Autor: Misael Sánchez Echeverría
A cinco años del estallido social de octubre de 2019: ¿qué cambió en Chile?
A cinco años del estallido social de octubre de 2019: ¿ qué cambió en Chile? “N o son 30 pesos, son 30 años”, “violencia desatada”, “octubristas”, “basta de abusos”, “estallido delincuencial”, “esto no prendió”, “Estado de Emergencia” o “estamos en guerra”. Todos son conceptos que surgen desde distintos frentes a la hora de referirse al estallido social, evento que se desarrolló hace cinco años; tiempo suficiente para, desde la distancia, hacer un análisis de las causas que generaron esta verdadera explosión social y también mirar el presente, para ver si las demandas levantadas por la ciudadanía que marchó por las calles reclamando una mejor calidad de vida fueron respondidas o simplemente para entender qué cambió en Chile en estos cinco años.
Estas respuestas las entregan cinco destacados académicos e investigadores de diversas casas de estudio de la Región y el país, quienes, dan luces sobre uno de los periodos más complejos de la historia reciente, de los cambios que observan en la política y los temas aún pendientes.
ANIVERSARIOEl pasado viernes 18 de octubre se cumplieron 5 años del inicio del estallido social de 2019, el episodio político más importante desde el retorno a la democracia, el que estuvo marcado por una serie de marchas entre ellas la del 25 de octubre que congregó a un millón 200 mil personas en Santiago y más de 25 mil en el centro de Temuco-, innumerables protestas, algunas de las cuales derivaron en graves hechos de violencia y delincuencia, con saqueos, Desconfianza en la políticaEl periodista y doctor en Comunicación, Carlos del Valle, quien es el director del Doctorado en Comunicación que dicta la Ufro, indica que en Chile cambió radicalmente el modo cómo se percibe la actividad política, la cual “antes era vista como ajena y ahora como insustancial e incapaz de llevar adelante un proyecto colectivo plural”. El investigador agrega que “se acabó la percepción de la acción política como una mediación capaz de construir un proyecto de país. Después del estallido no sólo se desconfía de la actividad política, sino que ésta dejó de ser un referente para cualquier proyecto de futuro.
Ahora vivimos en la orfandad política o, dicho de otro modo, en tiempos de la incapacidad política”. A juicio de Del Valle, “el estallido social, como posibilidad (de transformaciones) quedó relegado a una arqueología de la acción política, a una promesa diferida de la transformación social. En síntesis, Chile perdió su horizonte de cambio”. parte del gobierno de Sebastián Piñera, del Estado de Emergencia en Santiago. Al día siguiente los hechos de violencia continuaron y se extendieron a regiones.
En Santiago hubo quema de micros, saqueos en supermercados y farmacias o cortes de caminos que dieron cuenta que se estaba frente a un estallido social de gran envergadura, el que con el pasar de los días derivó en una revuelta, cuyo alcance comenzó a extenderse al resto de las principales ciudades. En los días posteriores las acciones violentas se repitieron, como también las protestas, y con ello el Estado de Emergencia abarcó prácticamente a todo el país.
Y junto con las masivas manifestaciones comenzó a visibilizarse una serie de demandas de la ciudadanía que pedía cambios para mejorar su calidad de vida y terminar con lo que denominaron “abusos” fruto de las tensiones y contradicciones de un modelo que parecía estar en crisis. Hoy, a cinco años de este episodio, hay más claridad pa-ra entender los hechos de octubre de 2019, así como la dinámica de la protesta social y las demandas de los manifestantes. Esta distancia también permite observar qué ha cambiado en Chile y cuáles de las demandas levantadas en el estallido han tenido respuesta. Sobre esto último, la opinión de los expertos es crítica. QUÉ MOTIVÓ EL ESTALLIDOPara entender las demandas surgidas en octubre de 2019 hay que analizar las causas del estallido.
