Cine chileno: luces internacionales, sombras locales
Cine chileno: luces internacionales, sombras locales 12 Cine en casa La Segunda miércoles 11 junio 2025 N o hay duda de que el cine chileno pasa por momentos fructíferos.
Desde abril hasta la fecha se han estrenado nueve largometrajes en salas comerciales y en mayo, "La misteriosa mirada del flamenco", de Diego Céspedes, ganó el máximo galardón de la sección "Una Cierta Mirada" en Cannes, un reconocimiento inédito dentro de la historia del cine nacional. Es la coronación de un fenómeno que en los últimos años viene en alza: la aclamada presencia de películas chilenas en festivales a lo largo del mundo.
El cineasta Pablo Perelman destacó este "momento excepcional" en una columna publicada por «Ciper» el mes pasado. "Significa que, por debajo, hay muchas obras, fuerza de trabajo, recursos técnicos, servicios, productoras, locaciones y talentos numerosos y bien preparados.
O sea, una industria y una institucionalidad audiovisual que se asoman a la madurez", apuntó, reconociendo al mismo tiempo la crisis de audiencia que afecta al cine nacional desde siempre. "Estamos atrapados en un círculo vicioso porque a los privados no les interesa invertir en la producción nacional mientras no tenga público y no tenemos público porque se invierte muy poco en la distribución del cine nacional. Es más, la mayoría de los privados en esta industria ve al cine nacional como su competencia.
Que los cineastas miren a los festivales más que al público local no debiera extrañarnos: si el cine nacional tuviera público, no cabe duda que cambiaría". La cuota de salas La baja reacción del público es un problema de larga data y responde a los argumentos que plantea Perelman, pero también probablemente a ciertos prejuicios que aún pesan sobre la cinematografía nacional. No hay tráiler de película chilena en YouTube que no cuente con comentarios despectivos sobre el supuesto engolosinamiento político de las producciones locales. Frente a esta idea, «CineChile» realizó un estudio que demuestra que, entre 2001 y 2022, solamente 83 películas de un total de 571 hablan de la dictadura o el golpe. Esto no quiere decir, por supuesto, que el cine chileno no sea un espejo de la realidad. Este sentido de identificación queda muy patente en "Denominación de origen", de Tomás Alzamora, filme fenómeno que sigue sumando espectadores a más de un mes desde su estreno.
A pesar de la demanda de audiencia, la película ya fue retirada de muchas multisalas, donde la aplastante presencia de blockbusters estadounidenses es una amenaza constante. ¿Es justo que el cine chileno compita con estos gigantes que vienen avalados por el marketing? "Creo que el Ministerio de las Culturas debería exigir a los grandes exhibidores poner por cierto tiempo películas nacionales, mantenerlas independientemente de su rendimiento, porque es una responsabilidad social, cultural de nuestro país", argumentó Alzamora en una entrevista para el diario digital «Resumen». "No puede ser que el Estado esté invirtiendo 4.000 millones de pesos en producir películas, pero después esas películas no se puedan ver en ningún lado, solamente en cines independientes". Perelman destaca que en Francia el 15% del contenido de las plataformas debe ser francés y que en Irlanda rige una cuota del 20% de cine nacional en salas.
Las voces críticas ante este tipo de medidas tienden a argumentar que el Estado no debiera intervenir en el mercado, donde cada persona consume lo que quiere, pero habría que entender que la cinematografía nacional --así como el arte, la literatura, la música-debiera trascender las dinámicas del entretenimiento porque es parte de la identidad de una nación. "Si bien tenemos casos excepcionales donde el cine chileno sobrepasa las dos semanas en carteleras comerciales, es necesario tener espacios que permitan conocer el cine que se realiza en nuestro país", opina Alejandra Pinto, crítica de «CineChile». "Si no tenemos espacios para verlo, no podemos saber que existe. Por otro lado, muchas veces las exhibiciones se basan en la validación extranjera, es decir, si la película gana un premio, se muestra y se le presta más atención.
Creo que Chile tiene material para desarrollar una mejor industria, pero para eso se necesita el apoyo de todos los sectores". La deuda de la educación Más allá de su valoración estética, el cine nos habla de idiosincrasias, recrea hitos históricos y funciona como retrato de época. Es, sin duda, un valioso material de análisis que no está incluido en planes educacionales.
En Finlandia, por ejemplo, el cine nacional está incluido en los programas escolares desde los 8 años de edad. "Tú le preguntai a una persona con un buen nivel de educación, cuántas películas chilenas han visto y nadie se acuerda de ninguna, o dicen `El chacotero sentimental', `Kramer', dos películas", observa Alzamora. "Es imprescindible que en todos los lugares educativos se pueda tener acceso al cine chileno, de la misma forma en la que nos acercamos a nuestra literatura", opina Pinto. "Hay esfuerzos (el programa «Escuela al Cine» es uno de ellos), pero sigue haciendo ruido la reticencia del sistema educativo a permitir que jóvenes puedan ver películas chilenas". Ampliando los márgenes No sólo la difusión del gran patrimonio fílmico nacional parece insuficiente. También hay mucho que explorar en los márgenes.
Un buen ejemplo es lo que pasó en la última edición del Bafici con "Nosferatu, una escenita criolla" (1972), de Hernán Castellano Girón, extraña película de vampiros que fue vista como una insólita rareza por los asistentes. "Es hora de descubrir el Santo Grial del terror surrealista latino", destacó el crítico argentino Juan Manuel Domínguez. "Segundo a segundo, el mediometraje de Hernán Castellano Girón sigue siendo hoy, en su vitalidad, inmediatez y sonrisa maquiavélica, una travesura hereje para con el cine, su propio país, los chupasangre, la sátira y --pesadilla inimaginable-los patos con diarrea". La miopía ha sido una constante en nuestro territorio. Como ocurrió con Violeta Parra o Raúl Ruiz, necesitamos que lo nuestro brille afuera para que recién lo miremos adentro. Pero no basta con aplaudir desde la distancia. Hoy, cuando el cine chileno gana reconocimiento internacional, la tarea pendiente es que esas películas también se vean, se comenten, se critiquen y se celebren aquí. Que no sean solo orgullo de exportación, sino parte de nuestra vida cultural cotidiana.
La Cineteca Nacional ha asumido ese desafío desde el rescate patrimonial (entre sus restauraciones recientes están "New Love", de Álvaro Covacevich y "Nadie dijo nada", una de las mejores películas de Ruiz) pero su esfuerzo necesita complementarse con políticas públicas consistentes, voluntad educativa, cuotas de exhibición y una verdadera conciencia de que el cine nacional no es solo entretenimiento, sino memoria, espejo, legado.
Sin una mirada estratégica que promueva el acceso, la formación de públicos y la valoración del cine como patrimonio, seguiremos celebrando éxitos desde lejos, sin que nuestras propias historias lleguen realmente a quienes las inspiran: las audiencias locales. Porque una cinematografía sin público no solo es una industria frágil; es también un país que renuncia a mirarse a los ojos. Cine chileno: luces internacionales, sombras locales "Denominación de origen", el último fenómeno del cine chileno. El crítico argentino Juan Manuel Domínguez calificó a "Nosferatu, una escenita criolla" como "El Santo Grial del terror surrealista latino". En Chile casi no se conoce. Por Andrés Nazarala @andresnazarala.