había sido reproducido y propagado, lo que permitió que fuese el mismo Presidente quien plantara su reemplazo, demostrando, una vez más, que el paisaje, de casual, no tiene nada. El árbol del (otro) Presidente FRANCISCO JAVIER OLEA Con Jackson, magnolios, encinas, arces y plátanos se enraizaron en la casa presidencial como especies nativas impregnadas de patriotismo. Romy Hecht Arquitecta e investigadora UC.