Evaluación de competencias adultas
Evaluación de competencias adultas Se han conocido los resultados del segundo ciclo del programa internacional de evaluación de competencias de adultos (PIAAC por su sigla en inglés) realizado entre los países de la OCDE y algunos invitados. Chile aparece en el último lugar. En parte, porque los países latinoamericanos que son parte de esta organización participarán en una segunda oleada. Con todo, el rezago es enorme. La brecha para resolución de problemas, competencia lectora y competencia matemática respecto del promedio de la OCDE equivale a 0,7, 0,76 y 0,84 desviaciones estándar, respectivamente. Es decir, una distancia significativa. En todo caso, los resultados son similares a los obtenidos por Chile en el primer ciclo, hace casi una década.
Más allá de ello los resultados son realmente pobres (aquí se toca solo competencia matemática, pero el análisis es similar con las otras destrezas). Así, un 57% de las personas entre 16 y 65 años logran alcanzar en competencia matemática el nivel 1o inferior en este test (son cinco niveles y en el promedio de la OCDE esta proporción es solo 25%). El nivel 1no es particularmente exigente. Supone, por ejemplo, ordenar números que pueden tener decimales, extraer información de una tabla o un gráfico simples, realizar operaciones matemáticas simples e interpretar representaciones espaciales simples.
Si se considera solo a las personas que tienen educación secundaria o menos, la proporción en ese grupo llega a 68%. Es bueno recordar que un 52% de nuestra fuerza de trabajo tiene solo esos niveles educacionales. Por cierto, una parte de estas brechas se explica precisamente por las diferencias históricas en acceso a escolaridad. De hecho, en el grupo entre 25 y 34 años las brechas son más acotadas. Aun así, seguimos rezagados a pesar de que en este grupo de edad los niveles de escolaridad son similares o incluso un poco superiores a los de algunos países de la OCDE.
Una forma de mirar la baja capacidad que ha tenido el sistema educacional de generar habilidades fundamentales es constatar que el promedio de competencia matemática de las personas con posgrado en Chile es de solo 262 puntos (el examen está construido para variar entre 0 y 500 puntos), básicamente el promedio de la OCDE para toda su población. Además, este es un logro inferior al que obtienen los secundarios de Alemania, Estonia y Países Bajos, entre otros. Ahora esto no significa que el sistema de educación superior no agregue valor. De hecho, las diferencias entre las competencias de quienes tienen estudios terciarios y secundarios son de las más grandes entre los países que participaron en el estudio. El alto premio a la educación superior en Chile está relacionado con esta situación. Esta realidad ocurre a un alto costo: carreras largas y cuya duración efectiva a menudo supera los semestres declarados. Es difícil pensar que el país pueda enfrentar bien los desafíos del mundo actual con este nivel agregado tan bajo de competencias. Las diferencias salariales seguramente se agudizarán y un grupo relevante de trabajadores irán quedando aún más postergados de lo que están en la actualidad. El sistema de capacitación muestra enormes deficiencias.
Desde que estas fueran advertidas en el informe de la así llamada Comisión Larrañaga, en 2012, muy poco ha sido enmendado para lograr una formación continua más efectiva y orientada a quienes necesitan más de ella. Algunos avances se registran en Chile Valora, pero con una escasa cobertura y con un diseño que, en rigor, es apropiado para trabajadores con competencias por sobre el promedio de sus respectivos grupos educacionales. Así, nuestro sistema de capacitación está muy imperfectamente preparado para apoyar a trabajadores con competencias fundamentales muy reducidas. Es una tarea compleja que no se puede postergar, pero de un retorno elevado. Si las competencias matemáticas de un trabajador subieran en torno a los 25 puntos, su remuneración se incrementaría en un 10%. Los antecedentes de este estudio también le imponen desafíos al sistema de educación superior. Sus niveles promedio, como veíamos, no dan para celebrar, pero hay enorme heterogeneidad. Un 21% está en el nivel uno de competencias o inferior. En el caso de los técnicos superiores un 45% logra solo estos niveles de competencia.
Esta evidencia sugiere que un eje de la formación terciaria debe ser profundizar estas competencias fundamentales y desarrollar, entre otras, habilidades de pensamiento crítico y rigor analítico que, entre otros aspectos, contribuyan a sostener las primeras y a adaptarse a los recurrentes cambios actuales. Una formación tan especializada como la que caracteriza a la educación superior tanto técnico-profesional como universitaria no es el mejor aliado para estos propósitos. Evaluación de competencias adultas "... el sistema de capacitación muestra enormes deficiencias.
Desde que estas fueran advertidas en el informe de la así llamada Comisión Larrañaga, en 2012, muy poco ha sido enmendado para lograr una formación continua más efectiva y orientada a quienes necesitan más de ella... ". HARALD BEYER Escuela de Gobierno UC.