El sociólogo y doctor en Estudios Latinoamericanos, Emilio Moya, quien es director del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Temuco (UCT), explica que “confluyeron diferentes factores, como los casos de corrupción, Penta, Soquimich, una sensación de malestar de la sociedad hacia esos casos que mostraban cierta impunidad, además de una creciente distancia entre el mundo político y los ciudadanos, lo que generó una desconfianza hacia el sistema político”. quema y destrucción de infraestructura pública y privada y agresiones de las que fueron víctimas cientos de manifestantes y algunos miembros de Carabineros. El punto de inicio del estallido se halla en la tarde del 18 de octubre de 2019. Ese viernes se completaba una semana desde que surgieran las primeras manifestaciones de los estudiantes secundarios contra el alza de 30 pesos en la tarifa del Metro de Santiago.
Y lo que partió como evasiones y protestas dentro de las mismas estaciones fue aumentando de intensidad y volumen hasta derivar en la implementación depolicía militarizada para custodiar el transporte público capitalino, lo que crispó cada vez más los ánimos, no sólo de los estudiantes, sino del resto de los usuarios de la red. La consecuencia fue el cierre de las estaciones y el colapso del transporte público de superficie en Santiago.
La tensión de ese viernes aumentó con el paso de las horas y lo que vino después se resume en una serie de hechos de violencia que se inician con un incendio en las escaleras exteriores del edificio de la empresa Enel, incendios en 25 de las 136 estaciones de la red de Metro y la promulgación, pordamentaron la demanda de transformación del contrato social”. Sin embargo, pese a que una de las demandas más visibilizadas durante el estallido era el malestar con el modelo neoliberal, acabar con él no era un anhelo de todo el movimiento social que pobló las calles.
El sociólogo e historiador Juan Carlos Gómez Leyton, quien es doctor en Ciencias Políticas y director académico del Centro de Investigación en Procesos Políticos y Sociales de América Latina (Cippsal), explica que las demandas no eran transversales a toda la ciudadanía que participó del estallido, sino que había un grupo que reclamaba contra el modelo económico y otro que sólo buscaba que este modelo funcionara mejor.
“Estábamos frente a una manifestación de un sector político y social que he denominado como ciudadanos sub-políticos, es decir, aquellos que trabajan y hacen política en los márgenes del sistema po-A ello se agrega una serie de malestares que acumuló la sociedad chilena. Idea que refuerza el historiador y doctor en Procesos Sociales y Políticos de Latinoamérica, Iván Inostroza, quien es docente del Doctorado en Comunicación de la Universidad de La Frontera.
“El estallido estuvo vinculado con una serie de malestares con el sistema económico, que no abordaba ciertas problemáticas o de-mandas de la ciudadanía, como el endeudamiento de las familias en temas hipotecarios y los estudiantes, en el CAE, además de la baja ostensible de las remuneraciones al jubilarse.
Eso más la corrupción del sistema político”. Moya complementa que “hay un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que planteaba que, independiente del grupo socioeconómicoal que uno adscribiera, la gente sentía que las instituciones le faltaban el respeto”. Una mirada aún más crítica de las causas del estallido la entrega el psicólogo y doctor en Sociología, Francisco Cabellos, quien es investigador de la Ufro Campus Pucón.
“Hay que agregar la pobreza multidimensional, desempleo encubierto, degradación ambiental, crisis previsional y descalabro sanitario, que fun-lítico, y se manifestaban en otros espacios, como colegios, liceos e incluso en universidades, eran no electores y tenían una actitud de crítica al sistema.
Y hay otro sector que es el no-político, que tiene una concepción conservadora y una aceptación del modelo neoliberal, son sujetos que se realizan dentro del mercado, de manera que ellos no salieron a protestar en contra del sistema, sino que buscaban que el mercado funcionara adecuadamente”. ¿CAMBIÓ ALGO EN CHILE?Si bien el estallido social nació desde un sector que en mayor o menor medida pedía cambios en distintos ámbitos del devenir de la sociedad, lo cierto es que a cinco años de los eventos de octubre de 2019 estos cambios han sido acotados o inexistentes y, a juicio de los académicos consultados, las demandas levantadas por la ciudadanía siguen totalmente vigentes.
