Autor: IGNACIO STEVENSON
Se van de Chile.. .
Señor Director: Se han publicado dos cartas en su diario a las que deberíamos poner especial atención, por cuanto tocan la fibra más íntima de los dolores y problemas nacionales: la frivolidad insólita de los más privilegiados.
Sofía Febrer Cooper y Sebastián León Giacomán podrían preguntarse cómo reciben sus lamentaciones —justificadas, por cierto— un vecino de Lo Espejo, Cerro Navia o Alto Hospicio; un paciente del Hospital Sótero del Río o del Van Buren; o un trabajador que con el sueldo mínimo de $500.000 no se plantea “diversificar sus ahorros afuera”. Ellos no pueden irse de Chile. La visión mercanchifle de entregarse "al mejor postor” desconociendo el deber que tienen con Chile (que no es de filantropía, sino de justicia) es simplemente el horror más grande de nuestro país.
No nos engendró ni educó la patria —dice Cicerón— para servir solo a nuestra comodidad y ocio seguro, sino para retribuir con lo mejor de nuestro valor, ingenio y prudencia. ¿Les duele la violencia en el sector oriente o la falta de rentabilidad económica? ¿ Y San Miguel? ¿ Les duele? ¿ Y Quilicura? ¿ Y Collipulli? Hubo un tiempo en que los grupos privilegiados sentían el peso de la responsabilidad de esos privilegios que la Providencia les dio en encargo.
Se llamó hidalguía y aristocracia. ¿Quieren frenar la violencia, la indiferencia, la "fuga de capitales”, la desestabilización económica? Dedíquense a la política; financien proyectos culturales (con dolor y no con limosnas); entreguen su tiempo en el Hogar de Cristo; organicen sus matrimonios pensando no solo en agasajar a sus invitados, sino en la persona que está sirviéndoles la mesa; guarden la modestia de su despilfarro y frivolidad... y lean al profeta Amós.