Autor: VIVIAN YEEY BILAL SHBAIR
Una familia de Gaza regresó a su hogar, pero había desaparecido
Una familia de Gaza regresó a su hogar, pero había desaparecido Minutos después de q u e c e s a r a n l o s c o m b a t e s e n l a Franja de Gaza el domingo, Islam Dahliz, su padre y su hermano partieron hacia el barrio donde habían vivido hasta que las fuerzas israelíes les ordenaron la evacuación. Buscaban la casa familiar, pero el paisaje que los rodeaba les confundía los sentidos. Lugares de interés familiar, calles, casas de vecinos... todo era escombros. Entonces Dahliz reconoció el salón de bodas local, dijo, o lo que quedaba de él. Eso significaba que su casa estaba, había estado, detrás de ellos, en un lugar por el que ya habían pasado. Simplemente no la habían reconocido, esta casa que el padre de Dahliz había construido hace más de 50 años. “Nos llevó unos minutos aceptar que ese montón de escombros era nuestro hogar”, dijo Dahliz, de 34 años, que trabaja con grupos de ayuda locales. Se quedaron allí, sin palabras. Su padre de 74 años, Abed Dahliz, sintió que se quedaba sin aire, dijo. Sus hijos tuvieron que ayudarlo a regresar a su carpa para descansar. “Me quedé en shock cuando vi que toda mi vida, todo por lo que había trabajado, se había derrumbado”, dijo Abed Dahliz, un agricultor de toda la vida, con voz suave y temblorosa.
“La casa que pasé tantos años construyendo, en la que invertí mis ahorros, desapareció”. Este no era el momento que habían esperado e imaginado durante todos estos meses, ya que se vieron obligados a mudarse de carpa en carpa, empacando y comenzando de nuevo cuatro veces en total. Habían imaginado un regreso. Una reanudación de sus vidas.
La tensión previa a la treguaEn su última carpa improvisada en un parque en el oeste de Ra-Tras el inicio de la tregua entre Israel y Hamas:pados en esta violencia”. Una carretera abarrotada de familiasles, aunque una investigación de The New York Times descubrió que Israel también debilitó las protecciones civiles para facilitar el bombardeo de Gaza durante la guerra. Cuando las fuerzas israelíes invadieron Rafah en mayo y ordenaron a todos los habitantes del este de Rafah que se marcharan, dijo Islam Dahliz, las verduras estaban empezando a brotar. Las familias que se habían refugiado en casa de los Dahliz se dispersaron. Los Dahliz empacaron algo de ropa, lonas y otros materiales para una tienda de campaña improvisada y eligieron un lugar para ella lo más cerca posible de casa. Pero no la vieron durante meses, a pesar de estar a solo unos kilómetros de distancia. Sus primos lograron colarse en el vecindario de vez en cuando y trajeron novedades. Su c a s a t o d a v í a estaba en pie, i n f o r m a r o n. Luego dijeron que estaba en pie, pero que algunas de sus puertas y ventanas habían sido voladas. En el otoño, los Dahliz revisaron imágenes satelitales que circulaban en las redes sociales: todavía estaban intactas. Luego volvieron a verificarel 8 de diciembre, recordó Islam Dahliz. Todo lo que vieron donde había estado la casa fue una sombra gris. Ahora sus palmeras y olivos fueron derribados, con troncos esparcidos por el suelo. Los tanques israelíes habían dejado huellas por todo su terreno. Poco se mantenía derecho en su propiedad, aparte de algunos pilares de concreto con barras de refuerzo que sobresalían de ellos. “Me siento perdido, completamente perdido”, dijo Mohammed Dahliz. Luego, enfadado, dijo: “Esta era una zona agrícola, un lugar de paz. No representaba ninguna amenaza para nadie, ningún peligro para los soldados.
