COLUMNAS DE OPINIÓN: Licencias que hablan
COLUMNAS DE OPINIÓN: Licencias que hablan l uso de fondos públicos es el uso de la plata de todos los vecinos.
En cada uno de los representantes electos, y sus respectivos equipos de trabajo, se ha depositado la confianza de que, considerando la lista de necesidades, y los recursos disponibles, se obrará según lo más justo y conveniente. Esto es particularmente sensible, considerando que las necesidades superan los recursos, y muchos de los problemas tienen condición de urgente. Salud, educación, seguridad, cultura, medio ambiente, inclusión, entre tantos más. No hay lugar para financiar mentiras convenientes y particulares. La polémica de las licencias falsas, o de certificados médicos cómodos, da cuenta de una enfermedad social. El problema moral, donde mentir, engañar, manipular, confundir, es parte de los síntomas. Cada mentira se multiplica para defenderse, mientras la complicidad de los involucrados, de una manera o de otra, acentúa una colectividad del engaño. Una vez que se descubre la falta, se vuelca el sentido de urgencia a entregar explicaciones. Esparcir la mancha para atenuar sus colores. Que no sabía, que fue una confusión, una ingenuidad, que no hubo ni una intención, que siempre en todos los otros casos se ha actuado con heroísmo y rectitud social. Incluso, se declara la voluntad, como si fuera gran cosa, de restituir los fondos asociados, asumiendo la falta, queriendo solucionar todo con una transferencia desde el computador. Lo cierto es que el hecho vale más que el monto. En el concejo municipal, instancia creada para el mejor beneficio de los vecinos de la comuna, quienes además financian estos encuentros, se debe hablar del mal uso de licencias médicas, o de certificados médicos. Ese tiempo también son los minutos que no se dedican a los vecinos. El espectáculo es bochornoso, triste, donde el viaje de los argumentos requiere antecedentes, investigaciones, sumarios, dictámenes y otras formas de ejercer lo que en definitiva no requiere más que hacer lo que corresponde. Cumplir con lo justo. Además de lo obvio. Un mínimo de altura para el cargo: no mentir. No robar. No engañar. No confundir. No disminuir ni engrandecer la realidad según conveniencia de quien se defiende.
Lo que pasa en Puerto Varas con las licencias o certificados no es más grave porque el tema está de moda a nivel nacional, con más de 20 mil licencias investigadas y más de mil renuncias previas al resultado de los sumarios. Es grave porque es una farsa. Además, es una vulgaridad y un abuso del sistema. Todos quienes participan para que esta ofensa pública sea posible deberían salir del sistema de manera voluntaria y sin tener que esperar a que el tema sea público. Coincide que los arrepentimientos son después de que se sabe, no es antes. La renuncia más parece una manera de evitar el registro conclusivo del sumario y su legado. El reconocimiento se ofreceuna vez que la falta se transforma en evidente. El perdón carece de arrepentimiento. Con suerte, queda algo de vergiienza, luego del castigo social que significa la exposición pública, sobre el cual incluso se construye una falsa posición de víctima perseguida. Ni hablar de la autodenuncia, una especie en extinción. Permitir que una persona que ha caído en este tipo de conducta siga en su cargo es un lamento. Quien está dispuesto a mentir de esta manera no merece la confianza mínima que requiere la función pública. Esto simplemente no se hace. La distinción entre partidos O trayectorias, planta o contrata, en nada deberían hacer variar lo justo. La política del atajo hasta perder el camino es una desgracia inaceptable para la comunidad. Puerto Varas tiene la oportunidad de garantizar un liderazgo en cuanto a transparencia, justicia, realismo de lo que significa la función pública. Las medidas que se adopten con el caso de licencias médicas falsas, o certificados, para viajes personales deberían ser tomadas como una lección profunda para el futuro, marcando un hito de no retorno. Aceptar que alguien mienta sobre su salud para ir de paseo, dejando de lado el rigor de sus funciones en el servicio público, no es compatible con lo que la comunidad requiere. Son tiempos patéticos, "pathos" que como refiere la palabra desde su raíz griega, tiene que ver con la verdadera enfermedad y su instrumental respuesta de emotividad. Esto no puede seguir así. Por: Pablo Hi Por: Pablo Hi ner ner ner ner.