Autor: POR IVÁN MARTINIC DESDE LA ANTÁRTICA
El chileno de HIELO
El chileno de HIELO --Juan, no vas a ir a la Antártica. --¿ Pero por qué? --Cometí el error de entusiasmarte. Hiciste bien todos los cursos, pero eres muy joven. Tenemos que conocerte más, cómo trabajas como logístico, cómo compartes con la gente, si eres atento. --Señor, yo no lo voy a dejar mal. --No, lo siento.
El año 1990 está por concluir y Juan Bravo Araneda, entonces de 26, aspirante a coordinador logístico de la base Profesor Julio Escudero, la más importante del Instituto Antártico Chileno (Inach), acaba de enterarse por su jefe que ha quedado fuera de su primer viaje al Continente Blanco. Y a solo 24 horas del zarpe. Fue bajado luego de prepararse todo el año. Luego de aprobar, con nota 7, los cursos que le ordenaron: El de extinción de incendios, el de patrón de embarcación. Luego de pasar los exámenes médicos: "Apto para ir a la Antártica", concluyó el doctor. Luego de haber hecho su bolso. Luego de imaginarse infinitas veces un mundo tan atrayente como desconocido.
Luego de compartir la emoción con su familia. "Pensé en renunciar", confiesa ahora, tres décadas más tarde, sentado en una oficina de la base Escudero, enfundado en un grueso overol térmico, mientras afuera, en la playa de bahía Fildes, la actividad de una nueva campaña antártica chilena bulle en medio de curiosos pingüinos papúa. "El que la sigue, la consigue", le dijo ese día de 1990 a su esposa, Negry Astudillo. "Soy puentealtino de corazón", se presenta "JB" --como le dicen en su trabajo-en una charla TED que ofreció en Punta Arenas, sede del Inach. "De los buenos", aclara entre las risas del público que se ha reunido para escuchar a una leyenda viva de la Antártica. Probablemente, junto al ya fallecido explorador Alejandro Contreras. es el chileno que ha pasado más tiempo entre los hielos del fin del mundo. Desde que lo bajaron en 1990 y luego logró sumarse a la Expedición Científica Antártica (ECA) 19911992 del Inach, nunca más faltó a la cita helada.
Lleva 34 veranos consecutivos en el Continente Blanco, a costa de sus cumpleaños (3 de diciembre) y sus aniversarios de matrimonio (18 de marzo). --¿ Vio el mensaje del ministro de Relaciones Exteriores? --pregunta sin disimular orgullo.
De su overol saca su teléfono celular y reproduce el video que Alberto van Klaveren le envió directamente para felicitarlo, el 1 de diciembre pasado, por haber cumplido 35 años como funcionario del Inach, que depende de esa cartera. "Usted es una persona hecha a pulso, que aprendió en la mejor escuela, el terreno", le dice el canciller. "Su notable desempeño logístico, tanto en Santiago, en Punta Arenas, como en la misma Antártica, ha sido fundamental para el éxito de las operaciones polares de Chile", agrega. "Nunca esperé esto. Es demasiado emocionante", dice Bravo. Su carrera en el instituto comenzó de una manera muy distinta. Llegó como vigilante en 1987, cuando las oficinas del Inach aún estaban en Santiago, en Luis Thayer Ojeda con Carlos Antúnez. Trabajó dos años en la portería, hasta que por su buen desempeño le ofrecieron pasar a la planta. Primero fue jardinero. Luego, conductor del subdirector, y después, del director. Así conoció al embajador, académico y escritor Óscar Pinochet de la Barra, pionero de la exploración antártica chilena. El siguiente paso fue el área logística, que lo catapultó a la base Escudero. Cada temporada debe preparar las instalaciones y facilitar el trabajo de decenas de científicos chilenos y extranjeros que llegan a realizar diferentes proyectos en las ECA. A muchos los conoció como estudiantes y ahora los recibe como investigadores postitulados.
