Sergio Gaytán
Sergio Gaytán Por Bunker Poeta oy recordé a Sergio H Gaytán.
Fue algo casi absurdo: entré a mi estudio, vi mis libreros cercanos al escritorio y su voz amarga, profunda y bien matizada vino aquí, al espacio vacío, para decir que siempre hay que estar lo más cerca posible de los bros, que entre más pequeño elespacio donde trabajas, mejor. Esa cercanía entre escritorio y libreros es necesaria para intrusear, sacar, mover, estirar. las manos y dar con el libro exacto. Eso melo dijo cuando loconocíen sucasadela avenida Santos Ossa. Fue Mónica, su ex mujer, quien meinvitó allá, cuando apenas era un poetajoven, recién llegado de haber concluido mis estudios en la ciudad sabalera de Santa Fe, Argentina. La primera imagen, entonces, que guardé de Sergio fue sentado en su estudio, con los estantes de libros casi cayendo encima de su cuerpo morenoy delgado. Apenasenré, saludándolo a mi paso, vi un libro de Benedetti que no tenía. Lo tomé por curiosidad y melo obsequió. Esa sería una constante, en cada visita a su casasiempre meregaló libros. En la parte inferior de uno de misanaqueles conservo lo que compiló, antologó, los estudios y prólogos que dejó impreso en una treintena de libros, todosfirmados y dedicados aljoven poeta Bunker, como me llamaba. Siempre me dijo que legustaba mi curiosidad porla literatura, mis ganas de aprender y leer todo lo que enconrara a mi paso.
De cierta manera fue un profesor para mí, me enseñó de literatura nortinay mirar desde otro prismaa aquellos autores viejos ?Sabella, Bahamonde, Serge? que en lla, Bahamonde, Serge? que en mi afán de escritor novel venía acríticar como próceres de Antofagasta. La consigna de que hay que matar a los dioses, Gaytán me la corrigió. Era un hombresabio, polémico y consecuente con sus ideas. Nos escribíamos mails sobre teorías literarias y escritores. Meaconsejabasobre el caminoa seguir y estuve ahí cuando un infarto dio elgran susto. Luego me fui, muy lejos, pero cada vez que regresaba a Antofagasta, lo visitaba. Tuve la suerte incluso de presentar en su compañía y con Osvaldo Maya el libro del Pope Julio. Qué honor estar junto a esos dos cracks, nuestros Borges y Bioy nortinos.
Todo fue gracias a Don Gabriel Amengual y conservo ese recuerdo con mucho cariño, el estar enel estrado junto aellos y la cena que vino después en casa de Sergio, sin saber que esasería la última vez que compartiríamos de esa manera. «Hoy falleció Gaytán, hay que recordarlo con vino tinto y poesía», me escribió Carlos Massardo, quien un año después, en plena pandemia, lo secundaría.
Hoy están ambos bebiendo vino y hablando de Iiteratura en un lugar al quetodos llegaremos a golpearle la puerta al Negro, para que nos reciba igual como siempre lo hizo en su casa de la avenida Ossa Niidea por qué hoy recordé a Gaytán, en este día frío, oviznado en la Patagonia, horas antes deir a hacer clasesen la ruralidad del Claro, mientrassuenael pito delas doce y mimenteviajaa latierra de mi infancia, a la de mis muertos, Antofagasta; donde tuve la suerte de conocer a Sergio Gaytán Marambio. cg Gaytán Marambio. cg Gaytán Marambio. cg. - -