Emilio Moya plantea que “la sociedad chilena no ha sido capaz de resolver esas demandas y eso a mí me parece grave”. El investigador agrega que lo que sí se ha modificado es la percepción sobre el estallido social, tesis que encuentra eco en la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP). “Lo que ha cambiado es una percepción más negativa sobre el estallido social.
Las últimas encuestas muestran que la gente ya no apoya tanto las demandas que lo originaron, que cuando surgieron sí concitaban un acuerdo amplio”. Otro aspecto que visualiza el académico de la UCT es que se ha construido desde ciertos sectores una narrativa de criminalizar todo el estallido social.
“Y cuando criminalizas algo o bien alabas algo sin ningún sentido de crítica, no hay posibilidad de diálogo, de tender puentes”. Francisco Cabellos es más crítico y agrega que “se mantienen las instituciones que produjeron la debacle, con el agravante que después de la crisis sanitaria y ante las condiciones de cambio climático se han venido haciendo más problemáticas”. Asimismo, sobre los cambios que observa tras este proceso, el investigador de la Ufro es lapidario.
“Nada ha cambiado, ni en el régimen político ni en el modelo de desarrollo y se agrega un clima de condiciones mucho más mermadas para poder hacerle frente por mediode la participación y la democratización de la vida política, habiéndose consolidado una suerte de desesperanza política que sólo atrofia la contextura pública, ciudadana y democrática de nuestro régimen de convivencia social, haciéndolo progresivamente insustentable”. Juan Carlos Gómez Leyton tampoco observa respuestas a las demandas de 2019.
“En lo grueso, nada cambió, a pesar de mucha visibilidad que podría hablar de cambios, pero estos no se han traducido en profundidades transformadoras”. Con respecto a la viabilidad de las transformaciones que demandó la ciudadanía en 2019 el politólogo es pesimista. “Chile tiene una animadversión al cambio. El PNUD dice que Chile tiene una tendencia al cambio político y social gradual.
Yo creo que el PNUD se equivoca porque los chilenos no quieren cambiar”. MUTACIÓN DE LA POLÍTICAOtro aspecto en el que coinciden los académicos consultados es que se ha producido una especie de mutación de la actividad política. El historiador Iván Inostroza plantea que se percibe una mayor conciencia en los ciudadanos sobre su rol en la construcción social y política.
“Surgió un nuevo escenario político, donde los ciudadanos, a través del ejercicio constitucional, forjaron un propio proceso de educación cívica, de aprendizaje social de la vida en democracia”. Si bien Inostroza percibe esta maduración del ciudadano, la política, como el ejercicio para que grupos con diferentes puntos de vista lleguen a acuerdos, está en crisis.
Al respecto, Emilio Moya complementa que “la salida que se le hizo al estallido fue política, a partir de un acuerdo que derivó en un proceso constitucional, pero lo que hemos visto después por parte de ciertos actores es desacreditar lo político como una forma de buscar consensos y se generó un espacio de descalificación de una postura política con respecto a otra y eso hace que no se avance en las demandas que todavía tiene gran parte de la población”. El académico de la UCT agrega que “si no volvemos a establecer puentes de diálogo entre estas posturas y dejamos la caricaturización del otro, no hay posibilidad de diálogo”.. Cinco destacados académicos e investigadores de La Araucanía analizan las causas y repercusiones del estallido social. La mirada es pesimista, ya que plantean que las demandas levantadas en 2019 siguen estando presentes, a lo que agregan una deslegitimación de la actividad política. LA VIOLENCIA FUE UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL ESTALLIDO SOCIAL DE 2019. EL EPICENTRO DE LAS MANIFESTACIONES EN TEMUCO, LA DENOMINADA “ZONA CERO”, FUE EN LOS ALREDEDORES DEL EDIFICIO CARRUSEL. LOS DISTURBIOS EN TEMUCO SE EXTENDIERON POR TODO EL MES DE OCTUBRE. MÁS DE 25 MIL PERSONAS MARCHARON POR LAS CALLES DE TEMUCO EN LA TARDE DEL 25 DE OCTUBRE DE 2019. Cinco destacados académicos e investigadores de La Araucanía analizan las causas y repercusiones del estallido social. La mirada es pesimista, ya que plantean que las demandas levantadas en 2019 siguen estando presentes, a lo que agregan una deslegitimación de la actividad política. LA VIOLENCIA FUE UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL ESTALLIDO SOCIAL DE 2019. EL EPICENTRO DE LAS MANIFESTACIONES EN TEMUCO, LA DENOMINADA “ZONA CERO”, FUE EN LOS ALREDEDORES DEL EDIFICIO CARRUSEL. LOS DISTURBIOS EN TEMUCO SE EXTENDIERON POR TODO EL MES DE OCTUBRE. MÁS DE 25 MIL PERSONAS MARCHARON POR LAS CALLES DE TEMUCO EN LA TARDE DEL 25 DE OCTUBRE DE 2019.
