Autor: MARIO VALLE
“Glengarry Glen Ross”, descarnada e intensa
“Glengarry Glen Ross”, descarnada e intensa labor de este tipo, luego de su buen debut el año pasado con la comedia “Educando a Rita”. Como tal, Espinoza es un buen director de actores, para lo cual aquí cuenta con un elenco de figuras con trayectoria, en el que destacan Claudio Arredondo, como el fracasado y arrastrado Shelley, y Pablo Schwarz como el ingenuo James. Algunos de los otros intérpretes tienden a gritar sus parlamentos y debieran morigerar su histrionismo.
Destaca la cuidada puesta en escena, con una notable escenografía de Cristian Reyes, que muestra un restaurante chino, con sus características (gato de la buena suerte incluido), y una típica oficina de la década de los 80, con un mobiliario ad hoc. “Glengarry Glen Ross”, de una hora y 35 minutos de duración, es una obra descarnada e intensa. Faltó algo más de contextualización de las situaciones, a lo que se agrega un final un tanto abrupto. Teatro Municipal de Las Condes. Funciones jueves a sábados, a las 19:30 horas, y domingos, a las 18:00. Hasta el 10 de agosto.
En una temporada teatral marcada por las reposiciones llega ahora a la cartelera local por tercera vez “Glengarry Glen Ross”, obra del dramaturgo estadounidense David Mamet, estrenada en Londres en 1983 y ganadora un año después del Premio Pulitzer al Mejor Drama.
Luego de su paso por Broadway, donde este año también se hizo presente, tuvo una versión cinematográfica en 1992, bajo el título de “El precio de la ambición”, dirigida por James Foley, y que reunió a una constelación de estrellas como Al Pacino, Jack Lemmon, Alec Baldwin, Alan Arkin, Ed Harris, Kevin Spacey y Jonathan Pryce. En Chile debutó en el Teatro UC en 1997, en una versión que dirigió Cristián Campos. Después fue remontada en 2011, en el Teatro Mori Bellavista, en una coproducción del Duoc-UC, a cargo del director estadounidense Tom Kremer.
La trama se sitúa en una oficina de bienes raíces de Estados Unidos (Chicago), en la que sus ambiciosos funcionarios de mediana edad luchan por mantener sus puestos sobre la base de las ventas que logren hacer, en un mercado variable, complejo y muy competitivo. Una obra de corte muy masculino, en que todos los personajes (siete) son hombres. Ellos realizan todo y más por lograr sus objetivos, como es el hacer caer a compradores incautos, a través de manipulación, carencia de principios y signos de amoralidad. “Nosotros tenemos que vender y punto”, lo resume en un momento el personaje de Ricky (Guilherme Sepúlveda). Todo transcurre en los años 80, pero bien se puede suponer que las circunstancias poco han cambiado. Solo parte del lenguaje se “chilenizó”. La dirección está en manos del actor Álvaro Espinoza, en su segunda. Crítica de Teatro: Claudio Arredondo y Guilherme Sepúlveda integran el elenco de esta obra.