No teníamos vínculos con la política, ninguna razón para quedar atra-SEMITKRO Y WENEHTFALLECIDOS Al menos 53 cadáveres fueron transportados ayer a los hospitales de la Franja de Gaza, confirmó ayer el Ministerio de Salud de Gaza que controla Hamas, lo que aumentó a 153 el total de cuerpos recuperados desde el inicio del alto el fuego el domingo. La hija de Islam Dahliz, de 9 años, gritó cuando le mostró fotos de la destrucción, dijo. “¿Recuerdas, papá, cuando me organizaste una fiesta de cumpleaños en el gran salón?”, preguntó, sollozando. El lunes por la mañana, los hermanos y su padre se dirigieron a su barrio por segunda vez, por una carretera abarrotada de otras familias, cada vehículo repleto de pasajeros y fardos de pertenencias. Todos estaban allí para rescatar lo que pudieran. Por todo Rafah, la gente llenaba sacos de harina destrozados y bolsas remendadas con trozos de metal que tal vez pudieran vender o reutilizar y madera que tal vez pudieran quemar.
A l e x c a v a r en los escomb r o s, I s l a m Dahliz se topó con sus viejos certificados escolares, un desc u b r i m i e n t o que le produjo u n a s o n r i s a. Pero, por lo demás, no habían e n c o n t r a d o gran cosa. Leña, algunas alm o h a d a s, u n estanque vacío que esperaban reparar. Se aferraba a los planes, por frágiles que fueran.
Si las dos partes negociaban un final permanente de la guerra, como se supone que intentarán durante la fase inicial del alto el fuego, los Dahliz alquilarían una excavadora para limpiar los escombros, primero de la granja, luego de la casa. Instalarían algunas tuberías, construirían un baño básico y montarían un estanque de agua, dijo. “No acabará con el sufrimiento”, dijo, “pero al menos estará más cerca del hogar donde creamos tantos recuerdos”. Pero por ahora, estaba anocheciendo. Tendrían que regresar a su carpa.
Lo que quedaba de las antiguas vidas de los Dahlize apenas llenaba la parte trasera de un pequeño automóvil. fah, la ciudad más al sur de Gaza, se habían apiñado el domingo por la mañana, cuando se suponía que entraría en vigor el alto el fuego, pegados a la radio. Islam Dahliz estaba en su teléfono, actualizando las cuentas de las redes sociales para ver las últimas noticias. Toda la familia se tensó cuando escucharon que la tregua podría colapsar por un problema de último momento: Hamas, dijo Israel, no había entregado la lista prometida de rehenes israelíes que serían liberados de Gaza. A las 11:15, la radio informó que se había pactado el alto el fuego. El padre y los hermanos subieron al auto, según dijeron, y se dirigieron a casa. Su casa era una espaciosa vi-vienda de dos plantas en la calle Al Imam Ali, en Rafah, construida en 1971 y compartida, como muchas casas de Gaza, por tres generaciones de la misma familia. Los padres vivían en un departamento y Dahliz, su mujer y sus hijos tenían otro. Había invertido sus ahorros en una nueva cocina, muebles y ropa de cama cuando regresó a Gaza desde Hungría, donde había estado estudiando ciencias agrícolas, recordó. Sus hermanos Mohammed y Anas también habían vivido allí con sus familias, y otro hermano vivía a poco menos de un kilómetro de distancia. Era lo suficientemente grande como para que durante los primeros siete meses de la guerra, los Dahliz pudieranacoger a unas diez familias más que habían sido evacuadas de otras partes de Gaza. Al lado estaba su granja, iniciada por su padre y atendida por Mohammed, de 40 años. Olivos y palmeras datileras se alzaban junto a invernaderos donde cultivaban perejil, lechuga y rúcula. Habían tenido conejos, gallinas y 40 ovejas, que Mohammed solía llevar a los campos a pastar todas las mañanas. Todo lo que vieron fue una sombra grisEl ejército israelí ha dicho que atacó zonas residenciales porque los combatientes de Hamas se estaban infiltrando en edificios civi-“Nos llevó unos. “Nos llevó unos minutos aceptar que ese montón de escombros era nuestro hogar”, dijo Islam Dahliz, cuya familia recibió la orden de evacuar Rafah por orden de las fuerzas israelíes en mayo. Tras el inicio de la tregua entre Israel y Hamas: “ME SIENTO PERDIDO, COMPLETAMENTE PERDIDO”, dijo Mohammed Dahliz (izq. ) al ver la destrucción de su casa que, recalcó, estaba en una zon