Atrapar a un nómade
Atrapar a un nómade Estamos dejando de ser sedentarios. La fluidez como rasgo de la época, en las relaciones personales, en el trabajo, también llega al modo de vivir. Conectamos con un artista Santiago Elordi, quien encarna ese espíritu de la época. Por_ Miguel Laborde No No entró a la universidad. Había leído libros de viajes, soñado aventuras, y prefirió deambular por América. Una aventura de diez años que terminó en una novela, «La Panamericana», andina y amazónica. Han pasado cuatro décadas y sigue igual: no aprendió a “sentar cabeza”. Lo buscamos para saber en qué anda. Sabíamos de sus viajes recientes, a China y a la antigua Ruta de la seda, por Kazajistán, Uzbekistán y Kirguistán. En la nube digital, sí se puede conversar, esté donde esté. Parece libre de fronteras y rutinas, pero no es tan así: “Si quieres ir a China, necesitas visa; para quedarte en Francia, un permiso de trabajo. El mundo sin fronteras sigue siendo una utopía.
Por otra parte, éstas mutan con el tiempo, no sé cómo sonará hoy en Europa «Imagine» de Lennon, con su sueño de un mundo sin países, cuando la crisis migratoria no encuentra encuentra solución”. No se considera un promotor del nomadismo, sólo le sale vivir así. Aunque admira a Bruce Chatwin, para quien la esencia de nuestra especie es nómade y nos compara con las aves migratorias, no está de acuerdo con esa tesis, le parece una exageración. Considera que el nomadismo y el sedentarismo coexisten desde siempre, que así como América fue poblada por migrantes, hay poetas y artistas que apenas apenas se mueven de su lugar. Recuerda que Lao Tse ya lo dijo hace siglos, sin salir de casa se puede conocer el mundo. En el fondo, que seamos libres de ir y volver.. , o no ir a ninguna parte. Suena más sabio Elordi con el paso de los años. Por lo demás, recordamos, Yuval Noah Harari en su «De animales a dioses.
Breve historia de la Humanidad», nos hizo pensar que nuestra especie sólo se volvió sedentaria hace pocos miles de años, que antes siempre deambuló y así aprendió a resolver lo inesperado, ser ingeniosa para enfrentar lo desconocido. ¿Se habrá olvidado Elordi de ser chileno? Dice que se siente parte parte de una cultura andina, de un gran Tahuantinsuyo que va desde Colombia a la Patagonia, unidos por un idioma europeo y usando Internet. ¿Cuántos países llevamos dentro? Es una pregunta que se hace todo el tiempo.
Cree, piensa que los americanos observamos “al voleo”, a diferencia de los europeos que se fijan más en los detalles, o los orientales que son más holísticos, donde lo importante es cómo cada parte se integra dentro de un todo. Siente que cuando estamos frente al mar o la montaña, los americanos valoramos la vastedad, nos perdemos en el panorama, más que detenernos en lo particular.
Pero le gusta viajar porque al habitar otras culturas puede abrir los ojos a lo distinto, también reconocer nuestro pasado: “Una calle de Andalucía Andalucía con casas de tejas te recuerda a Putaendo, un jinete en la estepa mongola es igualito al portero de tu colegio”. Le resuena una idea, que Latinoamérica vive en la adolescencia, siempre buscando reafirmar su identidad y reftindándose. Una inseguridad que nos llevaría muchas veces al copy-paste, incluso en el Arte. La innovación parece validarse afuera, dice, en la Bienal de Venecia, tal vez como estigma de ser colonias: “Del Inca, de Europa, de EE. UU., quizá mañana de China.
Como escritor, no intento definir una identidad clara; quizás el Ideas creativas Aunque América Latina no se mueva bien en la producción tecnológica, la investigación científica o la manufactura de productos, Elordi siente que si algo genuino ha generado Latinoamérica es ese tipo de observación “al voleo” que genera ideas creativas en subversión al “logos”. Un tipo de pensamiento poético “muy agudo en su indeterminación, un estar y pensar a salto de mata, en movimiento, donde paradojalmente lo precario es una riqueza.
Como un estar al mismo tiempo adentro y afuera de todo centro, sistema o planificación”. No cree, eso sí, que alcance a ser un nuevo tipo de civilización: “Si no da para encontrar un símbolo fundante, y dar con un destino, al menos podría ser el comienzo de algo.
