En el origen de la vida
En el origen de la vida "P ero mira esto, ¡son puros hongos! ", les decía Paz Lira a los asistentes a la inauguración de su actual muestra, "Ontogenia", que presenta hasta el 8 de diciembre en la Corporación Cultural Las Condes. Porque estas obras engañan al ojo y parecen pinturas, o al menos piezas en técnica mixta, hechas por ella desde cero, cuando en realidad son más de mil retratos de frutas y verduras en descomposición.
Como artista vio lo que el común de los mortales no vemos: la posibilidad del arte en la insignificancia, o en algo frente a lo que la mayoría arriscaría la nariz, es decir, un alimento podrido. Ya antes había usado elementos de desecho, pero bajo la lógica del reciclaje. Aquí dio varios pasos más, convirtiéndose en una especie de bióloga para vincularse con lo esencial de la creación: la vida. Siempre he trabajado con desechos de fábricas, pero orgánicos. Los panales de abejas, los productos de las salmoneras, que era un basural, donde hay muchas bacterias. Tuve que estudiar biología para poder limpiar y retirar ese material. Ahora pensé que sería lindo generar eso mismo, pero con frutas y verduras dice la artista.
Durante los dos años de preparación de esta instalación investigó y cultivó hongos en su taller convertido en laboratorio, en un juego de control, paciencia y sorpresa, provocando esa vida microscópica que la cautivó por sus tonalidades y texturas. "La ontogenia significa que de dos seres vivos surge otro. Entonces encontré interesante que aquí se diera a luz a otro elemento como es el volumen y el color". Tapaba los vegetales con un plástico y empezaba el proceso natural. Luego lo detenía con productos especiales y registraba el resultado con ampliaciones fotográficas impresas en transparencias, que después cubría con resina, acrílico y cera de abeja. Esas imágenes son los retratos que trasladó a distintos formatos. Uno de ellos es la placa Petri, cajita circular de plástico, de bajo borde, que usan los científicos. Al fondo está la foto y sobre ella otros ingredientes naturales, ahora ya sin vida. "Paré la creatividad del hongo", dice Paz mientras cuenta que hizo casi mil placas, cada una como obra única. En tres mesones que suman unos cuatro metros instaló 850 en un orden que primero dibujó, para que la composición no quedara al azar. En el origen de la vida La artista Paz Lira convirtió su taller en un laboratorio para crear un mundo de hongos en el que descubrió una visualidad que la sorprendió. Y, cual científica, se involucró al punto de generar pequeñas nuevas vidas, imitando el proceso de la ontogenia, como llamó a este conjunto impresionante de obras con las que celebra 40 años de carrera. Texto, Mireya Díaz Soto. Fotografías, José Luis Rissetti Z. "Para un artista es muy frustrante que el último proyecto sea menos interesante que el anterior. Entonces, te exiges mucho", dice Paz Lira. Las 850 placas Petri están ordenadas según un dibujo hecho por la autora. Para este trabajo, Lira también hizo una reflexión sobre la escasez de alimentos por falta de tierras para el cultivo. ENTREVISTA. En el origen de la vida Las láminas colgantes suman 500. Tanto en la composición composición de cada una como en la totalidad hay un control del color por parte de la artista. Esta fotografía de una palta está ampliada, impresa e intervenida con óleo y lápices. Este es el retrato de un limón, tratado tratado con los materiales materiales que se repiten en la muestra: resma, acrílico, cera de abeja. Detalle de las placas Petri, cada una un universo único de tonos y volúmenes. Los otros formatos son una tela de dos metros de diámetro impresa con la ampliación ampliación fotográfica de un limón, también intervenida intervenida con resma y cera de abeja. Y más de quinientas láminas hechas con esos mismos materiales, que cuelgan formando una especie especie de lluvia de imágenes que en conjunto parecen parecen una sola. “Como un gran hongo.
La descomposición descomposición de una sola cosa”, explica al recorrer recorrer esta muestra que contó con la curaduría curaduría de Carolina Arévalo, el diseño lumínico de Ramón López y la realización de un video por Emilia Simonetti. ¿Qué fue lo que más te sorprendió del mundo de los hongos? Los resultados increibles. Te pones una lupa y ves unas cosas impresionantes, una vida vida desconocida. Trabajaste anteriormente con algas, con químicos y ahora avanzaste hacia lo esencial de la naturaleza, que de niña siempre te atrajo. Yo te diría que sí. Porque empecé mi obra con pasta de yeso y colores. Pero después me interesaron los desechos, los químicos, los ácidos. Soy de una generación de Tacla, Matías Matías Pinto, Bororo que no se atrevía a utilizar otros materiales. Solamente con el pincel, el óleo y el acrflico; en la escuela nadie nos enseñó enseñó bueno, eran tiempos complejos a hacerlo hacerlo de otro modo. Estuve i años sin trabajar y después me encontré con Jaime León, que me ayudó a dibujar, y con Enrique Zamudio, que me enseñó a sacar fotografías, algo que en mi carrera fue fundamental. Y siempre me encantó la biología.
No sabía si estudiar eso o Artes Visuales, y al final de los días se juntaron. ¿Cómo se relaciona esta exposición con tus 40 años de trayectoria? Uno se da cuenta de los años mucho después. después. La vocación de un artista es tan fuerte, tan grande, que no estás pensando en el tiempo, tiempo, sino en hacer algo contundente que nadie ha visto nunca. Como por ejemplo, esta obra. Emocionalmente, ¿cómo te sientes al ver la instalación montada? Da un poco de alegría y pena. Es una mezcla mezcla extraña. Pero siempre que inauguro, en mi cabeza tengo preparado en lo que voy a seguir. seguir. Que seguramente será una exposición más chica, con otros materiales, un esfuerzo físico menor. Pero interesante. Yo digo que me voy a morir con el pincel, aunque esté en la cama como la Frida Kahlo. VD.