Ajuste de cuentas con el crecimiento
Felipe Edwards del Río ejorar la calidad de vida a nivel global está ligado a al crecimiento económico. La mayoría de los políticos desean incrementar la productividad para generar más riqueza, si bien difieren sobre la cantidad de impuestos y su distribución. En las últimas dos décadas algunos economistas han abogado por el decrecimiento: frenar o disminuir nuestro consumo para adaptarnos a la capacidad ecológica del planeta. Daniel Susskind sostiene que pocos comprenden el fenómeno dela expansión económica. En “Growth: A Reckoning” (Crecimiento: el ajuste de cuentas) se dedica a examinarlo. Susskind, un economista del King's College en Londres, mira a la historia económica de la raza humana. Durante la mayor parte de los últimos 300 mil años, las personas lucharon por su subsistencia. Algunos argumentan que la calidad de vida desde hace cien mil años al 1800 estuvo estancada o empeoró. Hace doscientos años, la revolución industrial transformó esa realidad en Europa y Norteamérica. “Si la historia de la humanidad fuera el largo de una hora, este cambio habría ocurrido en los últimos segundos”, afirma. Lo más impresionante de ese incremento es que lo hemos podido mantener. El crecimiento siempre contó con detractores.
En 1798, este fenómeno inspiró la publicación de “Un ensayo sobre el principio de la población”, de Thomas Malthus, quien argumentó que los límites en la capacidad de producir alimentos, que crecía en forma lineal, anticipaba una futura miseria porque la población humana se expandía a un ritmo mucho más elevado, en una curva exponencial. Malthus se equivocó al subestimar el crecimiento de la agricultura. El término “maltusianismo” ahora se emplea para indicar una teoría errónea, pero eso no implica que se haya abandonado el concepto de los límites del crecimiento.
En 1968, el director de ciencia de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, Alexander King, y el empres rio italiano Aurelio Peccei, se juntaron para conversar sobre un conjunto de conflictos culturales, políticos y medioambientales que amenazaban a la humanidad. De aahínació el Club de Roma, con su misión de rebelarse contra lo que consideraban una ignorancia suicida sobre la condición humana. El Club de Roma encargó al analista Jay Forrester crear un moSusskind es un optimista; cree en el genio creativo de la En 1970, la temperatura ambiental era 0,4 grados superior al nivel preindustrial.
Actualmente se encuentra 1,5 grados mayor, y estamos en camino de un calentamiento de tres grados, lo que gatillaría una disia de teracciones entre el Para lidiar con nivel tempestacrecimiento de la población, el consumo de recursos naturales y la contaminación ecológica. Publicaron “Los límites al crecimiento”, donde se anticipó que la civilización colapsaría dentro del siglo siguiente. Nuevamente el problema se radicaba en una función geométrica que supera a otra lineal. Esos pronósticos catastrofistas no se han cumplido, aún. Desde 1970, la economía estadounidense se multiplicó cuatro veces, pero su población sólo se incrementó en un sesenta por ciento. El resultado a nivel global ha sido más llamativo aún. La economía mundial se ha multiplicado veintiséis veces en total, y doce veces per cápita. En 1970 la mitad de la población mundial vivía en condiciones de extrema pobreza; la cifra actual es del diez por ciento. Donde las advertencias del Club de Roma parecen más acertadas en el impacto de este crecimiento sobre el medioambiente. Cuando se publicó “Los límites del crecimiento”, en toda su historia la humanidad había emitido medio billón de toneladas de dióxido de carbono. En el intertanto se ha generado tres veces esa cantidad. Los desafíos que el crecimiento nos presenta”. Des, incendios forestales y otras calamidades. Nuestra fijación sobre las cifras de crecimiento es un fenómeno relativamente reciente. Proviene de un encargo que el presidente Franklin D. Roosevelt le hizo en 1933 al economista y futuro premio Nobel Simon Kuznet para elaborar una serie de mediciones de la economía del país. Desde el principio, Kuznet advirtió que la medición del producto interno bruto solo contemplaba productos del mercado y no el bienestar en sí.
Argumentó que omitía los servicios de las dueñas de hogar y sus familiares, y que se debían excluir de la medición gastos que consideraba no productivos para la sociedad, como los de marketing y especulación financiera. Desde entonces el debate moral sobre las mediciones de crecimiento han continuado. A pesar de sus fallas, el PIB está correlacionado con muchos indicadores de bienestar. Susskind es un optimista. Reconoce que el crecimiento conlleva peligros, y que estos deben ser reconocidos y, en la medida posible, contrarrestados. Sobre todo, cree en el genio creativo de la raza humana para lidiar con los desafíos que el crecimiento nos presenta.