Si los continentes fueran partes del cuerpo humano, Europa sería la cabeza, logos; Asia, el plexo solar; Africa, el cuerpo; y Latinoamérica sería una glándula glándula pituitaria conectada a una observación instantánea, al voleo, secretando ideas sin formas definidas. Un pensamiento dislocado, asociativo, que escapa al control del logos”. Algo que, no podemos dejar de pensarlo, se parece a las narraciones de sus libros. Le parece lógico que esto surja en América Latina, de un mestizaje mestizaje cultural imprevisible en una geografía igualmente imprevisible. imprevisible.
Lo que se reflejaría, enumera, desde las culturas amerindias con su rica mitología y medicina, con ciudades como la Ciudad Es cierto que hubo exterminio en verdadero símbolo de Latinoamérica es no América, pero recordar el trauma encontrarse nunca”. genera nuevos traumas.
Tal vez debamos equilibrar memoria y olvido, creando imágenes de reconciliación, aceptando nuestro mestizaje, reconociendo los valores de las culturas indígenas, europeas y africanas”.. Atrapar a un nómade Sagrada de Caral tan antigua como Egipto, hasta los cronistas de Indias y el mestizo Inca Garcilaso, pasando por el delirante milenarista Lacunza, o el otro jesuita, el botánico abate Molina, o tantos escritores como Alejo Carpentier, Violeta Parra, o un Guimaráes Rosa. Ellos producen visiones, asegura, que permiten ver la morfología de la sociedad, como lo hace Roberto Matta.
El reto sería no trancar esa rueda, dejar que sigan apareciendo propuestas innovadoras que recojan todo este legado porque, dice, recordando una frase propia de su libro «La Panamericana»: “América todavía no ha sido descubierta”. Imaginario regional Elordi se entusiasma con la idea de que surjan voces nuevas: “Me encantaría conocer creadores con obras indagatorias, abiertas, dificiles de clasificar, agudas, críticas, pero también livianas y celebratorias, por qué no? Matizando el tema del dolor histórico latinoamericano.
La vida en general es bastante dura, lo sabemos, como para seguir cargando las tintas por el mismo lado”. Le parece que el dolor se ha instalado en nuestro imaginario regional, regional, como un velo, haciendo que prevalezcan los relatos dolorosos y victimistas, desde artistas que se autoflagelan hasta películas que exaltan la violencia o la denuncia social. La misma épica del «Canto «Canto General» de Neruda, “con su maestría lingüística indiscutible”, le parece una reivindicación dolorosa y revanchista de la Historia.
Reconoce que hay genocidios dificiles de olvidar, una lista que no tiene fin desde la desaparición casi total de los neandertales, “quizá el primer gran genocidio de nuestra especie”, hasta la destrucción de Melos por Atenas, pasando por la colonización en Australia que casi acaba con la población aborigen, todo relatado por historiadores europeos, pero cuya memoria de nada sirvió frente al exterminio del nazismo o el estalinismo, o ante las destrucciones masivas que continúan: “Recordar el horror no garantiza que no se repita, no basta para quienes aspiramos a un mundo en paz”. Lo mismo aquí: “Es cierto que hubo exterminio en América, pero recordar el trauma genera nuevos traumas. Tal vez debamos equilibrar memoria y olvido, creando imágenes de reconciliación, aceptando nuestro mestizaje, reconociendo los valores de las culturas culturas indígenas, europeas y africanas. Como decía Alfonso Reyes, una nación no se emancipa si no se reconcilia con su pasado. La verdadera independencia no llegará mientras sigamos recordando los traumas”. Lo dejaremos seguir con sus errancias. Tal vez sea Elordi una demostTación demostTación de la postura de Harari, que el nomadismo activa talentos antes dormidos. Porque, de década en década, suena más integrado.
Tal vez nos hace bien tener estos creadores sin domicilio fijo, que van mirando el mundo con nuestros mismos ojos latinoamericanos “al voleo”, como embajadores sin destino conocido. l u[ideesDirectordelCentrodeEsil «Diario El Mostrador», socio honorario Sociedad Chilena de Historia y Geografía, miembro honorario del Colegio de Arquitectos, además de autor de varios libros sobre historia, arte y cultura en Chile.. J4) 29.