Autor: Por Joaquin Lopez Barraza
El adiós de Carlos Arancibia: el cortejo minero que detuvo Las Compañías
El adiós de Carlos Arancibia: el cortejo minero que detuvo Las Compañías A las 13:00 horas, Diario La Región llegó a las afueras de la iglesia San Juan Evangelista de Las Compañías. En la vereda de enfrente, los primeros asistentes comenzaban a reunirse en silencio. Nadie hablaba fuerte. Nadie parecía querer interrumpir el ambiente que ya se imponía frente al templo.
A esa hora comenzaba a configurarse la despedida de Carlos Arancibia Valenzuela, minero de 34 años, serenense, egresado del Colegio Salesianos e hincha de Colo Colo, cuyo fallecimiento en el derrumbe de la mina El Teniente había golpeado con fuerza a la región y al país. La noche anterior, sus restos habían sido entregados a la familia. A medida que avanzaba la tarde, el flujo de personas fue en aumento. Amistades de infancia, vecinos del sector, compañeros de trabajo y conocidos de distintos momentos de su vida llegaban a dejar sus condolencias. Algunos traían flores. Otros, simplemente, se sumaban a la espera con las manos en los bolsillos. A medida que se acercaban las 15:00 horas-hora fijada para el acto principal-, la presencia policial se intensificaba y la avenida Vicente Zorrilla ya estaba completamente cortada. Estaba confirmada la presencia del presidente Gabriel Boric y de la ministra de Minería, Aurora Williams. Pero en las conversaciones de los presentes, eso ocupaba un lugar menor. Todo giraba en tomo a un solo momento: la llegada del cortejo. Dentro de la iglesia, ya repleta, la atención estaba puesta hacia la entrada. Afuera, en las aceras, el murmullo se apagaba poco a poco. La expectativa crecía en ambos lados.
Entonces, a lo lejos, el sonido de las bocinas anunció que el cortejo venía en camino Por la cuesta de Gaspar Marin, doblando hacia la parroquia, apareció el carruaje blanco que transportaba el ataúd de Carlos. Tras él, avanzaban en fila sus colegas de faena. Ellos, que viajaron junto a él, lo escoltaban ahora con sus overoles naranjos y cascos verdes. El mismo uniforme de trabajo, pero otro destino. El cortejo avanzó por la avenida, mientras quienes observaban desde los costados comenzaban a aplaudir. Ya en la entrada, fueron sus compañeros quienes tomaron las manijas del ataúd. Lo levantaron con cuidado y lo ingresaron a la iglesia, mientras algunos lo despedian en voz alta, con palabras de ánimo. No hubo discursos, pero sí emoción a flor de piel. Desde afuera, se notaba que el cariño era genuino. Carlos Arancibia volvía a Las Compañías. No como se habría esperado, pero acompañado por su gente. Por quienes compartieron con él en la faena. Por quienes lo vieron crecer.
Por quienes, sin conocerlo, sintieron que su historia hablaba también de ellos.. El joven de 34 años, fallecido en el derrumbe de la mina El Teniente, fue despedido por familiares, vecinos y colegas en una emotiva ceremonia marcada por el silencio, los aplausos y la llegada de sus compañeros con overoles naranjos.