A cinco años del estallido social de octubre de 2019: ¿ qué cambió en Chile? “N o son 30 pesos, son 30 años”, “violencia desatada”, “octubristas”, “basta de abusos”, “estallido delincuencial”, “esto no prendió”, “Estado de Emergencia” o “estamos en guerra”. Todos son conceptos que surgen desde distintos frentes a la hora de referirse al estallido social, evento que se desarrolló hace cinco años; tiempo suficiente para, desde la distancia, hacer un análisis de las causas que generaron esta verdadera explosión social y también mirar el presente, para ver si las demandas levantadas por la ciudadanía que marchó por las calles reclamando una mejor calidad de vida fueron respondidas o simplemente para entender qué cambió en Chile en estos cinco años.
Estas respuestas las entregan cinco destacados académicos e investigadores de diversas casas de estudio de la Región y el país, quienes, dan luces sobre uno de los periodos más complejos de la historia reciente, de los cambios que observan en la política y los temas aún pendientes.
ANIVERSARIOEl pasado viernes 18 de octubre se cumplieron 5 años del inicio del estallido social de 2019, el episodio político más importante desde el retorno a la democracia, el que estuvo marcado por una serie de marchas entre ellas la del 25 de octubre que congregó a un millón 200 mil personas en Santiago y más de 25 mil en el centro de Temuco-, innumerables protestas, algunas de las cuales derivaron en graves hechos de violencia y delincuencia, con saqueos, Desconfianza en la políticaEl periodista y doctor en Comunicación, Carlos del Valle, quien es el director del Doctorado en Comunicación que dicta la Ufro, indica que en Chile cambió radicalmente el modo cómo se percibe la actividad política, la cual “antes era vista como ajena y ahora como insustancial e incapaz de llevar adelante un proyecto colectivo plural”. El investigador agrega que “se acabó la percepción de la acción política como una mediación capaz de construir un proyecto de país. Después del estallido no sólo se desconfía de la actividad política, sino que ésta dejó de ser un referente para cualquier proyecto de futuro.
Ahora vivimos en la orfandad política o, dicho de otro modo, en tiempos de la incapacidad política”. A juicio de Del Valle, “el estallido social, como posibilidad (de transformaciones) quedó relegado a una arqueología de la acción política, a una promesa diferida de la transformación social. En síntesis, Chile perdió su horizonte de cambio”. parte del gobierno de Sebastián Piñera, del Estado de Emergencia en Santiago. Al día siguiente los hechos de violencia continuaron y se extendieron a regiones.
En Santiago hubo quema de micros, saqueos en supermercados y farmacias o cortes de caminos que dieron cuenta que se estaba frente a un estallido social de gran envergadura, el que con el pasar de los días derivó en una revuelta, cuyo alcance comenzó a extenderse al resto de las principales ciudades. En los días posteriores las acciones violentas se repitieron, como también las protestas, y con ello el Estado de Emergencia abarcó prácticamente a todo el país.