La Antártica, explica, es una escuela que cada día enseña algo nuevo. "Siento un cariño tan grande (por ella). Para mí, es una dama blanca", asegura. "Les enseño mi experiencia y conocimiento antártico a todas las personas que han pasado por acá: cómo se trabaja en el mar, cómo se opera en terreno", añade.
La presencia de Chile, plantea, es "muy importante, porque somos los principales operadores antárticos". No obstante, extraña a los niños de Villa Las Estrellas --la Fuerza Aérea dejó de enviar familias en 2018--, a los que recibía en Escudero para darles charlas. "Es bien bonita la parte de familia. Sí. Es importante (que estén)", reflexiona. También ha sido testigo de los cambios climáticos que amenazan a la zona. "Antiguamente en febrero había cualquier nieve. Ahora parece un desierto, solamente los glaciares tienen nieve. Ha cambiado bastante. Me acuerdo de que cuando se construyó esta base yo caminaba por el techo, estamos hablando de cinco o seis metros de altura. Yo llegaba en noviembre y tenía que entrar por el techo para abrir las puertas. Y ahora es tierra y roca", relata. Ese, sin embargo, no es el único peligro al sur de la latitud 62. --Yo confío en ti, Juan. Ojalá no nos pase nada --dice el investigador Jorge Acevedo. Es 1995 y ambos están por embarcarse en una tarea inédita: perseguir ballenas. "Estaba nervioso, no dormí en toda la noche. Me levanté a las cuatro de la mañana. No sabía a lo que iba", recuerda Bravo en su charla TED. Junto a otras personas, aborda un bote zodiac y comienza a seguir a los cerca de 20 cetáceos que había en el mar. El objetivo es obtener muestras de ellos. De cerca los sigue el buque "Micalvi" de la Armada, atento a cualquier contingencia. "¿Qué significa sacar muestras? Una persona iba en la proa del bote, parada. El bote cabeceaba (con las olas) y teníamos que hacerles puntería a las ballenas cuando sacaban la aleta dorsal. Uno las sigue por un costado, siempre mirando a la ballena, hasta que le hacíamos puntería y se le disparaba un dardo que saca una muestra", relata.
En un momento --continúa--, "tuve un problema con el motor y dije `hasta aquí nomás llegamos, porque se echó a perder'. `No', me dijeron, `tenemos que darle, porque aún nos quedan dos (ballenas). Terminemos, porque así el proyecto va a ser bueno'. Nos fuimos remando al buque y nos cambiamos a un bote zodiac que mide tres metros. Éramos ocho personas, yo iba sentado y no tenía visión.
Y de repente... ¿me van a creer que soy el único chileno, creo, que ha varado arriba de una ballena jorobada?". El ejemplar medía 16 metros. "¿Qué hice yo? Me controlé. (Entonces) la ballena levanta la cola, nos lanza y caemos al agua, todos arriba del bote (... ). Me alejé un poco, reaccioné bien y la ballena se sumergió. Pero la otra me quedó mirando, salió a sapear lo que estaba pasando. Imagínense los garabatos que echaron arriba del bote", explica.
Desde el "Micalvi" lo llaman por radio para preguntar cómo estaban y le ordenan regresar. "Yo iba con susto, pero enojado, porque siempre dije que en el bote (más chico) no podía hacer una faena, porque era muy peligroso. En la Antártica una ola lo puede dar vuelta.
Llegamos al buque y lo primero que me preguntan fue `¿ y, le pasó algo a la ballena?'. Gracias a Dios, no le pasó nada al cetáceo, ni a nosotros, porque si se me cae una persona al agua, me voy preso, se me acaba la carrera", advierte.
