COLUMNAS DE OPINIÓN: el rostro de un proyecto cuestionado
COLUMNAS DE OPINIÓN: el rostro de un proyecto cuestionado Senador Daniel Núñez.
Matonaje de partidarios de Dominga: el rostro de un proyecto cuestionado Lo sucedido el pasado jueves en el salón municipal de Coquimbo, durante la sesión de la Comisión de Medioambiente de la Cámara de Diputados y Diputadas, es un reflejo fiel del carácter del proyecto minero-portuario Dominga. La violencia, los gritos y las amenazas proferidas por los partidarios de Andes Iron, agrupados en "FADECHI", no solo empañaron la jornada, sino que obligaron a su suspensión tras agresiones físicas a funcionarios municipales. Este triste espectáculo no es un incidente aislado, sino parte de una narrativa que acompaña a Dominga desde sus cuestionables orígenes. El proyecto se asienta en una zona de altísimo valor ambiental, a escasos kilómetros de la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, una joya de biodiversidad mundial.
Su gestación está marcada por episodios turbios, como la venta de los terrenos en 2010 por parte del expresidente Sebastián Piñera a su amigo empresario Carlos "Choclo" Délano, (si, el mismo que fue condenado a clases de ética por el caso Penta) una transacción realizada en Islas Vírgenes, un paraíso fiscal utilizado para evadir impuestos. Más escandaloso aún, el pago final dependió de que el gobierno de Piñera eliminara la protección ambiental del área, cumpliendo así con los intereses privados en detrimento del patrimonio natural. Hoy, Andes Iron promociona Dominga como un generador de empleo, pero, ¿a qué costo? Los detractores han señalado con claridad los peligros para las economías locales. La pesca artesanal y el turismo sustentable, actividades que sostienen a las comunidades de La Higuera, corren serio riesgo de desaparecer.
No se trata de hipotéticas pérdidas: actualmente, la zona concentra el 80% del desembarque de locos y lapas en la región de Coquimbo, y se ha posicionado como un destino turístico enfocado en la conservación y el avistamiento de fauna marina. En cuanto al impacto ambiental, las cifras y advertencias son contundentes.
Tal como lo explicaron en la reciente sesión los científicos de las universidades regionales y del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, CEAZA, la zona es un hábitat de especies únicas y amenazadas, como el chungungo, delfines y ballenas, además del 80% de la población mundial del pingüino de Humboldt. Estas especies, altamente sensibles a las alteraciones, podrían enfrentar un punto de no retorno con la instalación del proyecto. Y no solo se trata de biodiversidad: también está en juego el acceso al agua para consumo humano.
Según denunció la representante del Comité de Agua Potable Rural de Punta de Choros, el proyecto amenaza directamente el Rajo Sur del acuífero Los Choros, un recurso hídrico vital para las comunidades locales que viven a pocos kilómetros. El rechazo al proyecto por parte del Comité de Ministros fue una decisión basada en antecedentes técnicos que respetan la institucionalidad ambiental.
Sin embargo, la insistencia de los partidarios de Dominga y el matonaje presenciado en la sesión del jueves dejan en claro que este proyecto no busca dialogar ni construir consensos: su objetivo es imponerse a la fuerza, atropellando a las comunidades y al medioambiente. Dominga no es solo un mal proyecto. Es un síntoma de una forma de hacer política y negocios en que ganan los de siempre: los corruptos, los poderosos. Y quienes pierden son las comunidades, la biodiversidad y, en última instancia, el país. Es hora de decirlo con claridad: no necesitamos más megaproyectos que destruyen ecosistemas y socavan el desarrollo sustentable. Lo que necesitamos es defender el patrimonio natural y humano que nos pertenece a todos..