Y junto con las masivas manifestaciones comenzó a visibilizarse una serie de demandas de la ciudadanía que pedía cambios para mejorar su calidad de vida y terminar con lo que denominaron “abusos” fruto de las tensiones y contradicciones de un modelo que parecía estar en crisis. Hoy, a cinco años de este episodio, hay más claridad pa-ra entender los hechos de octubre de 2019, así como la dinámica de la protesta social y las demandas de los manifestantes. Esta distancia también permite observar qué ha cambiado en Chile y cuáles de las demandas levantadas en el estallido han tenido respuesta. Sobre esto último, la opinión de los expertos es crítica. QUÉ MOTIVÓ EL ESTALLIDOPara entender las demandas surgidas en octubre de 2019 hay que analizar las causas del estallido.
El sociólogo y doctor en Estudios Latinoamericanos, Emilio Moya, quien es director del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Temuco (UCT), explica que “confluyeron diferentes factores, como los casos de corrupción, Penta, Soquimich, una sensación de malestar de la sociedad hacia esos casos que mostraban cierta impunidad, además de una creciente distancia entre el mundo político y los ciudadanos, lo que generó una desconfianza hacia el sistema político”. quema y destrucción de infraestructura pública y privada y agresiones de las que fueron víctimas cientos de manifestantes y algunos miembros de Carabineros. El punto de inicio del estallido se halla en la tarde del 18 de octubre de 2019. Ese viernes se completaba una semana desde que surgieran las primeras manifestaciones de los estudiantes secundarios contra el alza de 30 pesos en la tarifa del Metro de Santiago.
Y lo que partió como evasiones y protestas dentro de las mismas estaciones fue aumentando de intensidad y volumen hasta derivar en la implementación depolicía militarizada para custodiar el transporte público capitalino, lo que crispó cada vez más los ánimos, no sólo de los estudiantes, sino del resto de los usuarios de la red. La consecuencia fue el cierre de las estaciones y el colapso del transporte público de superficie en Santiago.
La tensión de ese viernes aumentó con el paso de las horas y lo que vino después se resume en una serie de hechos de violencia que se inician con un incendio en las escaleras exteriores del edificio de la empresa Enel, incendios en 25 de las 136 estaciones de la red de Metro y la promulgación, pordamentaron la demanda de transformación del contrato social”. Sin embargo, pese a que una de las demandas más visibilizadas durante el estallido era el malestar con el modelo neoliberal, acabar con él no era un anhelo de todo el movimiento social que pobló las calles.
El sociólogo e historiador Juan Carlos Gómez Leyton, quien es doctor en Ciencias Políticas y director académico del Centro de Investigación en Procesos Políticos y Sociales de América Latina (Cippsal), explica que las demandas no eran transversales a toda la ciudadanía que participó del estallido, sino que había un grupo que reclamaba contra el modelo económico y otro que sólo buscaba que este modelo funcionara mejor.
“Estábamos frente a una manifestación de un sector político y social que he denominado como ciudadanos sub-políticos, es decir, aquellos que trabajan y hacen política en los márgenes del sistema po-A ello se agrega una serie de malestares que acumuló la sociedad chilena. Idea que refuerza el historiador y doctor en Procesos Sociales y Políticos de Latinoamérica, Iván Inostroza, quien es docente del Doctorado en Comunicación de la Universidad de La Frontera.
“El estallido estuvo vinculado con una serie de malestares con el sistema económico, que no abordaba ciertas problemáticas o de-mandas de la ciudadanía, como el endeudamiento de las familias en temas hipotecarios y los estudiantes, en el CAE, además de la baja ostensible de las remuneraciones al jubilarse.
Eso más la corrupción del sistema político”. Moya complementa que “hay un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que planteaba que, independiente del grupo socioeconómicoal que uno adscribiera, la gente sentía que las instituciones le faltaban el respeto”. Una mirada aún más crítica de las causas del estallido la entrega el psicólogo y doctor en Sociología, Francisco Cabellos, quien es investigador de la Ufro Campus Pucón.
“Hay que agregar la pobreza multidimensional, desempleo encubierto, degradación ambiental, crisis previsional y descalabro sanitario, que fun-lítico, y se manifestaban en otros espacios, como colegios, liceos e incluso en universidades, eran no electores y tenían una actitud de crítica al sistema.