En otra ocasión, en 1994, lo enviaron a dejar víveres a la cercana isla Arley, donde dos científicos investigaban una colonia de pingüinos. "Entramos, y estaban las dos personas, una pareja de lolos, en el suelo (inconscientes). Se sentía el olor a parafina, porque en esa época no existían las estufas que tenemos ahora. Se sentía la estúpida parafina", describe. Los científicos se habían intoxicado con monóxido de carbono. Según "JB", "estaban listos para irse, pálidos, ya no respiraban. Los tomamos, al hombro nomás, al bote, y los trajimos. Acá los revivieron en la pequeña posta que tiene la Villa Las Estrellas. Si no pasamos, se mueren". Bravo admite que su vocación antártica ha sido un tema "difícil" para su esposa Negry, sus dos hijos y tres nietos. "Uno deja mucho a la familia de lado. Pero siempre dije `esto es para un bien, para nuestro futuro como hogar (... )'. Me gusta lo que hago. Si no me gustara, estaría en Punta Arenas nomás. Todo lo hago por amor", asegura. Su esposa, dice, ya se acostumbró. Ella "es espectacular", afirma.
Mil 200 kilómetros más al norte, en Punta Arenas, Negry confirma que las prolongadas ausencias de su marido han sido algo complejo para la familia. "Fue difícil, porque la primera vez que él fue, mi hija tenía tres meses de edad y mi hijo mayor, seis años. Él nunca se había separado de su papá y se iba llorando y se venía llorando cuando lo íbamos a dejar. Pero aprendimos que era lo que a él le gustaba. Y no nos quedó de otra", reconoce, emocionada. Negry ha tenido que aprender a ser padre y madre a la vez y a llevar las cosas de la casa. Incluso, se ha hecho cargo de la construcción del hogar. "Me gusta maestrear, hago las cosas a mi gusto. Y cuando él llega siempre le tengo una sorpresa. Entonces, no vivimos dentro de una rutina. Siempre hay cosas nuevas", dice. Para su esposo, complementa, la Antártica "es su vida, su pasión.
Creo que no existe una persona más feliz que él en la nieve, con su dama blanca". De vuelta en Escudero, Bravo ya piensa en el retiro, porque, argumenta, "creo que ya llegué a la cima del glaciar". Se ve en el Inach cinco años más, hasta los 65, cuando podrá retirarse con 40 de servicio. "Creo que es suficiente (... ). Me proyecto en un futuro familiar, disfrutar un poco, salir, terminar nuestra casa", explica. También podrá ponerse al día con tantos eventos familiares perdidos.
Por ejemplo, este 18 de marzo él y Negry cumplieron 40 años de matrimonio, una fecha que define como "muy importante". --¿ Y alcanzó a volver a Punta Arenas? --No, estuve acá, solo, en la Antártica.
A costa de sus cumpleaños y aniversarios de matrimonio, Juan Bravo Araneda ha pasado los últimos 34 veranos en la Antártica, a la que llama "la dama blanca". Como encargado logístico de la base Julio Escudero del Instituto Antártico Chileno, su tarea es facilitar el trabajo de los científicos. Esta es la historia de un hombre que comenzó como jardinero y ahora es una pieza clave del trabajo polar chileno. Y que un día varó sobre una ballena.
POR IVÁN MARTINIC DESDE LA ANTÁRTICA El chileno de HIELO Bravo admite que su vocación antártica ha sido un tema difícil para su esposa, sus dos hijos y tres nietos. "Uno deja mucho a la familia de lado. Pero me gusta lo que hago. Si no me gustara, estaría en Punta Arenas nomás. Todo lo hago por amor", asegura. GEN TILEZA JU A N BRA VO "Antiguamente en febrero, había cualquier nieve.
Ahora parece un desierto, solamente los glaciares tienen nieve". Alberto van Klaveren le envió un video para felicitarlo, el 1 de diciembre pasado, por haber cumplido 35 años como funcionario del Inach, que depende de esa cartera. "Usted es una persona hecha a pulso, que aprendió en la mejor escuela, el terreno", le dijo el canciller. GENTILEZA JU AN BRA V O.