Y hay otro sector que es el no-político, que tiene una concepción conservadora y una aceptación del modelo neoliberal, son sujetos que se realizan dentro del mercado, de manera que ellos no salieron a protestar en contra del sistema, sino que buscaban que el mercado funcionara adecuadamente”. ¿CAMBIÓ ALGO EN CHILE?Si bien el estallido social nació desde un sector que en mayor o menor medida pedía cambios en distintos ámbitos del devenir de la sociedad, lo cierto es que a cinco años de los eventos de octubre de 2019 estos cambios han sido acotados o inexistentes y, a juicio de los académicos consultados, las demandas levantadas por la ciudadanía siguen totalmente vigentes.
Emilio Moya plantea que “la sociedad chilena no ha sido capaz de resolver esas demandas y eso a mí me parece grave”. El investigador agrega que lo que sí se ha modificado es la percepción sobre el estallido social, tesis que encuentra eco en la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP). “Lo que ha cambiado es una percepción más negativa sobre el estallido social.
Las últimas encuestas muestran que la gente ya no apoya tanto las demandas que lo originaron, que cuando surgieron sí concitaban un acuerdo amplio”. Otro aspecto que visualiza el académico de la UCT es que se ha construido desde ciertos sectores una narrativa de criminalizar todo el estallido social.
“Y cuando criminalizas algo o bien alabas algo sin ningún sentido de crítica, no hay posibilidad de diálogo, de tender puentes”. Francisco Cabellos es más crítico y agrega que “se mantienen las instituciones que produjeron la debacle, con el agravante que después de la crisis sanitaria y ante las condiciones de cambio climático se han venido haciendo más problemáticas”. Asimismo, sobre los cambios que observa tras este proceso, el investigador de la Ufro es lapidario.
“Nada ha cambiado, ni en el régimen político ni en el modelo de desarrollo y se agrega un clima de condiciones mucho más mermadas para poder hacerle frente por mediode la participación y la democratización de la vida política, habiéndose consolidado una suerte de desesperanza política que sólo atrofia la contextura pública, ciudadana y democrática de nuestro régimen de convivencia social, haciéndolo progresivamente insustentable”. Juan Carlos Gómez Leyton tampoco observa respuestas a las demandas de 2019.
“En lo grueso, nada cambió, a pesar de mucha visibilidad que podría hablar de cambios, pero estos no se han traducido en profundidades transformadoras”. Con respecto a la viabilidad de las transformaciones que demandó la ciudadanía en 2019 el politólogo es pesimista. “Chile tiene una animadversión al cambio. El PNUD dice que Chile tiene una tendencia al cambio político y social gradual.
Yo creo que el PNUD se equivoca porque los chilenos no quieren cambiar”. MUTACIÓN DE LA POLÍTICAOtro aspecto en el que coinciden los académicos consultados es que se ha producido una especie de mutación de la actividad política. El historiador Iván Inostroza plantea que se percibe una mayor conciencia en los ciudadanos sobre su rol en la construcción social y política.
“Surgió un nuevo escenario político, donde los ciudadanos, a través del ejercicio constitucional, forjaron un propio proceso de educación cívica, de aprendizaje social de la vida en democracia”. Si bien Inostroza percibe esta maduración del ciudadano, la política, como el ejercicio para que grupos con diferentes puntos de vista lleguen a acuerdos, está en crisis.
Al respecto, Emilio Moya complementa que “la salida que se le hizo al estallido fue política, a partir de un acuerdo que derivó en un proceso constitucional, pero lo que hemos visto después por parte de ciertos actores es desacreditar lo político como una forma de buscar consensos y se generó un espacio de descalificación de una postura política con respecto a otra y eso hace que no se avance en las demandas que todavía tiene gran parte de la población”. El académico de la UCT agrega que “si no volvemos a establecer puentes de diálogo entre estas posturas y dejamos la caricaturización del otro, no hay posibilidad de diálogo”..